"Dadles vosotros de comer"
COMENTARIO Domingo XVIII TO CA 2020
9.000 niños mueren cada día de hambre en el mundo. 500.000 mueren de malaria al año. 800 millones de personas pasan hambre en nuestro mundo. En Madrid se calcula que unas 25.000 personas hacen cola cada día para buscar alimentos básicos.
En algunos los países de África se está viviendo una catástrofe alimentaria, una hambruna de dimensiones inimaginables desde aquí… Algunos, millones, viven en crisis permanente.
Mientras, en muchos países, a pesar de esta crisis con demasiadas aristas: sanitaria, laboral, política, alimentaria, crecen los presupuestos en gastos militares, financiados por los bancos más importantes del mundo.
La Palabra de Dios que puedo leer en mi casa, o a la sombra de un pino, o en la celebración de la Eucaristía es también un espejo que nos descubre nuestra vida.
Jesús vio a una multitud hambrienta, como ovejas sin pastor, y sintió compasión. Y dirigiéndose a los discípulos les dice: “dadles vosotros de comer” (Nos lo dice a cada uno de nosotros: dadles de beber, hospeda, acoge, cuida al enfermo, al abuelo). Al final entre todos hicieron el milagro. Alguien aportó sus cinco panes y sus dos peces (lo poco es importante, y en las manos de Jesús se multiplica). Jesús los bendijo, los partió, y se los dio a los discípulos que los repartieron (cuando se reparte bien llega a todos), y comieron todos y sobró.
¿Entendemos de verdad lo que hace Jesús? (porque algunos no entendieron….)
Ante el problema del hambre en el mundo, que es la peor pandemia, guerra, uno siente la tentación de soltar un discurso, un mitin (a mí se me da muy bien), o mirar para otro lado, echar la culpa a los demás como acostumbran nuestros políticos.
Jesús con otros hizo el milagro y nos dejo el mensaje, la lección: “DADLES VOSOTROS DE COMER”. ¿Qué hago yo? ¿Qué estoy dispuesto a hacer? Nosotros que somos privilegiados (durante toda la pandemia, solo una persona, un vecino ha llamado a casa pidiendo ayuda para comprar alimentos). Agradezco las ayudas que habéis hecho llegar a la Parroquia, muchas de forma personal, otras de forma anónima. Muchas de ellas las hemos hecho llegar a misioneros sorianos en África o Perú. Me escribía una carta de agradecimiento el Obispo auxiliar de Bangassou en R. Centroafricana (asolada por la violencia, guerra, refugiados) P. Jesús Ruiz, que dice al final:
“En lo que respecta al Covid-19 es difícil tener cifras exactas ya que la mayoría de los muertos mueren en sus casas…. sin duda hay muchos más muertos que no han sido contabilizados pues no tenemos medios sanitarios (solo tres respiradores para todo el país) para controlar la pandemia… en nuestro contexto cultural lo del confinamiento es impensable, pues habría que elegir o Covid o hambre. Aquí no hay frigoríficos, ni luz, ni agua corriente… la gente vive al día, y cada día es una aventura para poder comer algo. Nosotros seguimos intentando anunciar la Buena Noticia de Jesús que es “vida y vida en abundancia” (Jn 10,10), por ello vuestro donativo irá invertido a favor de estas poblaciones, las más abandonadas de la tierra”.
Jesús también nos descubre que no solo de pan vive el hombre (también de pan) sino de toda palabra que dale de la boca de Dios, porque el sabe que estamos hambrientos de Dios, de eternidad, de justicia, de dignidad, de paz, de cariño y de compañía. “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre” Sólo nos pide, creer y confiar en Él, y comunión con los hambrientos de la tierra, “porque tuve hambre y me diste de comer, estuve enfermo y me cuidaste”.
Para un corazón que ama no hay imposibles. No podemos mirar para otro lado indiferentes. No podemos caer en la tentación de la inocencia (lavarnos las manos) y echar la culpa a los demás...
La celebración de la eucaristía no es auténtica si los que participamos en ella no somos solidarios, no compartimos lo que tenemos, en un mundo de hambrientos.


Gracias por esos 5 panes y 2 peces que hacen posible el milagro de que haya abundancia para todos... y sobró.
ResponderEliminarUn abrazo amigo, Jesús