Los publicanos y prostitutas os llevan la delantera.
Comentario al evangelio del 26º Domingo TO CA, Mateo 21,28-32.
Jesús hablaba en parábolas para provocar. Un día después de hablar a los discípulos en parábolas sentenció: “El que tenga oídos que oiga”. Los predicadores deberíamos aprender bien el lenguaje o género literario de las parábolas y reducir la duración de los sermones. La gente sencilla no aguanta doctrina, doctrina y más doctrina, largos y tediosos sermones. Esperan que el sermón les ayude a iluminar su vida concreta con sus problemas, que infunda esperanza y ganas de seguir viviendo. Resulta muy grave que la buena gente salga de misa sin entender nada o confundida. El Papa Francisco afirma que la homilía, además de corta, debe contener una idea, una emoción y una imagen. Yo creo que con tres ideas ordenadas es más que suficiente. Saber empezar para captar la atención, no perderse y saber terminar a tiempo.
“Debemos admitir que gran parte de ese desapego adicional de la misa
dominical no lo causa del COVID-19, sino más bien la mala calidad de las homilías,
casi siempre demasiado largas y muy aburridas, que aplanan los textos sagrados
y los banalizan. Si no todos comprenden el misterio de la Eucaristía y la
extraordinaria posibilidad de vivir un proceso de conversión a través de la
misa, todo el mundo escucha el sermón, y muy a menudo solo quiere escapar”.
(Lucetta Scaraffia, Vida Nueva 3194, pag.7).
La parábola de este domingo es simple y directa, va dirigida a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo que copaban la mayoría de dos tercios del sanedrín o senado del pueblo, la aristocracia sacerdotal y seglar. Jesús ya se ha ocupado de ellos en varias ocasiones. Les gustaban mucho las “telas”, los adornos en los mantos, ocupar los primeros puestos en la sinagoga y en el templo, los aplausos y los golpes de pecho (rasgarse las vestiduras). Los escribas hablaban constantemente de la Ley de Moisés en nombre de Dios. Los fariseos se sentían puros y limpios y no se mezclaban con las clases bajas de los barrios de la periferia. Tenían fama de ser muy ordenados y organizados.
Traducido al lenguaje de hoy diríamos: aprecian los ornamentos pesados y bordados, y el traje impecable para pasear por la calle o la sacristía, ser “top trending” (los primeros de la lista y crear tendencia) en las redes sociales, “influencer” en Youtube, dominar las nuevas tecnologías, pero sobre todo, ser guardianes de la ortodoxia y de una liturgia impecable, ser el centro de todo, coleccionar títulos, másteres de copia y pega. Creen saberlo casi todo, no dudan y creen hablar con autoridad.
La actuación de Jesús en esa sociedad judía resulta tan sorprendente que todavía hoy nos resistimos a aceptarla. Una sociedad clasista y desigual.
Pero las cosas no siempre son lo que parecen. Hoy y siempre, la verdadera voluntad de nuestro Padre Dios la hacen aquellos que traducen en gestos el texto, el Evangelio de Jesús, y aquellos que se abren con sencillez y confianza a su perdón: “Los últimos serán los primeros”(Mt 20,16) y “los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios (Mt 21,31). Recuerdo un cuento de un autor brasileño que habla de un cura que llegó al cielo con su gato, y San Pedro que le abre la puerta le dice: “ya es hora de que llegue un cura al cielo”. Lo primero y último que Dios bueno quiere es que sus hijos e hijas vivan ya desde ahora con dignidad. “La gloria de Dios es que el hombre viva con dignidad” (San Ireneo).
Todos debemos preguntarnos con sinceridad: qué significa realmente Dios y su proyecto del Reino, en nuestro diario vivir. Y, por ello, qué lugar ocupan en nuestra vida los pobres, los descartados, los emigrantes y refugiados, “obligados como Jesucristo a huir” (Jornada mundial del migrante y del refugiado 2020). ¿Cómo los tratamos? Lo contrario a la fe, al creer no es la “increencia” sino la incoherencia.
El Papa Francisco en EG nº 93 afirma: “La mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal. Es lo que el Señor reprochaba a los fariseos: «¿Cómo es posible que creáis, vosotros que os glorificáis unos a otros y no os preocupáis por la gloria que sólo viene de Dios?» (Jn 5,44). Es un modo sutil de buscar «sus propios intereses y no los de Cristo Jesús» (Flp 2,21). Toma muchas formas, de acuerdo con el tipo de personas y con los estamentos en los que se enquista. Por estar relacionada con el cuidado de la apariencia, no siempre se conecta con pecados públicos, y por fuera todo parece correcto. Pero, si invadiera la Iglesia, «sería infinitamente más desastrosa que cualquiera otra mundanidad simplemente moral» (Nº 93)”. Otro aviso de Francisco a los clérigos: “a menudo a nuestro pueblo le ofende mucho el corazón cuando ve que los consagrados estamos apegados al dinero. Eso es malo, y realmente no es buen ejemplo que tengan un carro último modelo. Creo que Dios nos pide es este momento mayor simplicidad. A la Iglesia se le pide una vida sencilla, más simple, y más pobre también” (2570772013).
Y quiero terminar o cerrar esta reflexión con una parábola actual: “Erase una vez un párroco al que desterraron lejos, a la frontera, lejos de la capital diocesana o sede episcopal. Antes de cumplirse un año de su ministerio en la nueva parroquia tuvo problemas con el Señor alcalde, por irse, sobre todo, de la lengua. El Señor alcalde le escribió al Señor Obispo pidiéndole que mandara otro cura a la parroquia. Las razones que apuntaba eran estas: vestía de cualquier manera, en vaqueros y bermudas en verano, calcetines deportivos de colores. No daba la imagen de clérigo al uso. Se juntaba con lo peor del pueblo y tenía dos fornidos guardaespaldas por si acaso. Frecuentaba los bares y era hincha del Racing club de futbol. Tenía un "okupa" en la casa parroquial y prestaba su baño a los manitos o niños de la calle una vez a la semana para que se ducharan. Lo más grave era que en las fiestas patronales suprimió la procesión del Santo Cristo del Consuelo”. La parábola queda abierta, porque no sabemos lo que contestó el Señor Obispo al Señor Alcalde. Hoy día los alcaldes lo tienen difícil para cambiar al párroco de turno porque los Señores Obispos no tienen un extenso catálogo de curas a elegir. “Many translated example sentences containing”, que traducido significa: “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”. Ni cualquier tiempo pasado fue mejor.
Jesús Mendoza Dueñas.



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