A Dios lo que es de Dios

 Comentario al Evangelio  29º Domingo T.O. C.A. Mateo 22,15-21

El otro día  coincidí con un amigo en una oficina de correos, ambos queríamos  enviar un giro de dinero, yo a un misionero, él a un familiar. Mi amigo se llama César. Y me acordé del evangelio de este domingo que habla del dinero del César. Y le dije: Aquí estamos los dos para lo mismo: “A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. Una frase de Jesús que tiene mucha miga. Que ha sido muy comentada, interpretada, y, a veces, manipulada a lo largo de la historia. Es bueno entender el contexto en que la pronuncia Jesús para entender su significado ayer y hoy. Jesús que nació pobre, vivió pobremente, refugiado en su infancia, como un peregrino, transeúnte sin casa, defensor de los pobres y descartados, y que muere desnudo, pobremente. Después de las últimas parábolas de Mateo, siempre provocativas, que hemos proclamado durante los domingos anteriores, dirigidas a los sumos sacerdotes y los ancianos del templo, vienen dos escenas en las que Mateo quiere resaltar la forma como los fariseos primero, y los saduceos después, tienden sendas trampas a Jesús para tener de qué acusarlo delante de las autoridades romanas y judías, respectivamente.

Mateo nos cuenta hoy cómo “los fariseos fueron y se pusieron de acuerdo para hacerle decir a Jesús algo que les diera motivo para acusarlo. Así que, sin dar directamente la cara, mandaron a algunos de sus partidarios, junto con otros del partido de Herodes, a decirle: – “Maestro, sabemos que tú dices la verdad, y que enseñas de veras a vivir como Dios exige, sin dejarte llevar por lo que diga la gente, porque no juzgas a los hombres por su apariencia. Danos, pues tu opinión: ¿Está bien que paguemos impuestos al emperador romano, o no?”. La pregunta encierra dinamita. Jesús les responde con otra pregunta, a la gallega: “Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: ¡Hipócritas!, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto”. Después de aclarar a quien representa la moneda, Jesús sentencia con  la famosa frase que hoy  seguimos utilizando a nivel popular: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Nadie le había preguntado por Dios, pero Jesús les recuerda que sus compromisos políticos no los exime de su compromiso con Dios, que debe estar por encima de todo lo demás. Jesús sabe que a Dios "le pertenece la tierra y todo lo que contiene, el orbe y todos sus habitantes" (Salmo 24). Por eso no sacrifiquéis  a ningún César lo que solo es de Dios: la vida de sus hijos. Si “one” dólar le pertenece a George Washington por llevar su imagen, todo ser humano por llevar impresa la imagen de Dios le pertenece a Él.

Al rey, al César el honor y el respeto si se lo merecen, y si no que el pueblo se lo demande. Pero la vida solo le pertenece al Dios de la Vida, origen y meta de nuestra existencia. Solo a  Él, la gloria por los siglos de los siglos.

“Y, sin duda, ningún poder sacrifica hoy más vidas y causa más sufrimiento, hambre y destrucción que esa "dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano" que, según el Papa Francisco, han logrado imponer los poderosos de la tierra” (J.A. Pagola).  “Una economía que mata” (P. Francisco).

El ser humano y el bien común deben ser el centro de la política y la economía, que van de la mano. Y el ser humano es importante por lo que es y por cómo sirve a sus semejantes, no por lo que tiene, que lo tendremos que dejar acá. Dicen que el sudario no tiene bolsillos. Y no hay mayor honor y mayor servicio que dar la vida por los demás. Antes que cualquier plan o proyecto político o pastoral (esto por los eclesiásticos), educativo o empresarial, en estos momentos tan difíciles que estamos sufriendo estamos llamados todos a ejercitarnos en la cultura, valga la redundancia, del “cuidado mutuo de una manera sencilla, natural y cotidiana”. Acabo de contemplar la retransmisión de los premios Princesa de Asturias y no he podido reprimir la emoción al escuchar el testimonio y compromiso de los sanitarios de España en favor de la vida, al servicio de la salud de todos, fieles a ese compromiso. Hoy las cifras de la pandemia arrojan un número redondo 222 fallecidos víctimas de la pandemia, en esta segunda oleada.

Hace diez años escribía en un diario estas palabras que siguen teniendo actualidad Soy consciente de que tenemos un gran reto o misión que realizar en esta tierra que se desangra: humanizar las relaciones, la convivencia, devolver la autoestima perdida. El virus del individualismo, propio de las sociedades urbanas, también se ha infiltrado entre las costuras de nuestra convivencia. “Todo ser ha venido a este mundo para aliviar la soledad de otro ser” (Miguel Delibes). Soy consciente de que cada ser humano somos únicos, irrepetibles.

El evangelio de Jesús nos obliga a revisar a fondo nuestras actitudes y el modelo de mundo que estamos construyendo que no se ajusta a la verdad de Dios. Un mundo que no podemos mirar con ojos conformistas. Hay un primer mundo y un mundo último. Hay personas con papeles y derechos y personas sin derechos ni papeles. La sentencia de Jesús nos obliga a buscar el Reino y su justicia que no es nuestra justicia.

Vivimos, a veces, arrastrados por el suelo, como la hormiga “Miga”, sin ver nada nuevo. Arrastrados por la rutina de cada día, ciegos de prejuicios nos cuesta descubrir el secreto de la vida y del mundo porque no tenemos miras más altas que consumir y consumir. Somos auténticos enanos consumistas. Sociedad de consumo que fomenta el egoísmo y el individualismo. Nos cuesta aceptar que nos necesitamos unos a otros no sólo para sobrevivir, sino para ser más personas, y personas felices, que estamos llamados o condenados a dialogar y a entendernos con el de cerca y con el de lejos. Yo me pregunto: ¿cómo van a aceptar los vecinos o hijos de………………….. a los emigrantes nacionales o extranjeros que puedan venir al pueblo a remediar su despoblación si no son capaces de entenderse entre ellos?

La sociedad de mercado con los tentáculos de la publicidad nos bombardea hasta la saturación para intentar vendernos  la felicidad que, no olvidemos, tiene un precio. Nos engaña, si nos dejamos engañar, haciéndonos creer que somos más libres consumiendo este producto o el otro, cuando en realidad su tiranía nos puede convertir en esclavos del tener. “Compro luego existo”, “vales cuanto tienes” estos son los dogmas que mueven todos los engranajes de la sociedad de consumo y del despilfarro. A consumir que vivimos cuatro días. Luego llegará la cuesta de enero y las rebajas para  consolar nuestros bolsillos”.


TENGO MUCHAS PREGUNTAS PARA USTED

(Publicado en Heraldo de Soria en   febrero   de 2010)

“Seguimos en crisis y tardaremos en salir del túnel. El precio de la crisis lo pagaremos todos, pero especialmente los más pobres. Los costos sociales  de la crisis económica  habría que repartirlos equitativamente. Antes de hablar de remedios, que no son fáciles, lo primero que hay que hacer es un buen diagnóstico de las causas que han provocado tal crisis, en segundo lugar reconocer los errores cometidos y repartir responsabilidades. Y en este sentido son muchas las preguntas que nos podemos hacer.

La crisis es crisis del sistema capitalista, un sistema económico basado en la codicia que la estimula y la justifica. Pero no olvidemos a la vez que nuestro planeta tierra hace tiempo que está dando síntomas de colapso. No da más de sí. Hemos esquilmado sin freno los recursos naturales, y hemos convertido el planeta en una cloaca. De esta crisis se habla poco y son pocos los que la relacionan con la crisis del capital especulativo. Y la crisis actual es crisis también de liderazgo y de credibilidad de nuestros políticos e instituciones, crisis de civilización y estructuras políticas internacionales.

A la hora de repartir responsabilidades nos preguntamos: ¿Es posible que una crisis de tal magnitud se produzca  de forma fortuita? De todos es sabido que nuestro modelo  y crecimiento económico de los últimos años estaba cimentado en un sector tan engañoso como el de la construcción masiva de viviendas, y que se ha prestado a una especulación que parecía no tener límite. ¿Por qué no se ha luchado para evitar la presente crisis o, al menos, para atenuar sus efectos? ¿Por qué no ha habido mayor control y vigilancia para evitar los grandes fraudes  en el sector financiero que ahora se han descubierto  y que se han cobrado víctimas en todos los sectores de la sociedad? Con todo, la responsabilidad moral no sólo debe atribuirse a los responsables de la política, de la administración o de las finanzas. Todos hemos de preguntarnos en qué ídolos hemos puesto nuestra confianza. Hemos convertido el individualismo, el dios euro en el ideal supremo de la vida.

A la hora de buscar salidas y soluciones no vale apelar sólo a la confianza, al sacrificio y a la responsabilidad (al estilo Obama). La confianza hay que conquistarla con la credibilidad de los que gobiernan. Nos piden confianza cuando la crisis lo que provoca precisamente es desconfianza en el sistema y en los que lo manejan, porque su eficacia está cimentada a base de sangre. ¿Sobre qué cimientos o valores tenemos que construir la nueva sociedad que imaginamos? ¿Sobre el eurodólar y la máxima ganancia rápida o sobre la solidaridad bien entendida? ¿Por dónde debemos empezar? ¿Salvando primero a los grandes bancos y multinacionales o priorizando a los más débiles y necesitados? No olvidemos una prioridad hoy día y siempre: el derecho al trabajo y a un empleo digno son derechos fundamentales y prioritarios de la persona.

(presidente Trump contando $)

Algunos cerebros apuntan como solución la refundación del capitalismo. ¿Qué se quiere decir con eso? ¿Más de lo mismo?  Es caprichoso sostener que la enfermedad capitalista se cura con analgésicos, y no ver que esta crisis es la fiebre de una dolencia crónica. Por supuesto que habrá que   refundar lo antiguo pero a condición de que el nuevo sistema no se base en la codicia o el señuelo del máximo beneficio posible, de lo contrario no cambiaría nada, seguiríamos construyendo sobre la especulación y la estupidez. Lo que está en juego es apostar por una nueva escala de valores. Para hablar de alternativas hoy es necesario repensar la vida como un todo y no contentarse con cambiar la propiedad del capital, por más que eso constituya la mayoría de las veces un avance. Hay que someter a una revisión profunda la modalidad industrial de producción de la vida, que termina depredándola. Es necesario repensar lo que se entiende por fuerzas productivas, cuestionar y modificar la manera como se usa la naturaleza, buscar la recuperación de los valores de uso y la gestión colectiva.

En el mundo de la globalización tendremos que aprender a globalizar la solidaridad, para que saneada sea un proceso realmente justo y solidario.

Esta es nuestra confianza. La crisis nos obliga a apretarnos el cinturón pero debe obligarnos  a la vez a revisar nuestro estilo de vida consumista apostando por una vida de sana y alegre austeridad que también es posible”. Espíritu 0,7% Soria. 

 Jesús Mendoza Dueñas

 

 

 

 

 

 

 

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