ADVIENTO TIEMPO DE ESPERANZA: ESPERAMOS
ENCONTRAR AL SEÑOR
Isaías 63,16,16c-17.19;64,2b-7; Marcos, 13,33-37
Tiempo de adviento,
tiempo hermoso (COMO LA PRIMAVERA) de ad-venimiento, de venida, de visita de Dios. Tiempo para
encontrarnos con nosotros mismos, para mirar al interior, para descubrir y
encontrar a Dios, en la profundidad del ser. Para avivar la esperanza en un
mundo en crisis, herido por esta pandemia. Para despertar y descubrir que el
Señor está viniendo. ¡Ven, Señor! Para despertar el hambre de Dios.
- Tres personajes encarnan la actitud de
espera en el Adviento: Los profetas (Isaías), Juan Bautista y María.
- Dos prácticas importantes: Oración y
escucha de la Palabra, que nos exigen entrar en el desierto del silencio
interior.
- Una invitación: Velad, velad, velad….. Porque
el Señor puede venir, está viniendo en cualquier momento, circunstancia,
rostro, hoy, mañana, resplandeciente o disfrazado más bien de pobre,
enfermo, refugiado…
Adviento es
tiempo de conversión: “Daos cuenta del tiempo en que vivís”. Date cuenta de cómo vives tu vida, del sentido que le das o buscas, de
cómo tratas a los demás, de lo que siembras.
No esperamos
algo sino a alguien. Esperar es vivir pendiente de
alguien. Esperamos al Señor aguardando su manifestación.
Velad, estad despiertos como hijos de la luz. Recordad (memoria del corazón) sus palabras, su paso por la historia
trazándonos un camino de amor. Velad: superad el cansancio celebrando en
el presente, bien difícil y complicado, que nos ha tocado vivir la verdad que
nos hace libres. Haciendo frente al desaliento, recuperando la misión de ser
testigos de la vida, del resucitado, de la cultura de la vida, en medio de un
mundo donde hay tantas señales de muerte, de oscuridad. Porque no caminamos a oscuras sin saber por
donde vamos. El camino a recorrer es el camino que El recorrió con todas sus
estaciones. El Señor viene como el que acoge, reconcilia y salva. Nos sorprenderá.
Adviento = Tiempo de alegría,
porque el adviento es camino que nos prepara a celebrar la Navidad, el misterio
de Dios hecho humano como nosotros para compartir nuestras alegrías y miserias.
¡VELAD! AUNQUE SEA CON MASCARILLAS QUE NOS DESFIGURAN EL
ROSTRO
¡VELAD! AUNQUE ESTEMOS FALTOS DE VITAMINAS A-B-C
(ABRAZOS, CARICIAS Y BESOS)
¡VELAD! PARA QUE NO NOS
ENGAÑEN Y NOS ROBEN LA ESPERANZA
PARA REFLEXIÓN PERSONAL, COMUNITARIA
Han pasado
más de veinte siglos de cristianismo. ¿Qué ha sido de esta orden de Jesús?
¿Cómo vivimos los cristianos de hoy? ¿Seguimos despiertos? ¿Se mantiene viva
nuestra fe o se ha ido apagando en la indiferencia y la mediocridad?
¿No sentimos la necesidad de sacudirnos la
apatía y el desengaño? ¿No vamos a despertar lo mejor que hay dentro de nosotros mismos y en la Iglesia?
¿No vamos a reavivar esa fe humilde y limpia de tantos creyentes sencillos?
¿No hemos de
recuperar el rostro vivo de Jesús, que atrae, llama, interpela y despierta?
¿Cómo podemos seguir hablando, escribiendo y discutiendo tanto de Cristo, sin
que su persona nos enamore y trasforme un poco más? ¿No sentimos la necesidad
de despertar e intensificar nuestra relación con él? ¿Quién podrá contagiarnos su alegría? ¿Quién
nos dará su fuerza creadora y su vitalidad?

PARA LA
REFLEXIÓN: MOTIVOS PARA LA ESPERANZA
Hace unos
años 1.200 millones de personas tenían que sobrevivir con un dólar o un euro
diario. Hoy pueden ser 2.000 millones. Que se lo pregunten a las clases más empobrecidas
de nuestro país, provincia o pueblo (Covaleda, según los datos de renta per cápita de Hacienda y
estadística es el pueblo más pobre de la provincia en el 2019) La brecha entre
ricos y pobres sigue creciendo. Y uno se pregunta: ¿qué se puede esperar?
¿Podemos esperar un mundo mejor, más solidario? ¿Se puede esperar la conversión
de los poderosos? ¿Podemos esperar sensatez en nuestra clase política,
enfrentada y en discordia permanente?
No hay que
creer en los milagros repentinos llovidos del cielo.
¿De dónde
nos puede venir la esperanza, el soplo de aire nuevo, regenerador?
Hay muchas
señales que empujan a la desesperanza. Existe el peligro real de dejarnos
erosionar por los acontecimientos, de dejarnos llevar por los valores dominantes
en esta sociedad consumista que fomenta el descarte y la indiferencia, de dejar
que otros piensen por nosotros, en esta sociedad de cultura “líquida”, de
medias verdades, de mentiras.
A pesar de
todos los pesares hay motivos para la esperanza: porque creemos que Dios es
fiel, como buen Padre. “Jamás oído oyó, ni ojo vio un Dios fuera de ti, que
hiciera tanto por el que espera en él”. “Nosotros somos la arcilla, tú el alfarero”.
Hay
esperanza cuando depositamos nuestra confianza en El, día a día. Cuando dejamos
modelarnos por El. “Instrúyeme en tus caminos”, dice el profeta, centinela de
la esperanza.
¿Dónde
tenemos puesta nuestra esperanza? Hay esperanza cuando aprendemos a confiar en
el “otro”, a escuchar sus latidos y nuestros latidos.
Se puede
esperar porque somos capaces de lo peor y de lo mejor. Es muy fácil matar
cuando te enseñan a odiar. Es más fácil perdonar y compartir cuando te enseñan
a amar.
El Adviento
es como una ventana o un espejo a través de los cuales contemplamos al Dios
hecho hombre, criatura como nosotros, para que mirándonos en El descubramos un
corazón humilde que sabe amar.
El Adviento
nos invita a vigilar para que no nos roben
la esperanza, ni los acontecimientos, ni la espiral de la violencia que
parece que no hay nada ni nadie que la detenga, ni la corrupción de los
poderosos, ni los pequeños o grandes conflictos domésticos que son fuente de
sufrimiento.
El Adviento
nos invita a soñar despiertos, a desear a Dios como fuente de liberación.
Pero no es
suficiente con desear: hay que ponerse en camino hacia el desierto, para
desenmascarar los falsos deseos que nos esclavizan, las actitudes derrotistas,
el conformismo y la rutina. Entrar en el desierto nos ayuda a purificar la
mirada y a limpiar el oído para descubrir los signos de la presencia del Señor
que va dejando en nuestra historia.
Entrar en el desierto significa revisar nuestra manera de vivir, lo que de
verdad deseamos, lo que nos quiere vender la publicidad engañosa (“Black Friday”,
rebajas….). A veces, olvidamos que entre tantas necesidades que podemos sentir
está la necesidad de encontrar sentido a nuestra vida, la necesidad de Dios y
los valores del Reino que nos descubre el Evangelio y que encierran el secreto
de la felicidad, la necesidad de abrazos, besos, caricias….
Alimentemos
la esperanza con actitud de escucha orante hacia la Palabra de Dios, que nos
descubre el sentido de la existencia.
Jesús Mendoza Dueñas
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