“Fui forastero y me hospedaste”.
Comentario al evangelio de la fiesta de CRISTO REY, Mateo 25,31-56.
Hoy es lunes día 20 de noviembre, cuando me
pongo a escribir esta página, celebramos el Día internacional de los derechos del niño; la jornada anual de oración por las víctimas de la pederastia. La Conferencia Episcopal española anda reunida en
Asamblea plenaria medio-presencial. El Congreso y Senado del pueblo, derechas e
izquierdas, a la gresca por el tema de los presupuestos, “ley Celaá” de
educación, pandemia y otros lodos como el problema de la emigración que nos ha
explotado otra vez en las manos. El
Tribunal Constitucional dicta sentencia este día avalando las llamadas
devoluciones en caliente, “horror legal” como denuncia, una vez más, monseñor
Santiago Agrelo, obispo emérito de Tánger. Al final de este escrito recojo sus
palabras de denuncia para que no se nos pierdan. En Tve2 emiten la película de Antonio Mercero: "Espérame en el cielo", con este mensaje: "cómo llegar a ser otro sin dejar de ser uno mismo".
Proclamamos a Cristo Jesús Rey del Universo, Cristo ayer, Cristo hoy y siempre, en este último domingo que cierra el ciclo litúrgico.
Tengo que confesar que solo creo en los Reyes Magos, y en las únicas
princesas que creo es en mis nietas, aunque no tengan los labios de fresa, como
diría Sabina. Aunque vivo en la calle Juan Carlos Primero, que hace esquina con "Jefes de Centuria", hablar hoy de Reyes me cuesta mucho, porque la institución está
muy devaluada por diversos motivos, que todos sabemos. Un profesor mío de latín
nos advertía: “Y si el príncipe nos sale tonto, ¿lo tenemos que aguantar toda
la vida?”. Creo que no era monárquico.
Menos mal que en el diálogo con Poncio Pilato Jesús precisará de qué
reinado se trata: “Jesús le respondió: ‘mi
reino no es de este mundo’. Pilato
entonces le dijo: ¿Así que tú eres rey? Jesús respondió: Tú dices que soy rey. Para
esto yo he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la
verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.…”. Su
reinado es reinado de amor concreto, justicia, servicio y paz.
Mateo culmina la serie de
discursos con esta parábola del juicio final, revestida de frondosa imaginaría
apocalíptica (Mateo
25,31-56): “Erase una vez un rey…”.
El escenario descrito es una especie de convocatoria final, de
evaluación del final del curso de nuestras vidas, una especie de Asamblea
universal de todas las naciones o pueblos ante el Hijo del hombre (título
mesiánico), Juez, Señor y Rey Universal, pero amigo de causas perdidas,
presidente de la gran “Bolsa” donde solo cotiza al alza el amor. Juicio en el
que se dirime la suerte final de todos los humanos, creyentes y no creyentes.
Es sorprendente que en este juicio no se nos preguntará por el carnet de
la religión a la que pertenecimos, por
nuestra fe, por nuestras ideas o ideologías, sino por algo muy concreto: ¿cómo hemos tratado a nuestros compañeros de
camino de la vida que nos ha tocado vivir? ¿Cómo hemos reaccionado ante los
problemas y sufrimientos de personas concretas que hemos ido encontrando en ese
camino? La lista de necesitados o necesidades puede ser larga: hambrientos,
desnudos, presos, enfermos, ancianos, emigrantes, forasteros, refugiados,
mujeres violentadas, descartados, desahuciados, víctimas todas de injusticias, violencia,
sistema económico que mata..... El criterio fundamental en este juicio será
nuestra actitud ante el mismo Jesús que se identifica con los pobres. Lo
decisivo será el amor hecho gesto concreto, en gratuidad, o, por el contrario,
el pecado llamado de omisión (del que no nos confesamos casi nunca), el
lavarnos las manos como Poncio Pilato, el cerrar los ojos y oídos ante el
sufrimiento ajeno, satisfechos de vivir en una burbuja de confort. Las
parábolas son siempre provocativas. “La
parábola de Jesús nos obliga a hacernos preguntas muy
concretas: ¿estoy haciendo algo por alguien?, ¿a qué personas puedo yo prestar
ayuda?, ¿qué hago para que reine un poco más de justicia, solidaridad y amistad
entre nosotros?, ¿qué más podría hacer?
El evangelio de hoy nos recuerda que Dios sigue físicamente presente entre nosotros. Este evangelio es más claro que el agua de la fuente del merendero de Covaleda. A Jesucristo lo podemos abrazar, servir, alimentar, visitar. Sí, hoy, aquí y ahora: "En verdad os digo que cuando lo hicisteis con alguno de estos mis hermanos más pequeños conmigo lo hicisteis". "Y cuando no lo hicisteis...”. Tal vez, esperamos encontrar a Dios cada domingo en la liturgia hermosa y solemne, y olvidamos que está también en el vaso de agua ofrecido al necesitado. Esta es la gran sorpresa del evangelio del juicio final. Y que también fuera de la Iglesia oficial puede haber auténtico cristianismo. Jesús vendrá al final de los tiempos, no sabemos cuándo, y viene cada día disfrazado de pobre. El mismo Dios nos tiende la mano como mendigo, y nos pide acogerlo. ¿Espérame en el cielo?....... el juicio se esta celebrando ya, aquí y ahorita. El Papa Francisco afirma que "los pobres serán nuestros porteros del cielo". Acaba de mandar a San Pedro al paro.
20.11.2020 Santiago Agrelo, Obispo emérito
de Tánger.
Para esa humanidad a la que llamamos
ilegal, sin papeles, este día, en que el Constitucional avala las
llamadas devoluciones en caliente, es sólo un día más en su calendario de
tristezas. Para ellos, un día más. Para mí, un día de enorme frustración, ira,
vergüenza, humillación.
Sabía que mi mundo era una fábrica de
pobres. Pero me quedaba la esperanza de que terminaríamos por verlo, por
reconocerlo, y suponía que, mientras esa hora no llegase, haríamos algo por
remediar el mal causado, aunque sólo fuese esa mísera limosna de no cerrar
el camino a los que huyen del infierno.
Esa esperanza está condenada. Los jueces
del llamado Alto Tribunal la han llevado al corredor de la
muerte.
Lo han hecho sin pestañear, pues lo suyo
no es la esperanza sino la Constitución; lo suyo no son los pobres sino la
ley; lo suyo no es la justicia sino la legalidad; lo suyo no son las
heridas de hombres, mujeres y niños atropellados por nuestro bienestar, sino la
justificación de quienes los hemos atropellado.
Y lo mío, lo que hoy me queda, es eso: frustración,
ira, vergüenza, humillación. Hoy es uno de esos días que se te
clavan en el alma como puñales… es un día oscuro, amargo, muy amargo.
"Lo suyo no son las heridas de
hombres, mujeres y niños atropellados por nuestro bienestar, sino la
justificación de quienes los hemos atropellado"
Si hoy me preguntas por Dios, creo que
hemos legitimado que se le devuelva en caliente al otro lado
de nuestras fronteras.
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Jesús Mendoza Dueñas




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