Somos hijos de la luz

Comentario al Evangelio del 32º Domingo TO CA Mateo 25,1-13

BUSCAR EN LUGAR EQUIVOCADO

Un vecino encontró a Nasruddin cuando éste andaba buscando algo de rodillas. «¿Qué andas buscando, Mullab?». «Mi llave. La he perdido». Y arrodillados los dos, se pusieron a buscar la llave perdida. Al cabo de un rato dijo el vecino: «¿Dónde la perdiste?». «En casa».

«¡Santo Dios! Y entonces, ¿por qué la buscas aquí?». «Porque aquí hay más luz».

 ¿De qué vale buscar a Dios, la luz, en lugares santos si donde lo has perdido ha sido en tu corazón? A. De Mello.

Mateo escribió su evangelio en unos momentos de crisis para los seguidores de Jesús. La venida de Cristo se iba retrasando. La fe de no pocos se relajaba. Era necesario reavivar, de nuevo, la "conversión primera" recordando unas parábolas de Jesús.

La parabola de este domingo nos habla de una fiesta de bodas, celebrada al estilo judío de la época de Jesús. En la noche, llenas de alegría, un grupo de jóvenes «salen a esperar al esposo». No todas van bien preparadas. Unas llevan consigo aceite para encender sus lámparas; a las otras ni se les ha ocurrido pensar en ello. Creen que basta con llevar lámparas en sus manos.

Como el esposo tarda en llegar, «a todas les entra el sueño y se duermen». Los problemas comienzan cuando se anuncia la llegada del esposo. Las jóvenes previsoras encienden sus lámparas y entran con él en el banquete. Las inconscientes se ven obligadas a salir a comprarlo. Para cuando vuelven, «la puerta está cerrada». Es demasiado tarde.

No hay que romperse la cabeza para descubrir el  significado de la parábola. La clave principal del mensaje que encierra la encontramos, como siempre, al final del relato, en las palabras finales de Jesús: “Así que vigilad, porque no sabéis el día ni la hora”. Tampoco hay que bucear mucho para descubrir el secreto de la lámpara y el  «aceite»: ¿La vida, la fe,  las buenas obras, el amor...? La luz es símbolo de vida, de salvación, las tinieblas lo son del caos, de la muerte, del peligro, de la mentira….. Dicen que el mejor comentario a la Biblia lo hace la Biblia misma.  “La luz de los justos brilla con fuerza, la lámpara del malvado se apaga” (Prov 13,9). Hay algunos que «escuchan las palabras de Jesús» y «las ponen en práctica». Toman en serio el evangelio y lo traducen en vida. Son como el «hombre sensato» que construye su casa sobre roca. 

En el contexto de la segunda venida de Jesús  en que  Mateo sitúa  la parábola, yo creo que la lámpara representa la vida y el aceite representa la misericordia, porque en el juicio final (parábola del juicio final que viene a continuación)  de ello nos juzgarán: “porque tuve hambre y me disteis de comer” (Mateo 25,31-46). Cada uno sabrá qué es lo que ha de cuidar en estos momentos de crisis.

Sea lo que sea, la parábola es sencillamente una llamada a vivir la vida con actitud de búsqueda y seguimiento de Cristo de manera responsable y “lúcida”, en el aquí y el ahora que nos toca vivir, antes de que sea tarde.  Una responsabilidad que es personal e intransferible. La parábola nos orienta hacia la esperanza, que es una actitud esencial del tiempo y la vida humana. La esperanza determina nuestra vida. Pero la esperanza puede ser transitoria o esencial. Esta última es la que da el sentido pleno a la vida. Esperanza que va de la mano de la responsabilidad personal. Una llamada a la conversión verdadera a los valores evangélicos, a no dormirnos, a vivir con lucidez. Lucidez, que viene de luz, significa en el contexto bíblico “sabiduría”. Sabiduría fruto de la búsqueda del Dios, que no juega al escondite, que  va por delante y se deja encontrar. Lo encuentra quien lo busca, lo busca quien lo desea profundamente.

Dicen que saber vivir… significa tres cosas: ser tú mismo, ser ahora, es decir, vivir el presente, y estar aquí (ser consciente de dónde vivimos y con quién vivimos) ello nos exige estar despiertos porque el Señor está viniendo como nos recuerda la parábola del evangelio. “Velad porque no sabéis el día ni la hora exacta”. Cuando lo menos lo pensamos se hace el encontradizo. La escucha de la Palabra de Dios y la oración nos permite vivir despiertos, vigilantes para que no se apague la esperanza y no nos roben la alegría buena del evangelio de Jesús, que no tiene comparación con otras alegrías pasajeras. Y necesitamos lucidez para buscar y encontrar a Dios en el lugar apropiado.

A todos nos ha encomendado el Señor una misión, y nos ha regalado unos talentos que tenemos que hacer producir, multiplicar, ponerlos al servicio de los demás. Estamos aquí  en esta vida para hacer el bien. Ha puesto en nuestras manos o a nuestro lado la vida de muchas personas vulnerables con las que tenemos que convivir y por ello cuidar. Al final, “en el atardecer de la vida nos examinarán del amor” (San Juan de la Cruz).

Los cristianos, ahora y siempre,  no podemos dormirnos o escurrir el bulto como hijos de las tinieblas. “Todos vosotros sois  hijos de la luz” (I Tesa. 5,5), de la madrugada, del mediodía, no de la noche, “en medio de una gente torcida y depravada, entre la cual brilláis como lumbreras del mundo” (Flp. 2,14-15).”… y hacéis bien en prestarle atención (a la palabra de los profetas), como una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día, y el lucero nazca.

En estos tiempos de crisis,  crispación, polarización, el mundo necesita de personas de buena voluntad, lúcidas, responsables, realistas. "Qué guapa es la gente luminosa" (El Arrebato).



Jesús Mendoza Dueñas












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