Fiesta de La Inmaculada Concepción 2020
Fiesta de la Inmaculada Concepción de María 2020.
En el corazón del adviento celebramos la fiesta de la Inmaculada, como una bocanada de aire puro en medio de un mundo herido por la pandemia que nos ha descubierto nuestra fragilidad y la de la humanidad entera, tan contaminado por la mentira y la discordia, como un impulso para continuar en la preparación del misterio de la Navidad. Para animar nuestra esperanza (la esperanza es cosa de dos). Porque nadie como ella esperó la salvación.
¿Qué celebramos? El misterio del
Amor insondable e infinito del
Dios de la Vida que nos quiere salvar, no a distancia, "virtual o telemáticamente" como hacemos hoy en medio de la pandemia, sino desde dentro,
encarnándose en nuestra historia. Es la fiesta del triunfo del amor sobre las
fuerzas del odio, del bien sobre el mal, de la libertad sobre las fuerzas que nos esclavizan. Y es ahí donde encontramos a
María, que encaja en el plan de salvación diseñado por Dios, aceptando con su
SI el proyecto de Dios. Y ¿cómo actúa Dios? Sorprendentemente. Ha escogido lo
pequeño, lo humilde, lo pobre de este
mundo para llevar adelante su plan, haciéndose dependiente del SI de una mujer
insignificante de un pueblo insignificante, una mujer nazarena pobre y virgen. María
no es Dios, ni Hada madrina, supermujer
= es la humilde mujer, la humilde sierva, elegida para ser morada del Hijo de
Dios, preservada de toda mancha de pecado en previsión de los méritos de
Jesucristo el Redentor. Así lo reconoce María en su cántico de alabanza del
Magníficat: “Engrandece mi alma al Señor, porque ha mirado la humillación de su
esclava… Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes,
manifestando su misericordia de generación en generación. Así actúa Dios.
La situación de pandemia que estamos sufriendo es una invitación,
llamada a descubrir, a reconocer la misericordia del obrar de Dios
(misericordia: miseria + corazón) para poder ser también nosotros
misericordiosos, llevar adelante la revolución tan necesaria y pendiente de la
ternura en el mundo, en un mundo roto, injusto, violento, en un planeta
enfermo. Un mundo que dista mucho de parecerse al plan original de Dios, que
quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Y la verdad más importante es que Dios nos ama, que somos hijos amados y
escogidos por Dios Padre, bueno y providente, del que en Cristo somos
herederos.
¿Es posible? ¿Cómo será posible?, preguntó María. Para Dios nada hay
imposible. Su Reino no tendrá fin.
Por eso esta fiesta es fiesta de la esperanza. Con su SI María hace
posible la esperanza de salvación. Perece un cuento con final feliz. Pero para
María no fue tan fácil o sencillo responder. “Una espada atravesará tu corazón”
profetizó el anciano Simeón. La espada de la fidelidad.
Como María nosotros estamos llamados a acoger a Cristo, para ser
fecundos.
Testigos portadores nos quiere Jesús de su misericordia en el mundo.
Dios espera también nuestro SI, sencillo y humilde, en el día a día, en el aquí
y ahora que nos toca vivir, con pequeños gestos, sabiendo que llevamos un
tesoro en vasijas frágiles de barro.
En la fiesta de la Inmaculada más que hablar de María (se ha escrito
cosas bien hermosas por nuestros clásicos y artistas...) lo que debemos desear
y pedir es poder acercarnos a ella para que nos enseñe a abrirnos a Dios, a
obedecer el plan de Dios, su proyecto para con nosotros. Que nos enseñe a
buscar el bien, la bondad, la inocencia perdida, a alimentar la esperanza a la
que hemos sido llamados.
"Haya o no comidas de Navidad,
esperamos algo mucho más grande. Te esperamos, Señor, a ti". "Y Dios
nos ha puesto en esta tierra para cuidarnos los unos de los otros".
Jesús "creó una sociedad nueva, una humanidad de la entrega, del servicio,
de la misericordia, del perdón. De ahí nace el pueblo nuevo. María es la primera
salvada, orgullo de nuestra raza. Santa María de la pandemia, consuelo de los
afligidos, ruega por nosotros.
Jesús Mendoza Dueñas
ORACIÓN DEL
PAPA FRANCISCO
A MARÍA PARA EL MES DE MAYO 2020
«Bajo tu amparo nos
acogemos, Santa Madre de Dios».
Imagen Salus Populi Romani
En la dramática situación
actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos
a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.
Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.
Madre de Dios y Madre nuestra,
implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a
encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu
Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las
víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.
Protege a los médicos, a los
enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de
emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras
vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.
Permanece junto a quienes
asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud
pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.
Virgen Santa, ilumina las mentes
de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones
adecuadas y se venza este virus.
Asiste a los líderes de las
naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo
a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales
y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.
Santa María, toca las
conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la
incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a
promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes
similares.
Madre amantísima, acrecienta
en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando
conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno
y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones
de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la
constancia en la oración.
Oh María, Consuelo de los
afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su
mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso
normal con serenidad.
Nos encomendamos a Ti, que
brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh
clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.
Jesús Mendoza Dueñas



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