Los abuelos tesoro de la Iglesia y de la sociedad.
FIESTA SAGRADA FAMILIA CB 2020: Lucas 2,22-40.
“Los abuelos tesoro de
la Iglesia y de la sociedad”.
La bolsa de las medicinas. Tradición de los indios americanos.
Cuando nacía un niño en una familia india recibía un regalo especial. El padre hacía una pequeña bolsa de cuero, era la bolsa de las medicinas del hijo. La madre metía en la bolsa dos cosas y el padre otras dos. Y se la entregaban al hijo que la guardaba en un lugar especial. Cuando moría, la bolsa de las medicinas también se enterraba con él. Cuando eran capaces de comprender los padres le decían lo que había en la bolsa. La madre siempre ponía un poco de tierra y un trozo de cordón umbilical para recordar a sus hijos que venían de la tierra y de una familia y que nadie se hace a sí mismo. El padre ponía una pluma de ave que había quemado un poco y la mezclaba con las dos cosas de la madre. La pluma de pájaro simboliza el vuelo y que cada uno tiene que encontrar su lugar en el mundo. Ninguno sabía nunca la segunda cosa que el padre había puesto. Los hijos intentan adivinarlo pero nunca se les decía. Representa el misterio de la vida. Y en el centro de todos los misterios está Dios.
La familia que sabe vivir su misión es un tesoro. Es escuela para la vida, para aprender a amar y ser amado, para perdonar, para transmitir y educar en la fe, espacio privilegiado donde se escucha, se celebra y se vive el Evangelio de Jesús, escuela de solidaridad, compromiso y diálogo.
Las familias, con todos sus problemas y dificultades (“cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana”, rezaba una canción de un grupo musical de los noventa: “El último de la fila”) durante esta pandemia han sido hospital de campaña, residencia de ancianos, guardería, escuela-colegio, parque infantil de recreo, emisora de radio o tv, y muchas otras cosas más. Aunque hayan saltado chispas muchos días. Pues la pandemia nos ha trastornado a todos, no solo a muchos políticos.
La familia dicen que es una institución en
crisis o evolución (desde que tengo uso de razón he oído la misma cantinela: la
familia está en crisis… y puede ser verdad). Para muestra las cifras de
matrimonios y separaciones: Los matrimonios por la Iglesia, y también los
civiles, disminuyen de forma notable; los divorcios y las separaciones crecen. (“Hoy
se habla mucho de la crisis de la institución familiar. Ciertamente, la
crisis es grave. Sin embargo, aunque estamos siendo testigos de una verdadera
revolución en la conducta familiar, y muchos han predicado la muerte de
diversas formas tradicionales de familia, nadie anuncia hoy seriamente la
desaparición de la familia.
Al contrario, la historia parece enseñarnos que en los tiempos
difíciles se estrechan más los vínculos familiares. La abundancia separa a
los hombres. La crisis y la penuria los unen. Ante el presentimiento de que
vamos a vivir tiempos difíciles, son bastantes los que presagian un nuevo
renacer de la familia.” J.A. Pagola).
En
definitiva, es tesoro que tenemos que agradecer, un don que tenemos que
cultivar. Porque si el amor y la vida son la razón de ser de la familia, el
amor –con todas sus exigencias- no hay que suponerlo o darlo por hecho, no es
oro todo lo que reluce. Y sus exigencias nos la recuerda hoy San Pablo en la
carta a los Colosenses 3,12-21: la humildad, la compasión, mansedumbre, perdón,
agradecimiento, a las que se pueden sumar la disponibilidad, la capacidad de
servicio y sacrificio, la ternura, la fidelidad, la coherencia, la confianza mutua, la sinceridad
en la comunicación (El secreto de que funcione un matrimonio es que no haya
secretos).
Estos
son los valores que cultivó la familia de Nazaret, espejo al que nos miramos en
esta fiesta y cada día, en estos tiempos de crisis (el peor año de nuestra
historia,) sin romanticismos, porque no tuvieron una vida fácil, pero no dejaron
de ser una familia humana y bien unida.
Como María ofrece y da gracias a Dios por el
fruto de sus entrañas, así nosotros, hoy, ofrecemos los mejores deseos de velar
y cuidar a la familia, y agradecemos todo lo que significa para nosotros.
Pidamos la bendición de Dios porque no es fácil
vivir y encarnar todos estos valores.
Cuidémonos mucho, cuidemos especialmente a los
niños y a los abuelos, los más vulnerables en esta pandemia. Para muestra el titular
en el “País” de hoy: “Las denuncias a
residencias por su actuación en la crisis avanzan en los juzgados”.
“Los abuelos tesoro de la Iglesia y de la
sociedad”: es el lema de la Jornada de la Sagrada Familia convocada por la
Conferencia episcopal española. En
su mensaje citan la última encíclica del Papa Francisco (“Fratelli tutti” nº18):
“El papa Francisco, en su última
encíclica, nos recuerda que «la falta de hijos, que provoca un envejecimiento
de las poblaciones, junto con el abandono de los ancianos a una dolorosa soledad,
es un modo sutil de expresar que todo termina con nosotros, que solo cuentan
nuestros intereses individuales. Así, «objeto
de descarte no es solo el alimento o los bienes superfluos, sino con frecuencia
los mismos seres humanos».
Vimos lo que sucedió con las personas mayores en algunos lugares del mundo a
causa del coronavirus. No tenían que morir así».
Ellos son
reserva mundial inmaterial de la experiencia, de humanidad, de memoria. Se
merecen el premio nobel de la paz, como el abuelo Mandela: “La población envejece, pero es un tesoro, ¡los ancianos son un tesoro!
Por favor, no marginéis a los ancianos. No hay que marginar a los ancianos, no.
Los viejos son la sabiduría. Y que los viejos aprendan a hablar con los jóvenes
y los jóvenes aprendan a hablar con los ancianos. Ellos, los ancianos, tienen
la sabiduría de un pueblo. Cuando llegué me gustó mucho saludar a uno de 99
años y a una «jovencita» de 97. ¡Hermosísimo! Estos son vuestra sabiduría.
Hablad con ellos. ¡Que sean los protagonistas del crecimiento de este pueblo.
¡Que la intercesión de vuestro santo paisano sostenga los propósitos de unir
las fuerzas, con el fin de ofrecer sobre todo a las jóvenes generaciones
perspectivas concretas para un futuro de esperanza. Que no falte una atención
cuidadosa y cargada de ternura —como ya he dicho— hacia los ancianos que son
patrimonio de nuestras comunidades. Me gustaría que una vez se diera el
Premio Nobel a los ancianos que dan la memoria a la humanidad” (Papa Francisco, Pietrelcina 17 de marzo
2018).
"Los abuelos nunca mueren, se vuelven invisibles y duermen para siempre en lo más hondo de nuestro corazón. Aún hoy los echamos en falta y daríamos lo que fuera por volver a escuchar sus historias, por sentir sus caricias y esas miradas llenas de infinita ternura.
Sabemos que es ley de vida, mientras los abuelos tienen el privilegio de vernos nacer y crecer, nosotros hemos de ser testigos de cómo envejecen y dicen adiós a este mundo. Su pérdida es casi siempre la primera despedida a la que hemos tenido que enfrentarnos en nuestra infancia" (Valeria Sabater).
Ojalá salgamos mejores de esta crisis si somos capaces de aprender algo bueno y nuevo. Ojalá salga renovada y fortalecida la institución familiar. Confiemos que sea así, y que los hombres y mujeres de buena voluntad descubran la vacuna contra el odio y la discordia. Porque al final lo que no haga la familia por nosotros es difícil que lo hagan otras instituciones sociales.
Jesús Mendoza Dueñas.




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