poesía y profecía necesarias

I.- Poesía y profecía necesarias

“Tecnócratas muchos / y pocos poetas. Muchos doctrinarios / y menos profetas”. Así denuncia Pedro Casaldáliga en uno de sus poemas la escasez  de profetas y poetas verdaderos, sobre todo en tiempos de crisis.


 En su poema “Pan y vino”, Hölderlin decía: “¿Para qué poetas en tiempo de necesidad? ¿Para qué sirven los poetas en tiempo de pobreza, de crisis…? ¿Sirven para algo?”. Y Heidegger, comentando el poema, dirá que “ser poeta en tiempos difíciles es seguir cantando la huella de los dioses fugitivos”, es decir, mantener el rastro de lo que está y sigue vivo, de lo que ofrece un horizonte de futuro. En el mundo bíblico, etimológicamente, profeta es el que se sabe enviado, “alcanzado” por Dios, portador de un mensaje que no es suyo, portavoz de una palabra que lo trasciende. En tiempos de crisis han proliferado siempre los falsos profetas de calamidades y adivinos del futuro, que creen tener todas las respuestas, toda la verdad. El verdadero profeta no es el agorero que predice o adivina el futuro, aunque su misión algo tiene que ver con el futuro, sino el que sabe leer entre líneas el presente,  escruta los signos de los tiempos que anticipan o “apuran” el futuro: es capaz de ver “signos” donde los demás no ven sino cosas. Pero, sobre todo, el profeta verdadero en tiempos de crisis es el que se sabe centinela de la esperanza, “cronistas de esperanzas”. Con un oído atento a la realidad del pueblo y con el otro al Evangelio. Su lenguaje, que tiene mucho que ver con la poesía, “desvela”, interroga, provoca, interpela, denuncia la injusticia y la violencia que anidan en la perversa realidad del sistema. Poesía y profecía van de la mano, les une la esperanza. Por todo ello, el verdadero profeta tiene sensibilidad y lucidez, es creativo y crítico, inconformista, subversivo: “Me llamarán subversivo / y yo les diré: lo soy”. “La profecía es llama que quema y purifica”.  Es crítico pero optimista porque confía en la bondad de la naturaleza humana y en la igualdad radical de todos los seres humanos, conscientes de que “sale el sol cada día para todos / y llueve el mismo dios / de que ningún pueblo es mayor”.  

Espíritu 0,7% Soria, Jesús Mendoza Dueñas.

II.-“La poesía es un arma cargada de futuro”

“¿Dónde están los profetas que en otros tiempos nos dieron las esperanzas y fuerzas para andar?”. Así cantaba el cantautor Ricardo Cantalapiedra en los años setenta. El profeta verdadero, de palabra libre como el viento, no se vende a los poderes de este mundo y del mercado “que no saben de vida y de canción”. En sus labios curtidos, su palabra es dardo certero. Seguro también de que no todos entenderán su canto: “Ni los ‘buenos’ de un lado / ni los ‘malos’ del otro / entenderán mi canto. / Dirán que soy poeta simplemente” (P. Casaldaliga). Peregrino, ligero de equipaje, camina con el pueblo llano e invita a seguir caminando sin miedo a mancharse los pies en el fango del camino: “Hay que seguir andando no más”;  “La chaya que te canta / trenzado de las voces de tu pueblo / no callará jamás tu profecía”. Presta su voz a “los sin voz”, ni es neutral  ni se deja sobornar. El profeta no deja indiferente a nadie, por eso es incomprendido, negado, seguido y perseguido. Rebelde y, a la vez, fiel a los valores fundamentales que asientan la vida y la hacen más humana: el amor, el perdón, la solidaridad, la libertad y el pan, la terca esperanza: “Yo he cruzado la noche / las aguas del bautismo / la aurora de la espera inquebrantable”; “¡Creo… /en la común esperanza / tan curva y tenaz”!


Es la palabra esperanza  la más pronunciada por el profeta. De la indignación y la denuncia sabe conducir a la esperanza. Tan sólo necesita “aunque sea no más que un solo verso” (Neruda). La poesía al servicio de la profecía tiene mucho de misterio, pues quizás no podamos definir qué es ser poeta y qué es la poesía, baste recordar lo que decía García Lorca: “Ningún poeta sabemos lo que es la Poesía”. Descubrir poetas, creadores, compañeros que saben bajar a beber a las fuentes más hondas, alumbra e inspira. En tiempo de crisis necesitamos poetas y profetas verdaderos que alumbren el camino. Es necesario transformar el presente y no son suficientes fuerzas y esfuerzos, necesitamos también alma y fuego. Como canta Gabriel Celaya en su poema “La poesía es un arma cargada de futuro”: “Poesía para el pobre, poesía necesaria / como el pan de cada día.”

Espíritu 0,7% Soria, Jesús Mendoza Dueñas.

III.-

("No debe esperarse del Papa una palabra definitiva o completa sobre todas las cuestiones". "Ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio en la interpretación de la realidad social o en la propuesta de soluciones". La alegría del Evangelio, P. Francisco)

(Sobran profetas de calamidades que sólo ven desgracias y peligros en los acontecimientos del mundo. Hay que mirar con los ojos del corazón para en el leve susurro del silencio, como el profeta Elías, vislumbrar el paso de Dios en lo que sucede cada día. "Si alguno escucha mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos". Abrir la puerta es abrirnos a lo nuevo y diferente que, sin control nuestro, va surgiendo en una historia cambiante. San Bernardo recomendó al papa Eugenio III: "Debes examinar atentamente lo que la época espera de ti". Nueve siglos más tarde, Juan XXIII propuso como tarea permanente de la Iglesia releer los signos del tiempo para descubrir en ellos la llamada del Espíritu. Jesús Espeja O.P. Huellas con futuro)

Las señas de identidad del profeta son: la autenticidad, transparencia, coraje, lucidez, compromiso, espíritu contemplativo.

El profeta no se improvisa es fruto de la contemplación.

El profeta se sabe enviado, misionado, portador, y vive por ello en actitud de peregrino, en la provisionalidad.

Con mucho respeto a la realidad, sin imponer la verdad o su verdad, de la que no se siente dueño.

Lucha y contemplación, y mucha sensibilidad, corazón compasivo.

“No se puede tener una sensibilidad revolucionaria y profética ni se puede ser libre “sin ser pobre” (P. Casaldáliga).

Sabe que lo importante son las personas, el hombre: “El Hombre es lo que importa. El Hombre ahí, desnudo bajo la noche y frente al misterio, con su tragedia a cuestas, con su verdadera tragedia, con su única tragedia... la que surge, la que se alza cuando preguntamos, cuando gritamos en el viento. ¿Quién soy yo?...” (León Felipe)

 

El verdadero profeta sabe desenmascarar los mecanismos deshumanizadores de las estructuras perversas del sistema que ataca la realidad. Porque tiene los ojos bien abiertos y bien atentos a la realidad. Sabe, como dice el evangelio, que no se puede ser “guía ciego” (Mt 23,16-19) El profeta intuye que un país no puede sostenerse sobre el mal y la corrupción. La ética social es la base de la paz y de la prosperidad en el presente. Y es la garantía de la esperanza en un futuro humano y humanizador.

 

“Primera misión del obispo es ser profeta, y el profeta es el que dice la verdad delante de todo el pueblo, ser voz de los que no tienen voz” (P. Casaldáliga)

El profeta es un soñador de la utopía, pero sabe que no se puede pasar toda la vida soñando: soñando y con el mazo dando.

Sabe que el Evangelio de Jesús es fuego que le quema a uno la tranquilidad: “he venido a traer fuego y ojalá estuviera ya ardiendo el mundo” (Lc 12,49)

 

IV.-

La poesía puede cambiar la vida.

El poeta pone en sus versos su propia vida, desnuda su alma.

 

V.- La poesía es un arma cargada de futuro 

Gabriel Celaya


Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

 

VI.-

En tiempos de cordura                                 

oficial, ordenada, preferente,                                  

no cabrá la aventura,                                   

ya que, juiciosamente,                                             

no alentará quimeras el presente                

¿Hemos llegado al techo

de lo posible? ¿No hay otra salida?

La suma de lo hecho

¿colmará la medida

de aquello que esperamos de la vida?

Mario Benedetti

 

 

 

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