Enseñar curando

 4º Domingo TO CB, Mc 1, 21-28

Esta semana ha sido una semana especial para mí. Ha muerto un vecino de la parroquia, y un Arzobispo bien querido, Don Juan Del Río, víctima del Covid. Este virus no perdona y nos une a todos en la fragilidad y nos desune en la discordia. He sido testigo del dolor de una familia y de su amor inmenso hacia sus padres. Me persigue el eco del evangelio del domingo pasado, ¿qué es lo esencial en nuestras vidas?  La vida y lo que la sostiene: el amor, la familia, la amistad, la salud. Me duele el tener que cerrar las puertas del templo al culto dominical, pero soy consciente que lo primero es la vida y la salud de mis hermanos.

Los curas tenemos el defecto de creer que tenemos respuestas para todo.  El martes tuve una pequeña celebración presencial en el templo de Duruelo con los nueve niños de catequesis de primera comunión, en torno a la Palabra de Dios. Al intentar explicar el simbolismo del cirio pascual y el significado del alfa y la omega, les indico que el alfa significa que Jesús es el primero. Y la niña más pequeña  pregunta  ¿y quién es el segundo? No supe qué decir. Le pude responder que el Espíritu Santo, para salir del paso, pero no me hubiese entendido. Por la noche pensé en la respuesta y se me ocurrió que el “segundo” somos  tú y yo, hermanos de Jesús, necesitados de amor y de cuidados, de consuelo, de compañía.

Marcos es un evangelio de pocos “discursos”, especialmente si lo comparamos con Mateo. Jesús habla mucho, pero el libro apenas recoge sus palabras. Da la impresión de que todo se condensa en gestos de curación, exorcismos, de entrega de la vida. En Jesús, enseñar no es hablar bien sino hacer bien, y su autoridad proviene de su autenticidad, coherencia, compasión y libertad.

Al meditar el evangelio de este domingo en el que aparece Jesús, en la sinagoga y en sábado, enseñando con autoridad, enfrentándose a los espíritus malignos, sanando y liberando con sus manos a un enfermo, me viene a la memoria una cita o palabras de J.A. Pagola (“Marcos, El camino abierto por Jesús”) que, la primera vez que las escuché, me impresionaron: La primera tarea de la Iglesia no es celebrar culto, elaborar teología, predicar moral, sino curar, liberar el mal, sacar del abatimiento, sanear la vida, ayudar a vivir de una manera saludable. Esa lucha por la salud integral es camino de salvación y promesa de vida eterna”. Palabras que han escandalizado a más de un eclesiástico bien pensante como incompatibles con la fe católica. El Papa emérito Benedicto XVI  en 1969, cuando aún no era cardenal ni papa, en su libro "El nuevo pueblo de Dios" escribió: "el culto divino más auténtico de la cristiandad es la caridad". El Papa Francisco dirigiéndose a los educadores y acompañantes de los jóvenes afirma: “los jóvenes entienden mejor el lenguaje de las manos que el de la cabeza” (5 de enero 2017).

Aviso, pues, para navegantes y pescadores en aguas revueltas: la primera tarea de la iglesia no es celebrar el culto, sino curar, el ministerio del consuelo y del acompañamiento, del cuidado de los más pequeños y vulnerables, sin discriminar a nadie, sin afán proselitista de conquistar a nadie, como exigencia del anuncio de la buena noticia del Reino. Todo lo demás viene después, porque, además, en el corazón de Dios cabemos todos, luego en el corazón de la Iglesia hay que hacer hueco, espacio para todos, especialmente para los descartados y más vulnerables.







Volviendo al evangelio del domingo pasado: Jesús quiere mostrar con sus palabras y sus manos sanadoras cómo se es “pescador de hombres”, cómo rescatar a los náufragos del mar de la soledad, de las olas de la violencia que te aplastan contra la arena, cómo curar del veneno de las “rayas”, la droga y otros venenos, cómo liberar de la oscuridad de los abismos tenebrosos de la depresión y falta de esperanza, cómo romper las cadenas que te atan de por vida a la “galera” de la explotación e injusticias, cómo expulsar a tantos “espíritus inmundos” de este mundo y de este tiempo, que deforman, manipulan y 
“voltean” la verdad.

Feliz domingo, feliz semana.

 

Jesús Mendoza Dueñas


 

 

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