"Tu rostro buscaré" (Salmo 26)

 “Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro”, Salmo 26.


2º Domingo TO, CB, (Juan 1,35-42).

La vida misma es una parábola o la parábola es la vida. Ayer viernes decidí hacer una visita a una abuelita que me esperaba por Navidad. Me dieron mal el número de la casa, en una pequeña calle cuyo suelo estaba bien resbaladizo por el hielo, y anduve buscando ventanas abiertas y chimeneas humeando, porque muchas casas en invierno están cerradas en esta tierra nuestra tan despoblada. Un vecino que me vio me preguntó ¿a quién busca?, y me señaló la casa. Llamé a la ventana de la cocina y se asomó la abuela con cierta desconfianza y preguntandose quién podía ser el personaje enfundado en una mascarilla y gorro que solo permiten ver los ojos. Cuando me presenté me abrió bien contenta la puerta, se quitó la bata de estar por casa y me ofreció su sencilla hospitalidad, al calor de la cocina económica, atizada con leña de pino, que no falta en estos lares. Charlamos amigablemente sobre lo humano y lo divino, sobre todo, de los hijos que se turnan en visitarla, acompañarla y cuidarla cada fin de semana.

Tengo la experiencia de vida que hasta que no entras en una casa, en la cocina o cuarto de estar y conversas abiertamente, y compartes la mesa, aunque solo sea un cafecito, no llegas a comprender  y conocer de verdad a las personas. Gracias a la ayuda de otro vecino pude dar con la casa que buscaba.

Estoy también convencido de que en esta vida “somos lo que buscamos”, y que solo los encuentros personales en profundidad nos enriquecen y tiene el poder de cambiar nuestras vidas. A veces vamos perdidos por el bosque de la vida y necesitamos de un buen guía que nos señale el camino. Fin de la parábola.



Ser cristiano de verdad significa buscar a Jesús, encontrarnos con El y estar dispuestos a seguirlo, identificándonos con sus actitudes fundamentales y el proyecto de su Reino.

¿Qué busco de verdad en mi vida? Toda pregunta reclama una respuesta o, al menos, el valor y la generosidad de pensarla.

El evangelio de este domingo nos plantea una pregunta esencial, que suena a desafío en los labios de Jesús: “¿Qué buscáis?”. La respuesta debe ser personal e intransferible. Como la otra pregunta que Jesús dirige a sus discípulos, y entorno a la cual gira todo el relato de Marcos, que iremos proclamando en este ciclo litúrgico: “¿Y vosotros quién decís que soy yo?” (Marcos 8,27). Pasar de la pregunta ya es una respuesta.



Pero, ¿Dónde buscar y encontrar a Jesús, hoy día, en medio de esta crisis global que sufrimos o soportamos? Hacemos nuestra la pregunta que los primeros discípulos hicieron a Jesús aquel día, aquella hora (la hora décima, las cuatro de la tarde) que se les quedó grabada en su memoria: “Maestro, ¿Dónde vives? La respuesta de Jesús es la misma que dio a los primeros discípulos: “Venid y veréis”. Jesús nos invita a recorrer personalmente el camino hacia el hogar, el corazón del mismo Dios. Lo podemos encontrar y conocer porque El se ha hecho el encontradizo, compañero de camino. Como a Pedro, Jesús  me  mira, sabe quién soy.


“¿Dónde vives Jesús?,
¿Cómo llegar hasta ti?”. El mismo nos ha dejado pistas, signos y caminos. El camino de la escucha fraterna, compartida, perseverante y obediente de la Palabra de Dios. Y Dios no solo nos habla a través de la Escritura sagrada y los sacramentos, nos habla también a través de sus testigos, a través del rostro sufriente del hermano, a través de los acontecimientos, algunos inesperados como esta pandemia. Y se nos hace presente en la vivencia del amor fraterno. “Donde hay amor allí está Dios… Donde dos o más se reúnen en mi nombre, allí estoy yo”. Pero sobre todo, búscalo en tu corazón: Cristo vive y vive en ti. Un camino interior que no es fácil transitarlo, pues corremos por la vida veloces como un tren de alta velocidad sin tiempo para detenernos, pensar e interiorizar. Es un don que hay que suplicar, hasta poder decir como Pablo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2,20).

Feliz domingo, feliz semana. ¡Cuídense mucho y cuiden a los demás!

¡Que Cristo viva en ti, que tú vivas en él! Es cuestión de buscar. Busca y encontrarás: "Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá"(Mateo 7,7). El Señor no está lejos, está más cerca de lo que imaginamos: “Estoy a la puerta y llamo” (Apocalipsis 3,20).

 

Jesús Mendoza Dueñas.

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