¿Cuaresma para qué?
1º Domingo de Cuaresma CB, Mc 1,12-15
¿Cuaresma
para qué? ¿No es suficiente con la penitencia cuaresmal que venimos arrastrando
desde que comenzó la pandemia?
El camino es exigente, de subida, cuesta
arriba. Se necesita capacidad de resistencia (resiliencia) y adaptación a la
altura donde sentirás la falta de oxígeno, según vas ascendiendo, si no quieres
que te dé el “soroche o mal de altura”.
Si quieres disfrutar del paisaje es necesario saber guardar silencio (experiencia de desierto) y hacer de vez en cuando un alto en el camino para tomarse un respiro, para contemplar la maravilla de la naturaleza salvaje, para escuchar el canto de los pájaros mientras vas por el bosque, el correr saltarino de los torrentes, del agua fresca y limpia. Si es verano, es importante madrugar para que el sol del mediodía no te abrase, una vez que dejas el bosque y el camino se hace más árido y duro. Tienes que estar preparado y mentalizado para superar el cansancio inevitable y poder llegar a la cumbre, a la meta donde nace el niño Duero como un hilillo de vida que brota de lo profundo del suelo. Merece la pena el esfuerzo y el premio es poder disfrutar de un paisaje natural casi salvaje, un horizonte ancho y luminoso, que conmueve.
La
vida es camino y la Cuaresma es una parábola de la vida cristiana.
Camino significa un suelo que pisamos, un acá, y un horizonte, una meta hacia la que nos dirigimos.
Hermoso himno que sintetiza el
significado de este tiempo fuerte, pero hermoso de la Cuaresma. La Cuaresma es
camino que decidimos
recorrer, personal y comunitariamente, guiados por el espíritu de Jesús, por la
luz de su Palabra, y que tiene como meta vivir, celebrar la Pascua, el misterio
de la muerte y Resurrección de Jesucristo, las fuentes de nuestro renacer a la
vida de Cristo.
Camino que conduce hacia las fuentes
originales, esenciales de nuestra fe, las fuentes bautismales para renovar los
pilares fundamentales de la vida cristiana, que es gracia, don: la fe, el amor,
la esperanza. El Papa Francisco ha centrado su mensaje de Cuaresma en estas
tres virtudes esenciales de la vida cristiana: “En este tiempo de conversión
renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el ‘agua viva’ de la esperanza y
recibamos con el corazón abierto al amor de Dios que nos convierte en hermanos
y hermanas de Cristo” (P.
Francisco, Mensaje para la Cuaresma
2021).
En otras palabras, la Cuaresma es camino de renovación interior, conversión del corazón, de dentro hacia afuera.
“Rasgad los corazones, no las vestiduras”, proclamábamos el día de
miércoles de ceniza en boca del profeta Joel; y “Convertíos y creed la Buena Noticia: se ha cumplido el tiempo y está
llegando el Reino de Dios” escuchamos en boca de Jesús, según el relato de
Marcos.
Para este camino es fundamental seguir las pistas, hitos en el camino, que nuestra madre y maestra
la Iglesia nos ha ido dejando, sabiamente, a lo largo de la historia: sobre
todo, la escucha orante, perseverante y obediente de la Palabra de Dios, junto con las
prácticas cuaresmales bien entendidas o interpretadas de la oración, el ayuno, la limosna (que significa originalmente "misericordia"), prácticas
que se interrelacionan y retroalimentan y que son expresión de libertad interior. No son algo banal, hoy día. Vividas desde el corazon crean comunidad y nos ayudan a avanzar hacia el proyecto salvífico que Dios tiene para todos los hombres y mujeres con los que compartimos la existencia en esta nuestra "Casa Común".
Las
tentaciones
no nos van a faltar en esta andadura. Las mías son el miedo a lo nuevo que
desemboca en la rutina, la tentación de mirar nostálgicamente atrás, a las
ollas de Egipto, al pasado; la tentación del resentimiento o miedo a la
reconciliación fraterna, el activismo
o miedo al silencio, al desierto interior, a tomar la vida en las propias manos
y mirarme al espejo para hacerme con sinceridad y valor las preguntas
esenciales: ¿quién soy? ¿Qué estoy haciendo con mi vida? La tentación actual
conocida en esta pandemia como “síndrome de la cabaña”, el miedo a
salir de casa, que me paraliza y me empuja a refugiarme en la burbuja de
aquello que me da confort y seguridad. La tentación de caminar individual y solitariamente,
a mi aire y ritmo, en esta situación de cuaresma permanente que nos aqueja y tortura. Precisamente ahora, cuando más desafiante es la
situación en que vivimos, más necesitamos nutrirnos y apoyarnos unos en otros,
abrirnos, escuchar otras voces, encontrarnos con otros y seguir juntos dando
pasos solidariamente. Sé, por experiencia, que el camino si se hace solo es más
duro y aburrido. "Solo me puedo perder, juntos podemos llegar". La vida cristiana es un camino comunitario: "de dos en dos". Uno de los pecados clericales es el de ser francotiradores,
cada cura en su agujero.
¿Cuaresma
para qué?
Así iniciábamos esta reflexión. Pues, se me ocurre a mí, que Cuaresma para seguir caminando tras las huellas de Jesús de Nazaret camino de Jerusalén donde se consumará su Pasua, y no hacer estéril, inútil todo el sacrificio con que hemos afrontado el último año. Para volver nuestra mirada a Jesús y dejarnos reconciliar, reparar, coser el corazón.
Para, abiertos a la gratuidad del amor
de Dios, renacer, reinventarnos, volver más fuertes, creativos, responsables y solidarios,
para soñar que otro mundo distinto es posible. La verdadera conversión
significa entrar en el proyecto de Dios para construir, pasito a pasito, un
mundo más humano.
En el camino del desierto de la vida, diría Santa Teresa, la santa andariega, "solo Dios basta", porque es el Dios de la vida, no es Dios de muertos.
"Este es el ayuno que yo quiero: romper las cadenas injustas...., compartir tu pan con el hambriento" (Isaías 58,7-7).
¿Hacia dónde me encamino?
¿Estamos decididos a entrar en la escuela del evangelio?
¿Estoy dispuesto a morir al hombre viejo y resucitar a un hombre nuevo?
¿Somos mejores que el año pasado?
Feliz y solidaria Cuaresma.

Caminar no siempre sabiendo q no vamos solos,creer q Jesús nos acompaña y ayuda a recorrer el camino d la vida.
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