Creer para ver
2º DOMINGO DE PASCUA, CB (Domingo de la Misericordia): Juan 20,19-31
De madrugada ha llovido sobre Covaleda. El día ha amanecido gris y con niebla sobre el río Duero y "bardera" sobre la cumbre del Urbión. Hace fresco, un día un poco triste pero cargado de esperanza. Estamos en primavera. Las flores del jardín de la fuente se cierran en la noche y se abren con los primeros rayos del sol. Nosotros parecemos también como tulipanes que se cierran en la oscuridad y se abren con la primera luz. Que la Palabra de Dios que estos días podemos “tocar” nos ilumine y nos abra el corazón.
El relato del evangelio de este 2º domingo de Pascua nos narra una de las apariciones de Jesús resucitado. Todas las apariciones de Jesús, narradas por los evangelios, son originales. Uno de los relatos más interesante es el de este domingo, que tiene al discípulo Tomás como protagonista (Juan 20,19-31). Su camino, su proceso en la búsqueda de la fe pasa por distintas etapas. 1º.- Del entusiasmo (Juan 11,16 “Vayamos también nosotros a morir con él…”) a la duda (Juan 13,5 “No sabemos a dónde vas…”). 2º.- De la duda a la decepción (Juan 20,25 “Si no lo veo no lo creo…”). 3º.- De la decepción a la confesión humilde (Juan 25,28 “Señor mío y Dios mío…”). Jesús responde con la última bienaventuranza del evangelio: “Dichosos los que no han visto y han creído”. (La primera bienaventuranza se aplica a María: “Dichosa tú porque has creído…” (Lucas 1,45).
El presente relato tiene su actualidad en la situación de “sepulcro” que seguimos sufriendo y soportando. ¿Quién no lleva un Tomás dentro? La duda está ahí, es muy humana, forma parte del propio camino de la fe. La duda suscita preguntas y espíritu de búsqueda.
Esta realidad de confinamiento, de distancias, de ausencias que nos toca vivir, si no estamos dormidos nos plantea el siguiente interrogante: ¿Dónde y cómo reconocer a Jesús aquí y ahora? El relato nos sugiere estos caminos: 1º.- Siendo portadores de paz verdadera (“Paz a vosotros”). ¡Ya está bien de arrojar piedras a los contrarios! (La pandemia ha puesto al descubierto lo mejor y lo peor de nosotros mismos). 2º.- Reconocer y besar las llagas de Cristo que manifiestan que el resucitado está vivo y es el mismo que el crucificado, que no es un fantasma del pasado. Son señal de su amor misericordioso que nos cura y perdona (“Trae tu dedo, aquí tienes mis manos y mi costado…”). Pero besar también las llagas abiertas de tantos hermanos heridos. Porque hay besos que curan.
3.- Siendo testigos del don de su alegría que disipa nuestros temores, un gozo que no tiene precio, ni se vende ni se puede comprar en el Super: “Los discípulos del Señor se llenaron de alegría al ver al Señor”. Se cumple también la promesa de Jesús en la última cena: “Vosotros ahora estáis tristes, pero os volveré a visitar y os llenaréis de alegría, y nadie os la quitará”. 4.- Vivir la vida con espíritu de búsqueda. Nunca es fácil creer. Es don que tenemos que suplicar, agradecer, cultivar y dar. 5.- Por último, vivir como bautizados la Misión: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”, a transfigurar este mundo roto, enfermo y desigual, a imagen del proyecto de Dios. Una tarea que se remonta hasta el mismo Padre Dios.
Os dejo para el examen personal y comunitario estos interrogantes que plantea nuestro amigo, el teólogo José Antonio Pagola (considerado hereje para algunos eclesiásticos bienpensantes y cuyos libros están vetados en más de una la librería religiosa diocesana).
“¿Dónde está hoy esa alegría en una Iglesia a veces tan cansada, tan seria, tan poco dada a la sonrisa, con tan poco humor y humildad para reconocer sin problemas sus errores y limitaciones? ¿Dónde está esa paz en una Iglesia tan llena de miedos, tan obsesionada por sus propios problemas, buscando tantas veces su propia defensa antes que la felicidad de la gente?
Y, si no vivimos del Resucitado, ¿quién va a llenar nuestro corazón?, ¿dónde se va a alimentar nuestra alegría? Y, si falta la alegría que brota de él, ¿quién va a comunicar algo «nuevo y bueno» a quienes dudan?, ¿quién va a enseñar a creer de manera más viva?, ¿quién va a contagiar esperanza a los que sufren?” (J.A. Pagola).
Que el Señor de la Vida bendiga a todos los vecinos de Duruelo a Covaleda, desde Ciudad jardín hasta las Losas, desde el Pimpollar hasta Peña Pico, desde San Matías hasta la Plaza Mayor, pasando por el cuartel y el centro de salud. ¡Feliz día! ¡ANIMO!
Jesús Mendoza Dueñas.




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