En busca del tesoro escondido

 FIESTA DE SANTIAGO APOSTOL

PEREGRINAR EN BUSCA DEL TESORO ESCONDIDO

Los caminos unen personas y pueblos. En los últimos años se puede constatar que ha crecido el número de gentes que recorren el camino de Santiago y otros caminos. Un camino de ida y vuelta, hasta el “Finis-terrae”, fin de la tierra, hasta la puesta del sol, camino hacia el futuro, hacia una meta. Sin meta no hay camino. Aunque no siempre lo importante  es la meta sino el mismo caminar en “busca de futuro”, de sentido. "Caminante no hay camino/ se hace camino al andar". Reza un proverbio oriental: "Nunca caminarás cien leguas si no das el primer paso".


Aunque las motivaciones sean diferentes, el peregrinar alguna vez en la vida es una  buena experiencia que puede marcar nuestra existencia. Los caminos, los paisajes modelan el carácter, el alma de los que los transitan. Es espacio de encuentro con uno mismo, una experiencia interior, y posibilidad de encuentro con los demás. El peregrinar, en cualquier cultura o religión, se convierte en signo de la existencia. La vida, “el tiempo que nos queda”, la vivimos, día a día, en etapas. El camino no lo hacemos todo de una vez, ni lo hacemos solos. Cada etapa es  gracia, una aventura, algo nuevo.

Todos los pueblos y  religiones de mundo tienen sus rutas sagradas. Y es que la vida es camino búsqueda de sentido. El ser humano es fundamentalmente alguien en marcha. El papa emérito Benedicto XVI se preguntaba: “Por qué tantas personas sienten hoy la necesidad de hacer estos caminos?¿No es quizá porque en ellos encuentran, o al menos intuyen, el sentido de estar en el mundo?”. En la actualidad, cuando el mundo se define como una aldea global, las nacionalidades, las motivaciones y las situaciones vitales de quienes hacen el Camino son muy variadas. Esto hace del fenómeno jacobeo un auténtico atrio de los gentiles, lugar de encuentro interreligioso y cultural. Pero, en medio de esta pluralidad, como el Papa Francisco ha recordado en su viaje a Irak, se debe ser siempre “un peregrino de paz en busca de la fraternidad, animados por el deseo de rezar juntos y de caminar juntos, también con los hermanos de otras tradiciones religiosas”.


Para entender o hablar de Santiago Apóstol sería bueno ponernos en situación o actitud de peregrinos. En la iconografía occidental así se le representa, como un peregrino. Yo prefiero esta imagen o la del humilde pescador de Galilea a la imagen frecuente del Santiago matamoros.

Y todos los caminos llevan a Santiago. Parece ser que por Soria pasaba un ramal del “camino” de Aragón, y que se dirigía  por Trévago, San Pedro, Yangüas, Munilla, la ermita de Santiago de Jubera (La Rioja), hasta enlazar con el camino francés en Logroño. Otro se adentraba por tierra de Pinares a salir a Santo Domingo de Silos, y de ahí a enlazar por Burgos. Otro cruza la provincia de sur a norte  siguiendo la llamada  ruta de la lana.

Pero, para un buscador creyente, lo importante es el camino del seguimiento de Jesús. Para lo cual no hay manuales, sino el Evangelio de los primeros testigos del Resucitado. “Sígueme” y te basta, nos invita Jesús. El pone el itinerario para el camino y la brújula para esta aventura apasionante, a la que hay que ir ligeros de equipaje.


En esta vida somos lo que buscamos. La única asignatura importante en esta vida es la del arte de saber vivir. Hay muchos manuales en el mercado que nos venden el secreto de la felicidad. De hecho nos pasamos la vida buscando el secreto de la felicidad. A veces acertamos, otras nos extraviamos, a veces nos engañan o nos engañamos a nosotros mismos buscando quincalla, baratijas que nos dejan más bien vacíos. Decimos buscar la verdad, la bondad, el amor verdadero, la felicidad y nos engañamos con satisfacciones pasajeras. Al final nos identificamos con lo que buscamos, nos definimos por lo que buscamos.

Es importante buscar. Porque solo el que busca encuentra. Pero más importante es acertar con el camino verdadero, seguir las verdaderas pistas.

Santiago Apóstol buscó y encontró, y se identificó con lo que buscaba, los valores del Reino, Jesús.

Jesús sabía mucho de búsquedas humanas y de seguimiento. “Buscad y hallaréis” nos dijo. “Busca primero el Reino de Dios y todo lo demás se te dará por añadidura”. Los mismos apóstoles no habían entendido esa necesidad de dar todo  a cambio del Reino. Por eso querían participar en el Reino, pero cada uno con una cartera ministerial bajo el brazo (poco ha cambiado el mundo). Juan, vicepresidente y Santiago, ministro de Economía. No habían comprendido todavía que en el Reino del Señor el que sirve es mayor que el que es servido. ¿Lo comprendemos nosotros?

A largo de la historia ha habido personas que han descubierto en Él el verdadero tesoro que podía llenar sus vidas. Y lo dejaron todo por seguirle, y se jugaron hasta la vida, lo más apreciado, por ser fieles hasta el final. No dudaron en arriesgar la vida. Ellos son los testigos verdaderos que nos hablan de que sí es posible fiarse de Jesús hasta las últimas consecuencias. La historia está regada con su sangre.

Y el Evangelio es una invitación para todos los tiempos. Y el que descubre a Jesús como el verdadero tesoro de su vida no piensa en el Evangelio como una carga pesada, sino como un camino de liberación, de plenitud que llena el corazón. “Donde está tu tesoro allí está tu corazón". No olvidemos que “no se puede servir a dos señores”. Hay que escoger, decidir, elegir, sacrificar, renunciar. Dicen que el valor de la persona se mide por lo que es capaz de renunciar libremente. El que encuentra a Dios de verdad sabe que es el verdadero tesoro y con El se identifica y configura su vida. Ante este descubrimiento todo palidece. El verdadero encuentro con Dios nos ayuda a relativizar todo. Que sepamos vivir la vida con actitud de búsqueda como Santiago y los apóstoles. Que sepamos ser peregrinos del Reino, que es a lo que nos invita Santiago, que buena peregrinación hizo de Jerusalén a Santiago de Compostela.


Para la reflexión personal: ¿Cuál es la meta de mi vida? ¿Hacia dónde encamino mis pasos? ¿Qué busco? ¿Qué quiero hacer con mi vida? ¿Qué lugar ocupa en mi vida Jesús de Nazaret, el eterno peregrino que sale a mi encuentro, Camino, Verdad y Vida?

Jesús Mendoza Dueñas

 

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