Tenemos
hambre de plenitud y Dios sabe a pan.
18
º Domingo TO CB, 2021, Juan 6,24-35
En
la vida nos movemos por conseguir lo que necesitamos o deseamos. Hay una
jerarquía de necesidades por cubrir que
consideramos que son primarias, esenciales para vivir con dignidad: el
alimento, la vivienda, el trabajo, el descanso, la salud, el afecto, la
inclusión.
Pero
por encima de todo tenemos hambre y sed de felicidad, aunque no siempre
descubrimos su secreto, y que es hambre de plenitud, de Dios.

El
domingo pasado, fiesta de Santiago Apóstol, las lecturas de la Eucaristía nos
invitaban a peregrinar, buscar el camino del seguimiento de Jesús, el Maestro,
el eterno peregrino.
“Peregrinar es adentrarse en el interior
de uno mismo, para, a la vez, salir del propio yo, dejando que Dios habite para
posibilitar el encuentro con los hermanos. Es abrirse a la posibilidad de
toparse con Dios hecho peregrino, compañero de camino, que interpela”. "De poco servirán los kilómetros acumulados si de
vuelta a casa todo sigue igual. Y la Iglesia peregrina, en salida, debe saber
permanecer en medio del camino, escuchando, acogiendo, consolando, en nombre de Aquel que
es el Camino, la Verdad y la vida, y que viene disfrazado de peregrino".... “El
camino de la fe es nacer y renacer
continuamente a Dios en sucesivas conversiones”.
En
el evangelio que proclamamos este domingo (Jn 6,24-35), Juan nos invita a buscar
a Jesús en el camino de la vida, a buscar el secreto de la felicidad.
La
gente busca a Jesús. Hay algo en el carpintero de Nazaret que les atrae. Porque
el día anterior les regaló el pan que sació su hambre.
El
alimento es una de las necesidades esenciales, y Jesús lo sabe. El mismo nos ha
enseñado a pedir para todos el pan de cada día. Y enseña a sus discípulos a
poner a disposición de los hambrientos de la tierra lo que tengan, aunque sólo
sean cinco panes y dos sardinas. No es posible creer en Él como Padre común y
vivir indiferente ante los condenados a morir de hambre en este mundo injusto.
Es nuestro pecado de omisión que casi nunca confesamos.

Pero
Jesús sabe que el ser humano necesita algo más que pan. Jesús quiere ofrecernos
un alimento que pueda saciar nuestra hambre de plenitud. "Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás".... “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre”. Y la voluntad del
Padre es que el hombre viva con dignidad. Solo nos pide creer, confiar en Él y
apostar decididamente por el proyecto humanizador del Reino.
No
creemos en un libro o una doctrina, sino en alguien vivo. Ser cristiano,
creer significa aprender a vivir al
estilo de Jesús, cultivando una relación viva y confiada con él. Nos vamos
haciendo cristianos en la medida en la que aprendemos a pensar, sentir, amar,
sufrir, servir, renunciar, vivir como Jesús, cuidando el contacto vital con El,
el Maestro.
Un
creer que necesitamos alimentar, celebrar, vivir con respeto y alegría, y sin
complejos.
No
olvidemos que en tiempo de vacaciones, descansar es hacer silencio para
conectar con la parte profunda, íntima de nuestro ser, donde Dios se comunica,
donde te puedes encontrar con Él. Pero la fe y la compasión no se toman
vacaciones.
Jesús Mendoza Dueñas.
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