Nadie es profeta en su tierra
DOMINGO XIV TO CB Marcos 6,1-6
Ser rechazado, que te
hagan el vacío cuando llegas a un lugar nuevo, nunca es agradable, pero cuando
el rechazo viene de los que son más cercanos y más queridos la herida es mucho
más profunda.
Jesús fue rechazado desde
el comienzo de su vida hasta el final, por los dirigentes político-religiosos
de su época, pasando por la incomprensión de la familia, la negación de Pedro,
la traición de Judas, el abandono de los discípulos en la hora de la verdad de
la cruz: “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”. Jesús
sentenciará: “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y
en su casa”.
La razón de tal rechazo
pudo ser la envidia, los prejuicios, sospechas, recelos, el miedo a lo nuevo.
Para los dirigentes políticos religiosos ponía en peligro los cimientos del
sistema imperante; su espíritu profético que desenmascara la hipocresía de
muchos dirigentes. Su cercanía a los proscritos, malditos y marginados:
leprosos, publicanos y prostitutas. La gente sencilla lo veía como un verdadero
maestro “que enseña con autoridad”, que enseñaba a vivir la vida de modo
diferente, un sanador que, desde la presencia y cercanía, cura y alivia el
sufrimiento. No cuestionan lo que dice y lo que hace sino su origen. ¿En qué
escuela o Universidad ha estudiado? ¿Cuáles son sus títulos?
Cabe preguntarnos hoy:
¿Quién es Jesús de Nazaret para mí, en la vida diaria? ¿Qué hacemos hoy con su
mensaje profético, y su testamento de amor? No nos engañemos: lo podemos
ignorar en la vida práctica, vivir de espaldas a su proyecto. ¿Amamos y
servimos como nos mandó? ¿En cuántos corazones está realmente vivo.
El Papa Francisco en el Nº
3 de “Evangelii Gaudium” afirma: “Ha llegado la hora, invito a cada
cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora
su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de
dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso”.
Creer en Jesús significa
estar dispuestos a seguirlo, identificarnos con sus actitudes fundamentales y
su proyecto del Reino. Dejarnos transformar por Él. Él nos comunica la fuerza
de su amor que nos abre a Dios Padre y a los hermanos.
La pregunta que muchos se
pueden hacer es: ¿Dónde encontrar hoy a Jesús?
En los pobres y
marginados: “porque tuve hambre y me disteis de comer”. En la escucha
obediente, paciente y perseverante de su Palabra. En la comunidad de sus
seguidores que se aman, es decir en la Iglesia, santa y pecadora. Algunos dicen
sí a Jesús pero rechazan a la Iglesia, porque conocen muy bien sus pecados.
“Por otra parte,
para experimentar su fuerza salvadora es necesario dejarnos curar por él:
recuperar poco a poco la libertad interior, liberarnos de miedos que nos
paralizan, atrevernos a salir de la mediocridad. Jesús
sigue hoy «imponiendo sus manos». Solo se curan quienes creen en él” (J.A.
Pagola).
“A veces uno
sospecha que en este tiempo y en estas latitudes sigue habiendo quien, en
nombre de Dios, con la ley en una mano y la piedra en otra, se escandalizaría
del mismo Jesús” (J.Mª Rodríguez Olaizola SJ).
Jesús Mendoza Dueñas.




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