Nadie es profeta en su tierra

 DOMINGO XIV TO CB Marcos 6,1-6

Ser rechazado, que te hagan el vacío cuando llegas a un lugar nuevo, nunca es agradable, pero cuando el rechazo viene de los que son más cercanos y más queridos la herida es mucho más profunda.


Si el domingo pasado el evangelio de Marcos nos recordaba dos ejemplos de fe: el de la mujer hemorroisa y la de Jairo. Este domingo nos ofrece la postura opuesta de los nazarenos, sus paisanos, que sorprenden a Jesús con su incredulidad. Los tres evangelios sinópticos conceden mucha importancia al episodio de Nazaret insistiendo en el fracaso de Jesús.

Jesús fue rechazado desde el comienzo de su vida hasta el final, por los dirigentes político-religiosos de su época, pasando por la incomprensión de la familia, la negación de Pedro, la traición de Judas, el abandono de los discípulos en la hora de la verdad de la cruz: “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”. Jesús sentenciará: “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”.

La razón de tal rechazo pudo ser la envidia, los prejuicios, sospechas, recelos, el miedo a lo nuevo. Para los dirigentes políticos religiosos ponía en peligro los cimientos del sistema imperante; su espíritu profético que desenmascara la hipocresía de muchos dirigentes. Su cercanía a los proscritos, malditos y marginados: leprosos, publicanos y prostitutas. La gente sencilla lo veía como un verdadero maestro “que enseña con autoridad”,  que enseñaba a vivir la vida de modo diferente, un sanador que, desde la presencia y cercanía, cura y alivia el sufrimiento. No cuestionan lo que dice y lo que hace sino su origen. ¿En qué escuela o Universidad ha estudiado? ¿Cuáles son sus títulos?


Jesús ha fracasado en Nazaret,  “un pueblo de dura cerviz, oídos sordos y duro corazón” (Ez 1,1 ss.). No hay peor sordera que la de los que no quieren oír.  Es tratado, como diría mi vecino, como un “forastero de fuera” que se queda sin suerte de pinos ni leñas. Milagro que no lo despeñaran por la cuerda de  la peña andadera. Los milagros no sirven cuando la gente se resiste a creer. Pero Jesús sigue su camino, consciente de su misión profética y liberadora que el Padre le ha confiado.

Cabe preguntarnos hoy: ¿Quién es Jesús de Nazaret para mí, en la vida diaria? ¿Qué hacemos hoy con su mensaje profético, y su testamento de amor? No nos engañemos: lo podemos ignorar en la vida práctica, vivir de espaldas a su proyecto. ¿Amamos y servimos como nos mandó? ¿En cuántos corazones está realmente vivo.

El Papa Francisco en el Nº 3 de “Evangelii Gaudium” afirma: “Ha llegado la hora, invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso”.

Creer en Jesús significa estar dispuestos a seguirlo, identificarnos con sus actitudes fundamentales y su proyecto del Reino. Dejarnos transformar por Él. Él nos comunica la fuerza de su amor que nos abre a Dios Padre y a los hermanos.

La pregunta que muchos se pueden hacer es: ¿Dónde encontrar hoy a Jesús?

En los pobres y marginados: “porque tuve hambre y me disteis de comer”. En la escucha obediente, paciente y perseverante de su Palabra. En la comunidad de sus seguidores que se aman, es decir en la Iglesia, santa y pecadora. Algunos dicen sí a Jesús pero rechazan a la Iglesia, porque conocen muy bien sus pecados.


Iglesia santa y pecadora somos Jesús, que va por delante, y los que queremos ser sus discípulos, con nuestros defectos y limitaciones, contradicciones y tropiezos. Pero a la Iglesia venimos a cultivar su amistad, a escuchar su Palabra en comunidad, a rezar juntos los unos por los otros, a pedirle la fuerza necesaria para transformar este mundo según el modelo del Reino, como testigos suyos. Por el hecho de ser bautizados todos los cristianos estamos llamados a ser profetas, portadores de la Buena Noticia del Reino y denunciar la injusticia, la opresión, la corrupción y la mentira, las fuerzas contrarias al Reino. El profeta se debe a la verdad y no se deja comprar y corromper. Por eso resulta  arriesgada, complicada, difícil la misión del profeta ayer, hoy y siempre. La historia del pueblo de Israel, la historia pasada, reciente y actual de la Iglesia martirial y perseguida lo demuestra. Es imposible que no te rechacen alguna vez, que todo el mundo hable bien de ti, que no fracases alguna vez. Dice el apóstol: “No apaguéis el Espíritu, no despreciéis el don de la profecía, revisadlo todo y quedaos con lo bueno” (1ª Tesa 5,19-21).
"La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular" (Salmo 117).

 

“Por otra parte, para experimentar su fuerza salvadora es necesario dejarnos curar por él: recuperar poco a poco la libertad interior, liberarnos de miedos que nos paralizan, atrevernos a salir de la mediocridad. Jesús sigue hoy «imponiendo sus manos». Solo se curan quienes creen en él” (J.A. Pagola).

 


“A veces uno sospecha que en este tiempo y en estas latitudes sigue habiendo quien, en nombre de Dios, con la ley en una mano y la piedra en otra, se escandalizaría del mismo Jesús” (J.Mª Rodríguez Olaizola SJ).

 

Jesús Mendoza Dueñas.

 

 

 

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