"Preparad el camino al Señor"

 2º Domingo Adviento CC 2021: Baruc 5,1-9; Lc 3,1-6

Si la esperanza es tan necesaria para vivir con dignidad como el aire que respiramos, el Adviento es una necesidad porque viene a avivar o alimentar nuestra esperanza, a renovarnos en la alegría del Evangelio de Jesús, Buena noticia.

(Terremoto en  Amazonas, Sta. Mª de Nieva-Perú, 28 de noviembre 2021)

Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; los valles serán rellenados… lo torcido enderezado”.

Estamos en tiempo de Adviento. Seguimos en crisis sanitaria con todo lo que arrastra, porque el virus rebelde que muta no conoce ni sabe de calendarios. El fin de semana nevó harto por  la sierra del Urbión. Mis amigos los montañeros de Covaleda se lanzaron gozosos a estrenar sus raquetas por las rutas que conocen, aunque la ventisca borra los caminos como la arena del desierto.  Aun así te puedes perder si se echa encima la niebla. En esta comarca de Pinares altos, en la Sierra del Urbión, a mí me encanta vivir la experiencia de descubrir y recorrer caminos, rutas nuevas, guiado por amigos que conocen bien los caminos. La experiencia me recuerda que la vida es camino, búsqueda de sentido.

Aquí abajo, en el llano, soñamos con ser libres, con abrazos y besos perdidos. En esta tierra nuestra vacía o vaciada seguimos soñando con caminos: autovías y otros servicios e infraestructuras esenciales. Hay mucha soledad y corazones heridos.

Siempre hubo, hay y habrá profetas, centinelas de la esperanza, que ven y van por delante y recorren, antes que nosotros, el camino En estos momentos de pandemia y mutaciones, de crisis global, necesitamos de profetas que nos ayuden a soñar juntos, el camino hacia un futuro mejor.

Los profetas (Baruc, Malaquías, Sofonías, Isaías) protagonistas del Adviento, anuncian nuevos tiempos y caminos de justicia y de paz para el pueblo escogido que sueña con la libertad, que desandará el camino que conduce a su querida Jerusalén atravesando desiertos, torrenteras y barrancos que el mismo Dios va a allanar y acompañar,  como un pastor acompaña a su rebaño.


En el año 2021, siendo El Señor  Joe Biden presidente de EEUU, La Señora Merkel, hasta el miércoles que viene, todavía Canciller de Alemania, y Pedro Sánchez presidente del gobierno de España, siguió viniendo la Palabra de Dios a un mundo golpeado por diversas pandemias, pero seguíamos tan sordos… cerrados al diálogo y a la reconciliación.

Lucas comienza enmarcando históricamente la persona de Juan el bautista y sigue con la presentación de su actividad. Lucas lo relaciona con Tiberio, el emperador romano más triste, de eterna vacación en la hermosa isla de Capri, con el prefecto de Judea, los tetrarcas y los sumos sacerdotes del templo de Jerusalén (año 29), El 20G. de su tiempo.

Lucas tiene interés en precisar con detalle los nombres de los personajes que controlaban en aquel momento las diferentes esferas del poder político y religioso. Ellos son quienes lo planifican y dirigen todo. Sin embargo, el acontecimiento decisivo de Jesucristo se prepara y acontece fuera de su ámbito de influencia y poder, sin que ellos se enteren ni decidan nada. Lo esencial no está en manos de los poderosos. En este contexto tan internacional y humano ocurre lo más importante: la Palabra del Señor de la historia se dirige a Juan. Lucas dice literalmente que «la Palabra de Dios vino sobre Juan en el desierto», no en la Roma imperial ni en el recinto sagrado del Templo de Jerusalén. Lucas da por supuesto que Juan es profeta desde el vientre de su madre; no es preciso contar su vocación.

Lucas nos recuerda el grito de los profetas en medio del desierto, que Juan, profeta original, hace suyo: «Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos». 

El desierto en la Biblia es lugar privilegiado de encuentro con Dios, de “escucha”, también de pruebas, porque es lugar inhóspito donde uno solo puede llevarse lo esencial para sobrevivir. Hay muchos desiertos. El desierto es el territorio de la verdad. El lugar donde se vive de lo esencial. No hay sitio para lo superfluo.

Entrar en el desierto es tomar la propia vida en las manos y preguntarnos si la estoy viviendo con sentido, si vivo en la verdad, si no me miento a mí mismo. Se trata de ir al desierto para volver a la vida hecha de “encuentros”: "La vida es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro por la vida” (Vinicius de Moraes, “Samba da bençäo”).

Lo decisivo es acertar con el camino para orientar la vida. Caminos que conducen a un encuentro. Porque solos los encuentros salvan, transforman. Y aunque los caminos de Dios no son nuestros caminos, Él toma la iniciativa nos busca y viene a nuestro encuentro, Porque Él está cerca. El problema es que hay muchos obstáculos en nuestro camino que impiden ese encuentro: demasiados ruidos interiores y exteriores, odios, envidias, deseos torcidos, infidelidades, orgullo, ambiciones…

Juan, igual que los antiguos profetas, invita a la conversión, que encierra dos dimensiones: 1) la más importante consiste en volver a Dios, reconociendo que lo hemos abandonado, como el hijo pródigo de la parábola; 2) estrechamente unido a lo anterior está el cambio de forma de vida, un estilo nuevo de vivir: el estilo de vivir de Jesús.

¿Cómo responder a la llamada de Dios?

Dios está cerca de los que  escuchan de verdad la Verdad. Lo encuentra quien lo busca, lo busca quien lo desea profundamente. Hay muchas personas que no saben qué camino seguir para encontrarse con Él, y, sin embargo, Dios no está lejos, oculto en el interior mismo de la vida misma. Dios sale a nuestro encuentro, sigue nuestros pasos, muchas veces errados o desesperanzados, con amor respetuoso y discreto. A veces, sin darnos cuenta, nos lleva en sus brazos, por la orilla del mar de la vida. A Dios le interesa mi vida, mi persona, mi historia, lo que me queda por hacer. ¿Cómo percibir su presencia?

Para encontrarnos con el Dios de Jesús hay que entrar en el desierto. El desierto es algo más que un lugar geográfico, es una actitud interior de escucha, que exige silencio ("Eres lo que escuchas"). Vivimos rodeados de demasiados ruidos que nos roban la paz. Tendría que ser una asignatura obligatoria en los colegios: aprender a escuchar, a guardar silencio. Reserva de la humanidad, reserva natural, espacio protegido. Dios se comunica a lo profundo del corazón, y eso nos exige aprender a guardar silencio. Hacemos silencio interior para poder escuchar  la Palabra de Dios, verdadero GPS (sistema de posicionamiento global), que nos mostrará el camino escondido por los vientos contrarios que  hoy soplan. Para tejer redes sociales, solidarias, de humanismo y de justicia con otros, para reconstruir tejido social, por ejemplo, en esta tierra vaciada. “Todo esto pasa por la política de lo común, de lo público, de lo universal” (Cáritas española, Tejiendo redes para una casa común”). Y recuerdo que ¡SEGUIMOS EN CAMINO Y ENCUENTRO SÍNODAL!

 ORACION POR NUESTRA TIERRA

Dios omnipotente,
que estás presente en todo el universo,
y en la más pequeña de tus criaturas,


Tú, que rodeas con tu ternura todo lo que existe, 
derrama en nosotros la fuerza de tu amor 
para que cuidemos la vida y la belleza.

Inúndanos de paz, para que vivamos como hermanos y hermanas
sin dañar a nadie.
Dios de los pobres,
ayúdanos a rescatar
a los abandonados y olvidados de esta tierra
que tanto valen a tus ojos.
Sana nuestras vidas,
para que seamos protectores del mundo
y no depredadores,
para que sembremos hermosura
y no contaminación y destrucción.
Toca los corazones
de los que buscan sólo beneficios
a costa de los pobres y de la tierra.
Enséñanos a descubrir el valor de cada cosa,
a contemplar admirados,
a reconocer que estamos profundamente unidos
con todas las criaturas
en nuestro camino hacia tu luz infinita.
Gracias porque estás con nosotros todos los días.
Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha
por la justicia, el amor y la paz. (Papa Francisco, Laudato si, nº 246)

CUESTIONARIO PARA LA REVISION PERSONAL, 

COMUNITARIA Y EL DIALOGO (CARITAS)

(Esta NAVIDAD más cerca que nunca, aunque siga la pandemia...)

Juan Bautista nos invita a la conversión. Reflexionamos sobre lo que nos propone.

¿Qué espero yo de mi vida, de los demás, del mismo Dios?

1.    "Elevar los valles": 
- Salir de nuestros vacíos y sinsentidos.                 
- Abandonar los barrancos  de nuestros desalientos y desesperanzas.
2.    "Allanar los montes y colinas" 
- Rebajar nuestras ambiciones.
- Apearnos de nuestras autosuficiencias y arrogancias. 
3.   "Enderezar lo torcido e igualar lo escabroso" 
- Salir de nuestras ambigüedades; superar deseos torcidos.
- Nivelar con la justicia tantas desigualdades escandalosas. 
¿Qué pasos podemos ir dando, para llevar a cabo esta conversión? ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo puede ayudar Cáritas a ello? 

 Jesús Mendoza Dueñas

 

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