Fiesta de la Inmaculada 2021
FIESTA DE LA INMACULADA 2021
Dicen que somos lo que escuchamos y cómo escuchamos. La escucha atenta y activa es un arte que nos exige voluntad de dedicar al otro nuestro tiempo (que no perderlo), sin prisas. A veces, con mucha paciencia (como con los abuelos, con sus achaques, antes la tuvieron con nosotros, que pareciera que siempre nos cuentan las mismas historias).
Los profetas,
Juan Bautista, María son modelos de escucha paciente, perseverante, obediente y
orante de la Palabra de Dios, para poder “gestar” (9 meses) la Buena Noticia de
la salvación. Dicen que la buena cocina, los platos ricos se cuecen a fuego
lento.
Y en el corazón
del Adviento, como una bocanada de aire limpio y puro, en medio de tanta oscuridad, crispación, corrupción y mediocridad, celebramos la fiesta de la concepción de
María.
El evangelio de
Lucas comienza la historia de María con un anuncio sorprendente por los
protagonistas, lugar y contenido: un mensajero importante de Dios y una
sencilla mujer, humilde campesina, María que se convierte en "amiga" y madre del mismo hijo de Dios. Nazaret: una insignificante aldea, perdida en el mapa, de tanto solo
aproximadamente 200 habitantes. Un anuncio que realmente sorprende a María. Dios
siempre nos sorprende cuando irrumpe en nuestras vidas, humanidad, historia.
Pero solo los humildes, como los niños, se dejan sorprender, y saben agradecer
la sorpresa.
“Alégrate”,
invitación a la alegría son las primeras palabras que escucha María de parte de
Dios. “El Señor está contigo” (esto no debiera sorprenderla porque era el
saludo habitual entre campesinos judíos), pero añade otra sorpresa: “tienes el
favor de Dios”; “has encontrado gracia, ante
Dios", cuentas con su favor. Por eso “no temas María”, el anuncio del misterio
y sus exigencias.
María, se fía del
ángel, (¡Cuánto nos cuesta fiarnos de los demás!, por eso no escuchamos) y
acoge la noticia, el mensaje, y se va a
convertir en madre sin conocer varón. Madre del mismísimo Mesías, Salvador. A
partir de aquí comienza una espera
contra toda esperanza, como la de su prima Isabel, mujer mayor y estéril, ella
joven y virgen. El Salvador va a nacer como fruto del amor de Dios a toda la
humanidad. Jesús es el mejor regalo que Dios nos hace.
María es modelo
de escucha, acogida, apertura a Dios, de esperanza que hace soñar “caminos
nuevos”. “La Virgen sueña caminos, está a la espera”. Qué bien sintetiza esas
actitudes la letra de esta hermosa canción de Adviento.
“Alégrate” es lo primero que escucha María de parte de Dios, y es lo primero que hemos de escuchar nosotros. Dios nos quiere felices, y nadie nos puede hacer más felices que Dios. Importante creerlo en estos tiempos tan difíciles, de oscuridad e incertidumbres que nos trae la pandemia. Sin alegría interior verdadera la vida se hace más difícil y dura. Alegría interior que nace de la fe, confianza en Dios. Alegría que no es fácil, que no podemos confundir con la carcajada fácil del chiste, con la euforia pasajera del triunfo de mi equipo en la liga, no depende de la lotería o la bolsa. Es don interior que se acoge, del que sabe confiar, esperar, soñar con un mundo más justo y solidario, pacífico y limpio. Solo se puede ser feliz de verdad en comunión con los que sufren y en solidaridad con los que lloran. Testigos de la alegría del Evangelio nos quiere el Señor.
“El Señor está contigo”. El Dios en quien creemos es el Dios compañero, el “Dios con nosotros”. Compañero es el que comparte el mismo pan en el camino de la vida. Estamos llamados a construir puentes y derribar muros que separan y dividen a los pueblos, a compartir nuestro pan con los hambrientos de la tierra, a curar la pandemia de la soledad que aqueja a tantas personas, cercanas a nosotros.
"Jesús preguntó una vez: “-¿Quiénes son mi madre y mis
hermanos? Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor,
añadió: -Estos son mi madre y mis hermanos. El que hace la voluntad de Dios, ése
es mi hermano, mi hermana y mi madre.” (Mc 3, 21-22; 31-35). Lo de ser
“hermanos de Jesús” quizá podamos entenderlo pero ¿cómo podemos ser su “madre”?
Para irnos haciéndonos “madre de Jesús” necesitamos ir dejándole espacio en nuestra vida y “empujando hacia atrás” los estorbos que no le deja desplegarse y crecer en nosotros. En lo concreto, se trata de la práctica cotidiana del amor en su versión de “hacer sitio”, dejar pasar primero a otros, abrirles espacio para que puedan ser como son y moverse a sus anchas. Por ahí va ese desafío de maternidad..." (Dolores Aleixandre, "Un grano de mostaza").
Jesús Mendoza Dueñas
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