"Bautizados con Espíritu y fuego"
FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
Hemos
celebrado la fiesta de los Reyes y ya celebramos el Bautismo del Señor, como
dando un salto en el tiempo. Aunque se incluye dentro del Tiempo de Navidad,
esta fiesta significa el comienzo de la actividad de Jesús y se centra en el
programa que deberá llevar a cabo.
San
Lucas no da muchos detalles. No dice de dónde llega, ni si es invierno o verano.
Nos imaginamos que verano para meterse de cabeza en el agua del Jordán. Y lo
más llamativo y escandaloso es que aparece mezclado con la gente como un
galileo más, para oír en boca de Juan Bautista, su primo, algo así como “raza de víboras, si no os convertís
terminaréis como la paja del pajar en el fuego”.
Jesús
convencido se mete en el agua del río y se deja bautizar, así como suena. Para
algunos esto puede sonar a blasfemia: El mismo Hijo de Dios, mezclado en la
fila de los pecadores, se hace bautizar por un profeta que viste
desaliñadamente. Menos mal que el relato no termina aquí. San Lucas añadirá
unos detalles muy importantes que revelarán el significado profundo de la
escena. La oración de Jesús (Lucas
tiene especial interés en presentar a Jesús rezando en los momentos
fundamentales de su vida. Nos quedamos con las ganas de saber qué rezaría en
esos momentos); la apertura de los
cielos (va a haber un encuentro entre
el cielo, Dios, y los hombres, la tierra); la venida del Espíritu (Esta
venida del Espíritu es esencial para Jesús. En adelante será quién dirija su
vida) y una voz del cielo que
revela la identidad de Jesús, su dignidad, la misión encomendada y la forma en
que la llevará a cabo: “Tu eres mi hijo, el amado, en ti me
complazco”.
El
mensaje central de este domingo del Bautismo de Jesús para nuestra vida es que
también nosotros, en Cristo Jesús, somos hijos amados de Dios Padre y tenemos
una misión.
Nuestra
esperanza, el sentido de la vida y de la fe se fundamentan en esta verdad o
convicción: sabernos hijos amados. Esta verdad implica: una vocación o llamada,
una convicción, una elección, una misión o compromiso.
Hemos
sido bautizados en “Espíritu y fuego”, es decir, con la fuerza del Espíritu de Jesús que nos empuja a ser sus testigos y a
vivir en la libertad y alegría propias de los hijos de Dios.
Una
fuerza que es coraje para afrontar
las dificultades propias de la vida y de la fe, que nunca nos faltarán, porque
no es ni ha sido nunca fácil vivir de la fe.
La
fuerza del Espíritu que es sabiduría para afrontar la vida con
sentido, intentando traducir en gestos concretos el seguimiento de Jesús. El
Bautismo nos hace hijos, discípulos y apóstoles, enviados. Aunque el bautismo
se administre hoy a los niños, cuyos padres lo solicitan en su nombre, no es
cosa de niños. Es algo más que una costumbre social o religiosa. Es un compromiso que significa aceptar un
destino y una misión, que nos está
comprometiendo a convertirnos al evangelio de Jesús.
Nuestra
misión es ser testigos del amor de Dios. Pero nadie da lo que no tiene. ¿De
verdad me siento hijo amado de Dios Padre? ¿Cómo se manifiesta en mi vida? ¿Me
dejo llevar, empujar o mover por el Espíritu de Jesús? ¿Es Él quien alienta mi vida,
mis proyectos, mi compromiso?
Nunca
lo olvides: eres hijo amado y bendecido de Dios.
Jesús tiene conciencia de que debe seguir su
camino, la misión que Dios Padre le ha
encomendado: manifestar el rostro de un Dios cercano, un Dios que es padre
bueno. Por eso su vocación y la nuestra consisten en reconocernos y vivir como hijos amados y bendecidos de Dios, Padre
común, y construir por ello la fraternidad, vivir como hermanos de todos los
hombres y mujeres de buena voluntad, de
cualquier raza o religión.
Jesús Mendoza Dueñas.
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