"Ningún profeta es bien mirado en su tierra"

 4º domingo TO CC, Lc 4,21-30: “Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra”.



Jesús se presenta en la sinagoga de Nazaret ante sus paisanos como “verdadero profeta”, siendo finalmente rechazado por su pueblo. Los tres evangelios sinópticos conceden mucha importancia a este episodio de Nazaret insistiendo en el fracaso de Jesús. Le trataron como dice mi vecino como a un "forastero de fuera", siendo el hijo del carpintero le dejaron sin suerte de pinos.

Los que nos decimos creyentes en Jesús de Nazaret no lo debemos olvidar. No se puede seguir fielmente a Jesús y no provocar, de alguna manera, desconcierto, admiración, pero también crítica y hasta el rechazo de quienes, por diversos motivos, no comparten el mismo planteamiento de  vida que provoca dicho seguimiento.


 Es importante definir bien lo que entendemos por  profeta:

- No podemos confundir al profeta con un mago, no es un vidente o adivino, no es un curandero,  no es un extraterrestre...

- “Pro-pheta” según el lenguaje bíblico significa = “portavoz”, vocero, el que habla en nombre de otro, pregonero del Dios vivo y verdadero, del Dios liberador... para ello tiene que tener una profunda experiencia de Dios, del Dios de la Alianza, y experiencia profunda de la realidad del pueblo, como pueblo escogido por Dios. Experiencia de Dios que es fuente de luz, de evidencia y de libertad frente a los poderosos. Para ello tiene que vivir con una actitud constante de escucha.

- Centinela de la Alianza, guardián de la  esperanza, esa es su misión. Que sabe mirar al pasado con memoria crítica, recuerda cosas del pasado que muchos quisieran olvidar

- Lector del presente y del corazón de la historia para descubrir en ella los signos de la presencia de Dios, para captar la mano misteriosa de Dios. El profeta es hijo de su tiempo y de su cultura y sabe interpretarla a la luz de la Palabra de Dios.

 "Presencia alternativa" que critica, denuncia las injusticias y llama a la conversión y al cambio, a volver a los caminos de Dios, a los orígenes, al camino de la justicia y de la solidaridad concretas, de una conciencia nueva que es capaz de dinamizar a las personas y a las comunidades. Los verdaderos profetas denunciaron sobre todo dos pecados: la corrupción política y la hipocresía religiosa de los dirigentes, llamando a las cosas por su nombre, con hondo realismo.

-  El profeta es un verdadero líder independiente y solidario a la vez  que sabe conducir a su pueblo peregrino, desde una actitud de servicio y de entrega, capaz de dar la vida por los demás. Labor nada fácil que exige mucho coraje y que les costará la vida a muchos.

-  Sacude la indiferencia y el autoengaño, critica la ilusión de eternidad y absoluto que amenaza a toda religión y recuerda a todos que sólo Dios salva.

-  En época de crisis abundan los falsos profetas y agoreros como las setas, hay profetas y adivinos para todo que venden su mercancía.

 El verdadero profeta no halaga los oídos de los poderosos que tratan de comprar su favor como representante de Dios para que legitime su poder, no se deja comprar, por eso serán perseguidos. -  El verdadero profeta sabe cuál su misión y la acepta, sabiendo que puede arriesgar su vida.

Jesús de Nazaret es presentado por los evangelios como  el profeta por excelencia. "Profeta poderoso en obras y Palabras".

-  Él se presenta realizando esa acción definitiva de Dios en su compromiso con su pueblo. Inaugura la nueva era, el tiempo definitivo anunciado por los profetas,  y muestra el camino abierto al Reinado de Dios Padre.


                                              PARA LA REFLEXION

                                               PERSONAL Y COMUNITARIA

 

 ¿Podemos tener hoy la suficiente libertad para encarnar en nuestra sociedad, en nuestra iglesia, en nuestra pastoral el ministerio profético al servicio del Reino que genere una verdadera novedad histórica frente al inmovilismo del sistema (“España va bien...”)?


Nosotros, por el bautismo, hemos sido “iluminados”, sabemos que también hemos recibido una misión; así como los carismas necesarios para llevarla a cabo. Sabemos que también a nosotros se nos pide que seamos “pro-phetas”; nos fiemos de Él, a pesar de nuestras debilidades y nuestros miedos. Nos sostiene en el camino la promesa de Dios: “Yo estoy contigo”. Pablo nos recuerda el “camino mejor”, el camino del amor. Cada uno debemos descubrir cómo encarnar ese camino amoroso, el de la comprensión, servicio fraterno, gratuito, desinteresado. Un amor que “disculpa sin límites, se fía sin límites, espera sin límites”.

 Amor que no consiste solo en dar cosas y ayudar al otro, sino en darse personalmente. “Solo por tu amor te perdonarán el pan que les das a los pobres” (S. Vicente de Paul). Y conviene siempre recordar que el amor no solo redime a la persona, sino que rehace también las relaciones humanas, hace comunidad, construye sociedad. Transforma a la persona y la vida comunitaria y social. Hay que ayudar al pobre y transformar la sociedad. Transformar la sociedad ayudando al pobre a que sea protagonista de su futuro y dignidad. Hay que transformar la sociedad que genera pobreza y  marginación, exclusión. Hay que denunciar la injusticia y luchar contra ella. Hay que ayudar al pobre con conciencia crítica y transformadora del desorden social.     

LA DIFERENCIA

                                                                                 

 

 

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