"Amad a vuestros enemigos" "Padre, Perdónalos porque no saben lo que hacen"
7º Domingo TO, CC. Lc 6,17. 20-26
Suenan de nuevo tabores de guerra…Vivimos, a nivel global, en un mundo dividido, roto y desigual: Norte-Sur, Este-Oeste, ricos y pobres, azules y rojos, derechas-izquierdas.
A nivel de Iglesia también hay enfrentamiento y divisiones, escándalos, abusos de autoridad, encubrimientos, heridas y heridos, víctimas y victimarios.
Por las redes sociales discurren demasiados discursos de odio que siembran miedo. Son el altavoz de una sociedad herida. El odio es contagioso como el virus Covid.
¿Quién puede decir que no tiene enemigos? Tienen nombres y apellidos. Todos tenemos una lista y yo estoy también en una lista de condenados. Si no los tenemos, a veces, nos los creamos o los imaginamos. Escuchaba estos días afirmar a un político que siempre ha habido conflictos y hay que solucionarlos con la escucha y el diálogo. Pero mejor será evitarlos.
¿Cómo tratar a los contrarios, cómo relacionarnos con ellos?
¿Nos creemos estas palabras de Jesús? ¿Cómo encarnarlas en nuestra vida cotidiana?
Personalmente pienso y creo que el perdón al enemigo, tal como lo entiende Jesús, es lo más costoso en mi vida, me parece imposible. Es una de las exigencias del amor más revolucionarias. Es un don que tengo que suplicar cada día al rezar el Padre nuestro.
Y todos necesitamos perdonar y ser perdonados. Todos cometemos errores, juzgamos a veces al hermano. “Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”.
Jesús nos invita a perdonar apoyados en dos motivaciones: 1ª “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”, es decir, que somos hijos suyos, y un buen hijo debe imitar a su padre. El acto más grande de Dios es su perdón. Dios está siempre dispuesto a perdonar porque nos ama. 2º Jesús se dirige personalmente a sus discípulos: “A vosotros os digo”. Somos discípulos de Jesús, de aquel que en la cruz grita: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. La medicina de Dios que nos receta Jesús: “reza, bendice, devuelve bien por mal”. Porque lo normal es devolver la ofensa, la diferencia es perdonar. El perdonar nos parece algo sobrenatural, que lo es.
Que cada uno examine su vida, su interior, identifique sus heridas, resentimientos que necesitan ser curados, sanados. Y pidamos al Padre de la misericordia el don de perdonar y ser perdonados. Solo acogiendo el amor y el perdón de Dios podemos perdonar. El perdón nos hace libres y nos ayuda a recordar de otra manera, en paz. El perdón no cambia el pasado pero mejora el futuro.
Santa Madre Teresa de Calcuta afirmaba: “Si quieres traer la paz no uses las armas, sino la misericordia y la compasión. Si juzgas a las personas no tendrás tiempo para amarlas”.
San Pablo que sabía de perseguir y ser perseguido recuerda estas palabras del Maestro: “Bendecid a los que os persiguen; bendecid sí, no maldigáis. Con los que ríen, estad alegres, con los que lloran llorad. Tened igualdad de trato unos con otros: no tengáis grandes pretensiones, sino poneos al nivel de la gente humilde” (Rm 12,14-16). Tal vez el secreto es la humildad.
Jesús Mendoza Dueñas
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Muy buen comentario y práctico,si queremos la misericordia d Dios nos dará lo q nos falta
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