"Cada árbol se conoce por su fruto”.

 

8º Domingo TO, CC Lc 6,39-45

“No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano... Cada árbol se conoce por su fruto”.


Somos como árboles, con sus raíces, tronco, ramas, hojas, flores, frutos. El árbol es símbolo de vida. Donde hay árboles hay vida. En la iconografía cristiana el árbol es símbolo de la cruz, símbolo de la VIDA.

El Papa Francisco en su última catequesis de los miércoles dedicada a los ancianos compara la vida y la historia de las personas con el desarrollo del árbol: “Que los ancianos sueñen y los jóvenes los reciban y los realicen. Los ancianos son las raíces del árbol y los jóvenes, las flores y los frutos. Sin la savia de las raíces nunca podrán florecer. Todo lo que el árbol tiene florido viene de lo que está enterrado”. (P. Francisco catequesis 23 f 2022).

La semana pasada ha sido una semana especial por el estallido de la tan temida guerra, sin que hayan dado fruto los intentos de diálogo y negociación entre las partes. La brutalidad, unida a la desinformación y la mentira han aplastado la paz. El árbol de la vida desgarrado en sus ramas sufre y llora. Una vez más la guerra demuestra la insensatez  e incapacidad humana para entendernos. Nos miramos al espejo de la historia y nos vemos al revés.  

Se hace realidad la parábola de Jesús: “¿Acaso un ciego puede guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos al hoyo?”.

Eduardo Galeano, autor de “Patas arriba. La escuela del mundo al revés”, afirmaba en una entrevista: “Ninguna guerra tiene la honestidad de confesar: yo mato para robar. Las guerras siempre invocan nobles motivos, matan en nombre de la paz, en nombre de “dios”, de la civilización, en nombre del progreso, en nombre de la democracia, y si por las dudas, si tanta mentira no alcanzara, ahí están los grandes medios de comunicación dispuestos a inventar enemigos imaginarios para justificar la conversión del mundo en un gran manicomio y  un inmenso matadero. En Rey Lear, Shakespeare, había escrito que en este mundo los locos conducen a los ciegos. Y cuatro siglos después, los amos del mundo son locos enamorados de la muerte, que han convertido al mundo en un lugar donde cada minuto mueren de hambre o de enfermedad curable 10 niños, y cada minuto se gastan 3 millones de dólares   en la industria militar que es una fábrica de muerte. Las armas exigen guerras y las guerras exigen armas. Y los cinco países que manejan las Naciones Unidas, los que tienen derecho de veto en las Naciones Unidas, resultan ser también los cinco principales productores de armas. Uno se pregunta: ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo la paz del mundo estará en manos de quienes hacen el negocio de la guerra? ¿Hasta cuándo seguiremos creyendo que hemos nacido para el exterminio mutuo. Y que el exterminio mutuo es nuestro destino, ¿hasta cuándo?”

El evangelio de este domingo recoge el final del sermón del llano según Lucas. Para Lucas, hacerse cristiano es salir de las tinieblas y construir con ojos nuevos una nueva realidad. Pero nadie da lo que no tiene. No podemos VER,  ser luz para los demás, evangelizar “de palabra”, si no nos dejamos guiar por el Maestro, si no nos dejamos iluminar por Aquel que es la luz del mundo. Hacerse semejante al Maestro, a Jesús, solo es posible si nos dejamos transformar por Él, poniéndole en el centro de nuestra vida e identificándonos con sus actitudes fundamentales y su proyecto del Reino. Y todo se juega en nuestro interior, en el corazón. “Porque de la abundancia del corazón habla su boca” (v.45). “En nuestra época, en la que se habla tanto para no decir nada, asombra esta vieja sabiduría, que dice que hablemos solo cuando el corazón esté lleno” (F. Bovon). Llenos de Él.

Nos vendría bien preguntarnos con frecuencia ¿Cómo actuaría Jesús en esta situación dolorosa que estamos sufriendo? 

“El primer agricultor es Dios mismo, que generosamente “sigue derramando en  la humanidad semillas del bien” (P. Francisco, Fratelli Tutti, 54).

Somos hechura de Dios, labranza de Dios, plantación de Dios. “Yo soy la vid verdadera, mi Padre es el labrador”. ¿Qué espera el Dios jardinero de nosotros?


La fe me dice que en el árbol de mi vida Dios busca sabiduría, prudencia, justicia, santidad, mansedumbre, y en estos momentos tan dolorosos: paz sincera fruto de la justicia y la verdad. Y compasión por el prójimo que sufre…. pobres, refugiados, hambrientos.  Jesús fue buena noticia para los pobres, luz para los ciegos, libertad para los oprimidos, perdón para los pecadores. Y parecerse a Él significa ponernos al servicio de todos los que sufren. Hoy, Dios espera que como Jesús brillemos en el mundo como lumbreras dando razones para vivir.

“Tal vez hemos de empezar por no hacer a nadie la vida más difícil de lo que es. Esforzarnos para que, al menos junto a nosotros, la vida sea más humana y llevadera...  Necesitamos entre nosotros personas que sepan acoger, escuchar. Cuando acogemos a alguien, lo estamos liberando de la soledad y le estamos infundiendo nuevas fuerzas para vivir. Qué importante es ofrecer refugio, acogida y escucha a tantas personas maltratadas por la vida...

El perdón puede ser otra fuente de esperanza en nuestra sociedad. Las personas que no guardan rencor ni alimentan el resentimiento, y saben perdonar de verdad, siembran esperanza a su alrededor. Junto a ellas siempre crece la vida..." (J.A. Pagola)

No se trata de cerrar los ojos al mal y a la injusticia. Se trata sencillamente de hacer nuestras las   palabras de S. Pablo, escogidas por el P. Francisco como lema del mensaje de Cuaresma para este año: “No nos cansemos de hacer el bien, porque si no desfallecemos cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos” (Gal 6,9-10a).

Cultiva tres cosas: la bondad, la humildad, la amistad

 Busca tres cosas: La verdad, la sabiduría, la compasión

 Gobierna tres cosas: El carácter, la lengua, la conducta

 Aprecia tres cosas: la cordialidad, la alegría, la decencia

 Defiende tres cosas: El honor, a los amigos, a los más débiles.

 

Jesús Mendoza Dueñas




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