"Nuestra indiferencia los condena al olvido, Manos Unidas 2022"
MANOS UNIDAS 2022:
NUESTRA INDIFERENCIA LOS CONDENA AL OLVIDO, ES HORA DE ACTUAR.
“Los que vivimos acomodados en la sociedad de la abundancia no tenemos derecho a predicar a nadie las bienaventuranzas de Jesús. Lo que hemos de hacer es escucharlas y empezar a mirar a los pobres, los hambrientos y los que lloran como los mira Dios, (con mirada compasiva). De aquí debe nacer nuestra conversión” (J.A. Pagola).
Vivimos ahogados por las malas noticias. Los medios de comunicación descargan sobre nosotros una avalancha de noticias de odios, guerras, hambres y violencias, escándalos grandes y pequeños. La increíble velocidad con que se difunden las noticias nos deja aturdidos y desconcertados. Y nos preguntamos: ¿Qué puede hacer uno ante tanto sufrimiento? Cada vez estamos más (que no mejor) informados del mal que asola a la humanidad entera, y cada vez nos sentimos más impotentes para afrontarlo. (Aunque hay que reconocer que hoy hay conflictos retransmitidos en directo y otros silenciados. Por ejemplo el conflicto Rusia-Ucrania. Los conflictos en África son silenciados, porque pensamos no nos afectan, o nos pillan lejos).
La actitud más inhumana ante el sufrimiento de tantos hombres y mujeres que mueren de hambre en el mundo es, sin duda, la indiferencia, la apatía e insensibilidad de quienes nos sentimos a salvo de tan trágica situación.
Hemos aprendido a quedarnos indiferentes ante las cifras y estadísticas que nos hablan de miseria y muerte. Podemos calcular cuántos niños mueren de hambre cada minuto, sin que se conmueva un ápice nuestra conciencia. Las imágenes más crueles y trágicas que pueda servirnos la televisión quedan rápidamente borradas por el telefilme o el concurso de turno. Y, sin embargo, la muerte por hambre es la más indigna e inmoral de todas las muertes porque es evitable y sólo se produce por nuestra indiferencia y complicidad. Lo dicen los expertos: sobran alimentos, falta solidaridad.
Una tentación frecuente es echar la culpa de nuestros males a los demás, al sistema, a la política, sin asumir la cuota de responsabilidad que nos corresponde.
Por supuesto que la política hoy día está muy desprestigiada. En vez de solucionar los problemas de la “polis”, de los ciudadanos ella misma se ha convertido en un problema, por la corrupción sistémica que impera a muchos niveles, por el clima actual de confrontación, crispación calculada como estrategia partidista.
Pero no echemos toda la culpa a la política o a los políticos de turno. La ciudadanía también tiene su responsabilidad. La responsabilidad de formarnos un criterio ético, justo. La responsabilidad de no dejarnos manipular por la simple emoción que provocan ciertos discursos. La responsabilidad de pasar de la posible estupidez a la lucidez frente a la realidad, llamando a las cosas por su nombre. Desenmascarando las mentiras o medias verdades que circulan libre e impunemente por las redes y algunos medios de comunicación. No hay peor mentira que mentirnos a nosotros mismos. La responsabilidad de optar por una sana, serena y alegre austeridad, frente a la fiebre del consumismo. Pensar menos en mi bolsillo y más en los demás. Pensar globalmente y actuar localmente, haciendo de lo cotidiano lo extraordinario, o haciendo las cosas ordinarias de forma extraordinaria, como fermento en la masa. Y siempre actuando con otros, si es posible, tejiendo redes para una causa y casa común. “Con los otros” significa también con los pobres y a favor de los pobres, nunca al margen de ellos. Lo contrario es paternalismo paralizante y humillante.
Frente la indiferencia que condena al olvido de los que sufren las peores consecuencias de la injusticia, violencia y desigualdad que asola al planeta una alternativa es la “diferencia”: pensar diferente, sentir diferente, actuar diferente. Aunque nos resulte difícil vivir a contracorriente. "Bienaventurados los inconformistas". Nos da miedo ser diferentes. Se necesita una gran dosis de coraje para ser fieles a las propias convicciones, cuando todo el mundo se acomoda y adapta a «lo que se lleva». Nos parece más seguro no salirse del rebaño.
Cada uno debemos descubrir cómo encarnar, en el día a día, ese camino amoroso, el de la comprensión, servicio fraterno, gratuito, desinteresado. Amor que no consiste solo en dar cosas y ayudar al otro, sino en darse personalmente. Y conviene siempre recordar que el amor no solo redime a la persona, sino que rehace también las relaciones humanas, hace comunidad, construye sociedad. Transforma a la persona y la vida comunitaria y social. Hay que ayudar al pobre y transformar la sociedad. Transformar la sociedad ayudando al pobre a que sea protagonista de su futuro y dignidad. Hay que transformar la sociedad que genera pobreza y marginación, exclusión. Hay que denunciar la injusticia y luchar contra ella. Hay que ayudar al pobre con conciencia crítica y transformadora del desorden social.
Jesús Mendoza Dueñas.
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