"Rema mar adentro"
REMA MAR ADENTRO Lc. 5,1-11. 5º Domingo TO CC
El relato de Lucas es un relato
vocacional, de llamada a sus discípulos, que Lucas coloca después de la
presentación de Jesús en la sinagoga de Nazaret y de sus primeros signos.
La disposición a esta misión exige un
cambio en la misma concepción que se tiene de Jesús. En Pedro, prototipo de
todos los creyentes que siguieron y siguen a Jesús, se opera este cambio
expresado a través de la manera de dirigirse a Jesús. Cuando éste le pide que
eche las redes lo llama MAESTRO, un título de respeto: “Simón respondió: Maestro, hemos estado toda la noche faenando…” Pero
al ver los resultados de la pesca reconoce en él al Señor, un título que la Iglesia primitiva dirige a Jesús
resucitado.
La confesión de los pecados indica
también que había dudado de Jesús y no se había dado cuenta hasta entonces de
que en él actuaba el poder de Dios.
El “de ahora en adelante” implica una
crisis, un cambio profundo en la vida de Pedro, y por el resto de su vida.
La expresión “lo dejaron todo” (Mc 1,18
dice que dejaron las redes) nos recuerda el tema lucano del desprendimiento,
una actitud propia de todo discípulo en el seguimiento de Jesús. Lucas nos
indica así que la generosidad en el desprendimiento debe ser uno de los signos
distintivos de las comunidades y de los creyentes en Jesús. Lucas está
escribiendo el evangelio de la renuncia absoluta.
1.- Jesús se acerca a la orilla del
lago, donde la gente se agolpaba para oír la palabra de Dios. Jesús se
acerca donde está la gente, donde se juega la vida de cada día, en el trabajo
cotidiano. El mar, entre otras cosas, es el símbolo de la vida. El mar está
lleno de vida y produce vida sin cesar, en un movimiento continuo como el de
las olas. Es símbolo de grandeza, de belleza, pero también de dificultades: el
océano Pacífico no es tan pacífico. Es lugar peligroso y de tormentas. En la
Biblia es signo también donde se manifestará el poder de Dios, como el monte es
espacio privilegiado del encuentro con Dios. El espacio de la Misión no es el
templo sino la vida de los hombres y mujeres, el mundo en toda su complejidad
del que nada nos debe ser ajeno.
2.-
“Cuando terminó de hablar dijo a Simón: rema mar adentro y echad
vuestras redes para pescar”.
“Hemos
estado toda la noche faenando, sin pescar nada”.
Hemos vuelto a la orilla y estamos en el dique seco, parados, anclados en
estructuras, necesarias pero interinas.
¿Qué es lo que mueve a Pedro a
adentrarse de nuevo en el mar?
3.- La escucha de la Palabra: “Pero si tú lo mandas”. Es la Palabra del Señor la que nos empuja a
la Misión. Palabra que tiene más fuerza que la experiencia frustrante de la
noche.
En resumen, en el centro de todo la
escucha de la Palabra, como dice el libro del Deuteronomio: “Escucha, aprende, practica, enseña”.
“Os haré pescadores de hombres”. Tenemos la sensación de no pescar nada: ¿Equivocamos el cebo y el
aparejo?
Ante realidades que parece nos
sobrepasan o que ignoramos, o que nos desbordan, o que no sabemos cómo abordar:
por ejemplo, la evangelización de los jóvenes, el fenómeno de la emigración, la
evangelización de la nueva cultura, hay que dejarse llevar por el soplo del
Espíritu, que es el que mueve la barca, mejor dicho, la vela que empuja la
barca mar adentro. El principal agente de la Evangelización es el Espíritu
santo, y el medio indispensable es la contemplación y la lucha: contemplativos
en la acción.
Sólo así podemos superar el cansancio,
la desilusión, la sensación de fracaso (el no pescar nada), el sentimiento de
indignidad y pecado; el miedo, los fantasmas y complejos, el desprecio o la
indiferencia del mundo. Todo esto forma parte de la Misión. Pero el Señor nos
dice: “NO TEMAS”. Todos los días
tengo que escuchar estas palabras del Señor. Sólo así podemos hacer frente a la
exigencia de desprendimiento y disponibilidad que nos pide el Señor para ser
pescadores de hombres dejándolo todo, pescadores de hombres, es decir, servidor
de todos, educador de niños y jóvenes, samaritano de los caminos, luz de
ciegos, báculo de ancianos, amigo de los pobres y excluidos, testigo de la
verdad, constructor de la paz, defensor de la justicia, profeta del amor, signo
para todos de la presencia y misericordia del Dios que nos ama.
Y por encima de todo, una vez más, la
fe en la presencia del Señor, que navega con nosotros en la misma barca.
II
5º
Domingo TO CC Lc 5,1-11
Jesús
ha fracasado en su misión profética en su pueblo de Nazaret, pero sigue su
camino consciente de su misión y proyecto liberador que el Padre le ha
encomendado.
Cuentan
que el inventor del lápiz, antes de meterlo en la caja y enviarlo al mundo le
dijo: “Cinco cosas debes saber y recordar para ser un buen lápiz. Se humilde en
las manos del que te quiera usar como instrumento. Acepta el dolor de que te
desgastarás y tendrán que sacarte punta. Corregirás los fallos, las faltas que
cometas. Dejarás siempre huella. Y pase lo que te pase sigue escribiendo.
Todos
somos frágiles, pero podemos hacer grandes cosas si sabemos o nos atrevemos con
humildad prestar nuestras manos a Dios para hacer lo que El espera de cada uno
de nosotros.
Jesús
no se empeñó en coleccionar plumas estilográficas de lujo para su misión y
proyecto sino sencillos y humildes lapiceros. Llamó e invitó a seguirle a
sencillos hombres de la calle, a pie de puerto, humildes pescadores conscientes
de su fragilidad y pecado: “Apártate de mí que soy un pecador”, dirá Pedro. En
otro momento gritará: “Señor, sálvame que me hundo”. Jesús le responderá
siempre: “No temas, soy yo, estoy contigo, estoy a tu lado”. Después de negarlo
tres veces se cruzó con Él y le miró con amor. Y después de la Resurrección no
le juzga sino que le interroga con cariño: “Pedro, ¿me amas más que
estos?” Y respondió:” Señor tu sabes que
te amo”. Y le encomendó pilotar la frágil barca de su iglesia.
Nos
podemos preguntar: si Jesús el Hijo de Dios lo puede todo, ¿para qué necesita
hombres rudos y pecadores?
Pues,
porque el Dios cuyo rostro nos ha revelado Jesús es el Dios con nosotros y para
nosotros, el Dios peregrino, compañero de camino. Unas veces va por delante de
nosotros, otras por detrás, otras nos lleva en sus brazos, aunque no nos demos
cuenta.
En
esta barca de Pedro que, a veces, no pesca nada, y otras muchas parece que se
hunde, todos somos llamados a navegar mar a dentro, echar las redes y pescar.
Otras quiere que seamos barco de salvamento marítimo en alta mar, que libere a
los desheredados de la tierra de las diferentes redes del tráfico humano de
personas.
Seremos
eficaces en la medida en que nos dejemos guiar por la fuerza de su Espíritu,
como Isaías, Pedro o Pablo. Somos sus testigos, discípulos, apóstoles,
enviados.
Jesús Mendoza Dueñas
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