"El que esté libre de pecado..."
5º Domingo Cuaresma CC Lc 8,1-11
Del hijo pródigo del
domingo pasado a la hija pródiga de este quinto domingo de cuaresma. Al meditar este
domingo el evangelio de San Juan, no nos equivoquemos de mirada. “Ahí estamos todos, con el peso de nuestros adulterios
pasados, los viejos con una sed grande de amor, y los jóvenes con un futuro por
hacer y llenar…y enfrente está Jesús.”
Igual exagero un poco o un mucho, o quizás no: todos albergamos en nuestro interior un potencial “Caín”, un Judas, un juez o fiscal, un talibán, un inquisidor, un guerrero con casco y armadura, un perro de presa, y en el bolsillo un par de pedruscos, una bomba o granada, o un misil dispuesto a ser lanzado contra alguien para hacerle callar o aniquilarlo. Somos candidatos a montar un “Sálvame” chismoso, naranja, limón o de lujo, para airear los defectos o errores del vecino o para lincharlo públicamente. Por eso nos encantan esos programas de telebasura.
La escena del posible linchamiento público, lapidación de la mujer adúltera (terrible escena que perdura todavía en algunos países) parece que ocurre en el concurrido patio del templo. En aquella sociedad machista e hipócrita nadie alude o habla del varón adúltero, pues el adulterio suele ser cosa de dos. Después de la presentación de los protagonistas, los dirigentes del pueblo se encaran con Jesús y le hacen la pregunta comprometida: “¿Qué dices tú sobre ella?”. De nuevo, como en la parábola del “hijo pródigo” nos podemos preguntar: ¿Qué haría yo? El asunto no es un chiste malo, está en juego la vida o la muerte de una persona. Aquella mujer, humillada, ya está condenada, es solamente un pretexto, una excusa, un cebo para comprometer y cazar también a Jesús, para enfrentarlo con la ley de Moisés: «Le preguntaron esto para tentarlo, para tener de qué acusarle» (v. 6a).
Jesús en un primer
momento calla y hace el gesto de
inclinarse para escribir en el suelo (a muchos les queda la curiosidad de saber
qué estaría escribiendo o dibujando Jesús). Yo creo que lo que hace Jesús es
descender y ponerse al mismo nivel de la acusada, mordiendo el mismo polvo.
Esta semana me llegó por el Facebook este mensaje interesante: “Dijo un sabio: ‘defiéndete con la sonrisa,
ataca con el silencio y vence con la indiferencia”. Jesús guarda silencio.
Nos invita a hacer silencio y a mirarnos por dentro y vernos necesitados de su
perdón.
Y
Jesús se dirige a ella de igual a igual, con respeto y ternura, como “tu”, como
persona, no como un objeto, sino como alguien que puede entrar en relación con
Él, el Maestro, dispuesto a escuchar. Y ella se dirige respetuosa y agradecida
a Jesús como el “Señor”. Y el “Señor”, que confía en ella, confirma “nadie
te ha condenado, yo tampoco te condeno. Anda y en adelante no peques más”. Lo que provoca verdaderamente la
conversión no es el miedo, ni las piedras, sino la relación personal con el
Señor. Relación a la que se llega por caminos muy diversos: en el caso de la
adúltera, son sus enemigos quienes la llevan ante Jesús; en el caso de Pablo
(2ª lectura), es Jesús quien le sale al encuentro. Este encuentro personal con
él es la única garantía de una conversión auténtica y duradera.
El perdón que Dios nos
regala nos da la posibilidad de emprender un camino nuevo, de renacer. Jesús
condena el pecado pero salva a la persona, al pecador. Lo que la mujer adúltera necesitaba no eran piedras,
sino una mano amiga que le
ayudara a levantarse. Jesús así lo entendió. El perdón de
Dios no anula la responsabilidad, sino que exige conversión. Jesús sabe que "Dios no
quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva".
"Yo no he venido para juzgar al mundo sino para salvarlo". Verdad, justicia y compasión. Todos necesitamos perdonar y ser perdonados. Si todavía guardas piedras en el bolsillo arrójalas al río, como hace un compañero mío.
¡Arrepentidos nos quiere el Señor!
al sexto día, Dios la creó mujer,
y le dijo Dios: “Yo te daré…
un corazón lleno de compasión,
un espíritu libre para volar con los pájaros,
sabiduría para conocer grandes verdades,
ánimo para salir de la opresión,
fuerza para mover montañas,
ternura para besar la tierra,
pasión para inflamar el mundo,
risas para llenar los valles,
lágrimas para lavar las penas,
manos para trabajar y amar,
intuición para conocer lo desconocido…”.
Y Dios le dijo: “Mujer,
Yo te he creado a mi imagen y semejanza.
Tú eres buena”. (ANONIMO)
Jesús Mendoza Dueñas




ResponderEliminarEs la primera vez que he escuchado en el sermón del domingo pasado que hay otro culpable en este adulterio, en el acto participaron dos personas y solo se destaca la culpa de la mujer.
En esa época la mujer no tenía opinión ni tan siquiera decisión sobre su propia vida.(lamentablemente en algunas culturas aún persiste), es posible que ni siquiera accediera voluntariamente a la infidelidad.
Muchas gracias por su reconocimiento.