"No solo de pan vive el hombre, pero también de pan"
NO SOLO DE PAN VIVE EL HOMBRE, 1º Domingo de Cuaresma CC Lc 4,1-13
La Cuaresma es parábola de la vida, es camino que conduce a la Pascua: “En tierra extraña, peregrinos…”. Camino significa: punto de partida, suelo que pisamos, etapas, compañeros de viaje, mochila, dificultades, meta hacia la que nos dirigimos.
Es
como montarse en un autobús y viajar durante 40 días… hasta la frontera de
Dios.
La
Cuaresma nos habla de un escenario: el desierto ("En el desierto un alto hacemos..."), lugar de pruebas, de silencio,
soledad, necesarios para encontrarnos con nosotros mismos, para tomar la vida
en las propias manos, y mirarnos con valor al espejo de la Palabra, desnudos, sin
maquillajes ni máscaras. El desierto es lugar donde no hay caminos o los borra
el viento. Un lugar donde nos podemos encontrar minas escondidas, obstáculos,
pruebas que hay que superar.
Dificultades no nos van a faltar en el camino del seguimiento de Jesús. El mismo las sufrió de principio a fin. El evangelio de este domingo nos las recuerda: las tentaciones, que tratan de desviarnos del camino. Las fundamentales, las de siempre y que son universales porque acosan a todo ser humano, y nos descubren su fragilidad, se resumen en la tentación del poder, del tener y de la fama. Y que, en el fondo, se pueden resumir aún más en una sola: la tentación de suplantar al Dios de la Vida, vivir creyéndonos “dioses”, dueños de la vida de los demás, o vivir como si Dios no existiera. Y no nos engañemos: todos llevamos dentro de nosotros un tirano o dictador potencial. La primera batalla se da en nuestro interior. Cada tiempo, cada época tiene también sus propias tentaciones. Hemos de aprender a identificarlas y desenmascararlas. En estos momentos de guerra brutal y cruel podemos sucumbir a la tentación de la espiral de la violencia, devolver mal por mal.
De
humanos es errar, caer, pero también levantarnos, recuperar la libertad, romper
las cadenas que nos esclavizan.
¿Cómo
vencer la tentación? Jesús nos enseña el camino: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”; “al Señor, tu Dios, adorarás y a él
solo darás culto”. Es decir, poniendo a Dios, a Jesús, su Palabra en el
punto de mira, en el centro de nuestra vida, dejándonos golpear, abrir en canal, iluminar, consolar o acariciar por ella. Sabiendo, confiando en que Dios es fiel
y cumple lo que promete.
A mis amigos también les
insisto en la otra limosna de la gratuidad de los pequeños gestos, convirtiendo
lo ordinario en extraordinario, en la limosna de “ser puentes”, de la cercanía
y presencia, de la escucha y acompañamiento a los más vulnerables. Hay cosas
que no se arreglan con dinero.
Estas prácticas
nos ayudan a “entrenarnos”, a resistir y dejar huella, a no perder la esperanza
y la capacidad de dejarnos sorprender, a no perder la memoria, porque sin
memoria no se puede vivir, a aterrizar, a bajar del monte y aterrizar en la realidad.
El final del
camino, la meta es experimentar, por una parte la libertad propia de los hijos
de Dos, y por otra la salvación, la alegría de la Pascua, el triunfo de Jesús
sobre la muerte y sobre el poder del pecado. En otras palabras: la conversión
personal y comunitaria bien entendida. Para lo cual se necesita paciencia,
tiempo y apertura a Aquel que nos puede cambiar. Conversión que no consiste en
cambiar de máscara o maquillaje, sino en quitárnosla. Conversión que dura toda
la vida, entendida como proceso de crecimiento de maduración, de liberación de
lo que no es esencial, para ganar en libertad y capacidad de amar, superando
inercias, rutinas, indecisiones. Para aprender a vivir en una sana alegría. La
Cuaresma no es tiempo de caras largas y serias. No deja de ser un tiempo gozoso
y hermoso: “cuando ayunes lávate la cara…”
No echemos en
saco roto esta oportunidad que Dios nos da. El camino te puede parecer largo,
lleno de dificultades. El cansancio, a veces, nos roba el aliento. Pero sabemos
a dónde vamos: “En tierra extraña
peregrinos, con esperanza caminamos, que, si arduos son nuestros caminos,
sabemos bien a dónde vamos” (Himno de Laudes). Sabemos en quien depositamos
nuestra confianza: en Jesús que VIVE, que camina a nuestro lado. "Nadie que crea en él quedará defraudado" (Rm 10,11).
Dejémonos
convertir por Dios, por la fuerza de su Espíritu, por su gracia.
Que la escucha
perseverante de su Palabra ilumine nuestro caminar.
Como afirma el
P. Francisco en el mensaje de Cuaresma 2022 citando al apóstol Pablo a los
Gálatas: “Para nuestro camino cuaresmal de 2022 nos hará bien reflexionar
sobre la exhortación de san Pablo a los gálatas: «No nos cansemos de
hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido
tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad (kairós), hagamos el
bien a todos (Ga 6,9-10a)”.
Jesús Mendoza Dueñas.

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