"Volvió para quedarse para siempre"
PASCUA 2022
El Viernes Santo en Covaleda rematamos las
celebraciones religiosas con una breve procesión del silencio a partir de las 23,00
horas, para iniciar un tiempo de silencio contemplativo del misterio de la
muerte y resurrección del Señor. Tiempo de luto y reflexión. Luto que
romperemos el domingo de Pascua con la procesión del Encuentro entre las
imágenes del Resucitado con sus cinco llagas y la imagen de la Virgen de la
soledad que cambiará su manto de duelo por el blanco de la fiesta y de la
alegría. ¡Cuánto recuerdo esa procesión por las calles y arenales de
Cerro-mocho (Perú) a las cuatro de la mañana, si no se equivocaba el sacristán
Don Diego y tocaba una hora antes, para celebrar la Eucaristía de madrugada a
las seis de la mañana! Procesión emocionante que significa, a mi entender, el encuentro
entre el cielo y la tierra.
Silencio que puede provocar en nosotros diversos
interrogantes sobre la vida y la muerte. Dicen que lo importante no es dar con
las respuestas acertadas sino saber hacernos las preguntas oportunas. ¿Cómo
vivo? ¿Cómo afronto la muerte o no pienso en ello? ¿Estoy preparado para morir?
¿Qué hay más allá de la frontera de la muerte? ¿Creo en el más allá? ¿Creo en
la resurrección de la carne? ¿Creo de verdad que Cristo vive? ¿Y qué significa
creer en el Resucitado, cómo demostrarlo? ¿Cómo anunciar la Pascua hoy bajo un
cielo que escupe fuego, bombas y misiles? ¿Cómo ser sus testigos en una
sociedad de descreídos, en una cultura de la increencia y de la indiferencia?
¡Cristo vive! Es la verdad más importante de nuestra
fe. La muerte ha sido vencida definitivamente. No nos ha dejado huérfanos. No
caminamos solos. Podemos encontrarnos con Él. El ilumina nuestro camino, El nos
da fuerzas para construir la fraternidad. “Yo estaré con vosotros para
siempre”. “Donde dos o más se reúnen en mi nombre allí estoy yo en medio de
vosotros”.
¡CRISTO VIVE! El poder de la muerte y del pecado han
sido vencidos. CREER en el Resucitado es creer que la muerte no tiene la última
palabra, creer que el amor es más fuerte que el pecado y la muerte. Que al
final triunfará el amor y el bien. Porque Dios es fiel, digno de toda
confianza. Lo podemos seguir llamando Padre.
Es creer que la vida, la historia tiene sentido porque Dios conduce la historia, Dios se encarnó, no caminamos solos hacia un callejón
sin salida, hacia el vacío.
Es creer que la paz y la justicia son posibles, el
entendimiento entre los hombres y mujeres de este mundo, una paz justa y
sincera, que exige perdón y que, por ello, la reconciliación entre los hombres
es posible. El Resucitado nos ha prometido y nos da la fuerza de su Espíritu
para trabajar por el Reino, el proyecto de Jesús, para trabajar por un mundo
mejor, porque otro mundo distinto es posible.
Es creer que nada se perderá de lo que hemos vivido o
luchado con amor. Dios lo transfigurará todo. El disipa nuestras dudas y
temores.
Creer en el Resucitado es aceptar su invitación a ser sus testigos, testigos del Dios amigo de la vida, amando la vida, poniendo vida donde otros ponen muerte, cuidando la vida, defendiendo la vida en todos sus estadios y etapas, sobre todo la de los más indefensos, como lo hacía Jesús en nombre del Dios de la Vida, apostando por la cultura del "cuidado", del "encuentro", de la "presencia" frente a la del descarte, llenando las ausencias con "presencia real y efectiva". Él hace posible una nueva vida, nacer de nuevo, con un espíritu nuevo. No olvidemos que el resucitado es el crucificado. Los relatos de las apariciones lo reafirman. No podemos contentarnos con la práctica de una religiosidad desencarnada de la realidad que nos toca vivir o sufrir.

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