"Instrumentos de tu paz"

  Domingo de Pascua CC, Juan 14,23-29

«Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones».


 Cuando se reformó el último trazado de la frontera ruso-filandesa (1947), le informaron a un granjero que la nueva línea divisoria pasaba justamente por en medio de su granja y que, consiguientemente, tenía la posibilidad de elegir si quería pertenecer a Rusia o a Finlandia. El granjero prometió pensar seriamente el asunto; y al cabo de unas semanas anunció que deseaba vivir en Finlandia. Acudió una multitud de indignados funcionarios rusos con la intención de explicarle las ventajas de pertenecer a la Rusia soviética y no a Finlandia.

El granjero, tras escuchar sus razonamientos, dijo: “Estoy absolutamente de acuerdo con todo lo que ustedes dicen. De hecho, siempre he deseado vivir en la Madre Rusia. Pero, a mi edad, sencillamente no me siento capaz de sobrevivir a otro de esos terribles inviernos rusos”.

La verdad y la paz están por encima de los convencionalismos humanos. Desde el cielo no se ven fronteras. La mayoría son convencionalismos impuestos por la violencia, por la fuerza humana. Hoy día el Señor Putin no le daría la oportunidad de escoger.

 “Tienes mala cara, Jack. ¿Qué te pasa?”

“Bueno…, llegué ayer viernes a casa por la senda de las estaciones cuando ya amanecía y, justamente cuando yo estaba desnudándome, se despertó mi mujer y me dijo: ‘¿No te levantas demasiado pronto, Jack?’. De manera que,  para evitar una discusión, volví a vestirme y me vine al monte a trabajar.”

La convivencia es, a veces, la penitencia. Hubo una vez dos monjes que vivieron juntos durante cuarenta años y nunca discutieron. Ni siquiera una sola vez. Un día, el uno dijo al otro:

-        ¿No crees que es hora de que discutamos al menos una sola vez?

-        Está bien, comencemos. ¿Sobre qué hemos de discutir? – dijo el segundo monje.

-        ¿Qué te parece este pan? – respondió el primero.

-        Está bien, discutamos sobre el pan. Y, ¿cómo haremos? – preguntó el segundo.

-        Este pan me pertenece – contesta el primero.

-        Si es así, tómalo – replicó el segundo.

 

¿Cuál es el precio de la paz? Porque la paz tiene un precio. La paz es cosa de dos. Y dos no se pelean si uno no quiere.

La paz no es necesariamente destruida por la disputa o discusión. Quien destruye la paz es el yo. “Esto me pertenece y no voy a dividirlo con ninguno”. Cuando tomas esa actitud de apego y egoísmo, tu corazón se va haciendo cada vez más duro. Ese es el gran enemigo de la paz: un corazón endurecido, interesado y egoísta. Sea a nivel interpersonal,  vecinal, nacional o internacional. Pero antes de hablar de las naciones, hablemos de ti y de mí. (Anthony de Mello, Caminar sobre las aguas)

Dicen que han mandado una sonda al planeta Marte con el signo de una mano alzada como símbolo de la paz. Mientras acá las escaleras de la paz están teñidas de sangre.



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 Jesús se despide de sus discípulos. Les deja tres regalos o deseos, que son tres promesas.

1º Su testamento: El amor fraterno, el amor a su Palabra, y a su proyecto del Reino. Si le aman, esto es lo primero que han de cuidar: “el que me ama, guardará mi palabra...el que no me ama, no la guardará”.  “Guardar su Palabra” que exige escuchar, acogerla, meditarla, encarnarla, traducirla en gestos concretos, dejar que Dios oriente nuestra historia.

 “El espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo”. La promesa de su presencia, el regalo del  Espíritu que los acompañará para que no se sientan huérfanos, que los  defenderá para que no se desvíen de su camino, que los iluminará para comprender el mensaje que les deja. Que los ayudará a rastrear los “signos de los tiempos”,  como señales o semillas que Dios va sembrando en nuestras historias personales y comunitarias.

 3º El don de su Paz, para poder vivir en paz y ser instrumentos de su paz, en medio de un mundo violento, roto y desigual, en medio, hoy día, de la cultura de la indiferencia que nos amenaza y envuelve. Es la paz del Señor: “Mi paz os dejo, mi paz  os doy”. Paz que tiene siempre un precio: aceptar a Jesús como el Maestro y su proyecto del Reino.

No es como la que da el mundo, es diferente. Paz que es más que un simple saludo ritual o convencional. Paz interior, fruto de la reconciliación con nosotros mismos desde la verdad. No es la paz de los cementerios, o la ausencia de  conflictos, o el fruto del equilibrio de las armas. Paz fruto de la justicia y de la verdad.  Paz que exige respeto o el reconocimiento del otro como igual. Paz que exige capacidad de escucha y diálogo de buena voluntad. Diálogo que está siempre atento más a lo que nos une que a lo que nos separa.

Después de veinte siglos, ¿Cómo vivimos estas promesas, regalos de Jesús?

 

PARA LA REFLEXION PERSONAL Y COMUNITARIA

“El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”.


“Cierto día Dios estaba cansado de las personas. Estas siempre le estaban molestando pidiéndole cosas. Entonces se dijo: “Me esconderé durante un tiempo”. Reunió a continuación a sus consejeros y les dijo:

-        ¿Dónde debo esconderme? ¿Cuál es el mejor lugar para esconderme?

Algunos dijeron:

-        Escóndete en la cumbre de la montaña más alta de la tierra.

Otros:

-        No, escóndete en lo más hondo del mar, nunca te encontrarán allí.

Otros:

-        Escóndete al otro lado de la luna, ése es el mejor lugar. ¿Cómo irán a buscarte allí?

Entonces Dios se volvió hacia su ángel más inteligente y le preguntó:

-        ¿Dónde me aconsejas que me esconda?

Y el ángel inteligente, sonriendo, contestó:

-        Escóndete en el corazón humano. ¡Ese es el único lugar donde ellos nunca van!”

 

¡Hermosa historia hindú! Su contenido es bien actual.

 Papa Francisco

“Todavía hoy, el camino de la paz, que el Papa San  Pablo VI denominó con el nuevo nombre de desarrollo integral, permanece desafortunadamente alejado de la vida real de muchos hombres y mujeres y, por tanto, de la familia humana, que está totalmente interconectada. A pesar de los numerosos esfuerzos encaminados a un diálogo constructivo entre las naciones, el ruido ensordecedor de las guerras y los conflictos se amplifica, mientras se propagan enfermedades de proporciones pandémicas, se agravan los efectos del cambio climático y de la degradación del medioambiente, empeora la tragedia del hambre y la sed, y sigue dominando un modelo económico que se basa más en el individualismo que en el compartir solidario. Como en el tiempo de los antiguos profetas, el clamor de los pobres y de la tierra  sigue elevándose hoy, implorando justicia y paz...

A los gobernantes y a cuantos tienen responsabilidades políticas y sociales, a los pastores y a los animadores de las comunidades eclesiales, como también a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, hago un llamamiento para que sigamos avanzando juntos con valentía y creatividad por estos tres caminos: el diálogo entre las generaciones, la educación y el trabajo. Que sean cada vez más numerosos quienes, sin hacer ruido, con humildad y perseverancia, se conviertan cada día en artesanos de paz. Y que siempre los preceda y acompañe la bendición del Dios de la paz.” (Papa Francisco, 55 Jornada mundial de la Paz, 1 de enero 2022, “Diálogo entre generaciones, educación y trabajo: instrumentos para construir una paz duradera”)

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¿Qué entiendo por paz? ¿Me considero violento o pacífico? ¿Qué es lo que me roba la paz interior? ¿Conoces a personas que siempre tienen paz? ¿Cómo será? ¿Hay paz en mi casa, en el colegio, entre vecinos? ¿Cómo afronto los conflictos familiares y vecinales? ¿Sé reconocer a Jesús en la persona del hermano? ¿Qué entiendo cuando el sacerdote al final de la Eucaristía nos despide diciendo: “Podéis ir en paz?

 

¿Cómo creyentes, cómo estamos viviendo el conflicto entre Rusia y Ucrania, entre Israel y Gaza-Palestina? ¿Soy consciente de que existen más conflictos en el mundo, muchos silenciados por el desinterés, como consecuencia de la injusticia y desigualdad entre las naciones, Norte-Sur?

 

“¿Qué estamos aportando hoy desde la Iglesia de Jesús? ¿Concordia o división? ¿Reconciliación o enfrentamiento? Y si los seguidores de Jesús no llevan paz en su corazón: ¿Qué es lo que llevan? ¿Miedos, intereses, ambiciones, irresponsabilidad? (J.A. Pagola)”

 

 

“Haznos, Señor, instrumentos de tu paz.

Donde haya odio ponga yo el amor”.

 (S. Francisco de Asís)

Jesús Mendoza Dueñas

 

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