"La señal por la que os conocerán"

 5º Domingo de Pascua CC (Juan 13,31-35) 



 1.- “Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso para salir a buscarlo”. “Permiso denegado”, replicó el oficial. “No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente esté muerto”.
El soldado, haciendo caso omiso a la prohibición, salió, y una hora más tarde regresó mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo.
El oficial estaba furioso: “¡Ya le dije yo que había muerto! ¡Ahora he perdido dos hombres! Dígame, ¿merecía la pena salir allá para traer un cadáver?”
Y el soldado, moribundo, respondió: “¡Claro que sí, señor! Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme: “Jack…estaba seguro de que vendrías”. (Anthony de Mello, La oración de la rana 1)

2.- “Una vez un hombre preguntó: ¿Hay algo más hermoso en la vida que un muchacho y una muchacha cogidos de la mano y de corazón puro camino hacia el matrimonio?

Y una madre contestó: Sí, hay algo más hermoso. Es la visión de un hombre y una mujer ancianos haciendo su viaje final juntos. Sus manos débiles pero todavía unidas, sus caras arrugadas pero todavía radiantes, sus corazones cansados pero todavía amándose. Sí, hay una cosa más hermosa que un amor joven. Un amor viejo, un amor de siempre. Un amor que ni la muerte podrá romper”.

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"La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros." (Juan 13,35). Porque no es oro todo lo que reluce, no se puede llamar amor cristiano a cualquier sentimiento, deseo apasionado, sensación placentera. Amor es  de esas palabras más desgastadas por el uso, convirtiéndose en calderilla corriente.

Dicen que las palabras pronunciadas en vísperas de morir, la hora de la verdad, tienen un valor y fuerza especiales. Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Llega la hora de la verdad, en que será glorificado el Padre. Jesús les habla con todo el cariño del mundo, los llama amigos que no siervos, más aún: “Hijitos míos, me queda muy poco de estar con vosotros”. Es consciente de su fragilidad, turbación, dudas y temores. Les deja uno de los últimos regalos, su testamento: Os doy un mandato nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado”. En adelante, uno de los signos de su presencia será el amor fraterno. Es posible amarse así porque Él nos amó primero. Y añade: “La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros”. El amor vivido con el espíritu de Jesús será nuestra seña de identidad más fuerte y auténtica. Aunque ello nos exija remar contra corriente, ante una cultura del descarte e indiferencia que nos envuelve. Aunque ello nos obligue a remangarnos y ensuciarnos en el barro del compromiso. Y obras son amores y no buenas razones. O como dicen en el hemisferio sur: “A Dios rogando pero también cinchando (trabajar empeñosamente)”. No cualquier amor.

Amor incondicional que sirve con humildad y gratuidad. Amor que, a veces, duele porque no hay servicio sin sacrificio. Amor fiel que persevera y se alimenta en una buena comunicación. Amor abierto a todos, que no tiene fronteras. Amor que perdona y construye la paz. Amor compasivo que se acerca, ve y siente, defiende, levanta y se hace cargo, como buenos samaritanos, de los caídos en los “márgenes existenciales” de los caminos de este mundo nuestro violento, roto y desigual, donde los más pequeños, frágiles y vulnerables han de ser el centro de la atención y los cuidados de todos.

"Queridas abuelas y queridos abuelos, queridas ancianas y queridos ancianos, en este mundo nuestro estamos llamados a ser artífices de la revolución de la ternura. Hagámoslo".


"Los ancianos no son parias de los que hay que tomar distancia, sino signos vivientes de la bondad de Dios que concede vida en abundancia. ¡Bendita la casa que cuida a un anciano! ¡Bendita la familia que honra a sus abuelos!" (Mensaje del Papa Francisco en la jornada de los Abuelos y Ancianos, próximo 24 de julio).

Un amor paciente y perseverante que lucha contra aquello que deshumaniza a cualquier ser humano.  Un amor que sabe que la gloria de Dios es que el hombre viva con dignidad. Amor especial hacia los enemigos: “… amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian…  Si amáis solo a los que os quieren qué mérito tenéis” (Lucas 6,27 ss.). Amor maternal que salva, que es capaz de dar la vida, en la entrega generosa de cada día. Ama, deja vivir, respeta, ayuda a vivir, defiende la vida, da la vida. “Nadie tiene  amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos” (Juan 15,13). El amor es el lenguaje universal que todo el mundo entiende. El milagro de la vida es siempre el milagro del amor. Y en todo amor auténtico hay una chispa de Dios. Donde hay amor ahí está Dios. No cualquier amor. “Un mandamiento nuevo…”, siempre actual, siempre recorrido y siempre por estrenar. Para el que no hay recetas mundanas. Porque  memorizarlo es bien fácil, vivirlo es más difícil, a veces, resulta casi imposible, con los que tenemos cerca y con los extraños. Es don del Espíritu de Jesús que tenemos que suplicar, que nos enseñará amar como Jesús. Y, al final, obras son amores y no buenos sermones.


PARA LA REFLEXION PERSONAL Y COMUNITARIA

Papa Francisco: “De acuerdo. En la homilía he dicho algo que me gustaría que recordéis siempre. Hablé del “documento de identidad” del cristiano y dije así: «Nuestro documento de identidad es el siguiente: Dios es nuestro Padre, Jesús es nuestro hermano, la Iglesia es nuestra familia, nosotros somos hermanos, nuestra ley es el amor». (Papa Francisco,  Rakovski, Bulgaria, 6 de mayo de 2019)

“En otras palabras, el amor es el documento de identidad del cristiano, es el único ‘documento’ válido para ser reconocidos como discípulos de Jesús. Si este documento caduca y no se renueva continuamente, dejamos de ser testigos del Maestro. Entonces os pregunto: ¿Queréis acoger la invitación de Jesús para ser sus discípulos? ¿Queréis  ser sus amigos fieles? El amigo verdadero de Jesús se distingue principalmente por el amor concreto; no el amor ‘en las nubes’, no, el amor concreto que resplandece en su vida. El amor es siempre concreto”. (Papa Francisco, Jubileo extraordinario de la Misericordia, con los adolescentes, 25/04/2016).

Una caridad que no 'toca' no es caridad: "Y, luego, dar la vida, que no es sólo ofrecer algo, como por ejemplo dar algunos bienes propios a los demás, sino darse uno mismo. A mí me gusta preguntar a las personas que me piden un consejo: “Dime, ¿tú das limosna?” —“Sí, Padre, yo doy limosna a los pobres” —“Y cuando tú das la limosna, ¿tocas la mano del pobre o le dejas caer la moneda y te limpias la mano?”. Y las personas se sonrojan y responden: “No, yo no toco”. “Cuando tú das limosna, ¿miras a la persona que estás ayudando o miras para otro lado?” —“Yo no miro”. Tocar y mirar, tocar y mirar la carne de Cristo que sufre en nuestros hermanos y hermanas. Esto es muy importante, esto es dar la vida. La santidad no está hecha de algunos actos heroicos, sino de mucho amor cotidiano." (Papa Francisco, homilía beatificación beato Carlos de Foucauld, 15 de mayo 2022).

“Para ello es necesario tener un corazón que sepa "ver" las heridas de la sociedad y manos creativas en la caridad activa. Estos dos elementos son importantes para que una acción caritativa siempre pueda ser fructífera.”

«Antes de que cualquier ser humano nos viera, hemos sido mirados por los amorosos ojos de Dios. Antes de que alguien nos escuchara llorar o reír, hemos sido escuchados por nuestro Dios, que es todo oídos para nosotros. Antes de que alguien en este mundo nos hablara, la voz del amor eterno ya nos hablaba» (H. Nouwen, Sentirsi amati,  Brescia 1997, 50)

Jesús Mendoza Dueñas

 

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