"De la adoración al compromiso"
FIESTA DEL CORPUS CC, Lc 9,11b-17
En el hermoso icono de la Trinidad de Andrei Rublev, cargado de simbolismo y que invita a la contemplación, encontramos un par de detalles que pueden hacer referencia a la Eucaristía. La composición de las figuras está enmarcada como en un círculo. Es el círculo del misterio del amor Trinitario. Pero no es un círculo cerrado en el que no se pueda entrar. En él siempre hay espacio para otro, un espacio libre, en el que no solo somos invitados a contemplar, a adorar, sino también a participar. El centro de la imagen del encuentro trinitario, lo ocupa una mesa-altar donde también podemos ver una pequeña caja o ventana. Es el espacio dónde las reliquias de los mártires son depositadas. Mártir significa “testigo” y en este espacio estamos representados todos los cristianos como testigos del Dios amor, de Jesús de Nazaret, el primer testigo. El Icono nos está invitando a participar activamente de la Eucaristía en el aquí y ahora que nos toca vivir como mártires, como testigos de la resurrección que, siguiendo la escuela de Jesús, estamos dispuestos a dar la vida los unos por los otros, como compromiso de la fe.
Solemos asociar el martirio a la sangre de
los que la derramaron por confesar su fe hasta las últimas consecuencias. Es el
martirio sangriento. Pero hay más clases de martirio que no incluyen el
derramamiento de sangre. Es el martirio descolorido de aquellos cristianos fieles,
que luchan por implantar los valores evangélicos del Reino, y son esforzados,
serviciales, sacrificados por los suyos, por defender la paz y la justicia, el
pan compartido y repartido para todos, y por ello son muchas veces perseguidos,
siguiendo las huellas de Jesús.
Celebramos la fiesta del Corpus. Toda
fiesta tiene un sentido y significado que hemos de saber descubrir. “Podríamos decir que, en el
Jueves Santo, el protagonismo es de Jesús, que se entrega. En la fiesta del
Corpus, el protagonismo es de la comunidad cristiana, que reconoce y agradece
públicamente ese regalo.” (José Luis Sicre).
La memoria es frágil pero el compromiso
está bien claro: agradezcamos el pan de cada día ganado justamente,
compartámoslo con los que no lo tienen. Importante es dar, compartir cosas, pero más importante es darnos generosamente a los demás. Cuidemos, curemos,
consolemos, sirvamos, amemos. Defendamos la naturaleza, el bosque, los arroyos
y ríos…, las plantas, los animales, pero sobre todo a las personas más
vulnerables. Trabajemos unidos, codo con codo, para desterrar la peor pandemia
de la humanidad en la historia: el hambre.
“Sería una contradicción pretender compartir como hermanos la mesa del Señor cerrando nuestro corazón a quienes en estos momentos viven la angustia de un futuro incierto. Jesús no puede bendecir nuestra mesa si cada uno nos guardamos nuestro pan y nuestros peces” (J.A. Pagola).
“No podemos celebrar la solemnidad del “Corpus Christi”, memorial de encuentro y entrega de Cristo, sin vivir y experimentar la profunda e inseparable unidad entre la fe y la vida; la unidad entre la Eucaristía y la caridad… En el camino de la vida no estamos solos, Cristo camina con nosotros y nos alimenta con el Pan de Vida... Jesús es alimento espiritual que ayuda, sostiene y fortalece la esperanza de los creyentes”
(Obispos de la Subcomisión Episcopal para la Acción Caritativa y Social)
PARA LA REFLEXION PERSONAL Y COMUNITARIA.
¿Qué puedo hacer yo?
I.- “Vuelvo a un tema que he repetido en estas catequesis: esta cultura del descarte parece cancelar a los ancianos. De acuerdo, no los mata, pero socialmente los cancela, como si fueran un peso que llevar adelante: es mejor esconderlos. Esto es una traición de la propia humanidad, esta es la cosa más fea, esto es seleccionar la vida según la utilidad, según la juventud y no con la vida como es, con la sabiduría de los viejos, con los límites de los viejos. Los viejos tienen mucho que darnos: está la sabiduría de la vida. Mucho que enseñarnos: por esto nosotros debemos enseñar también a los niños que cuiden a los abuelos y vayan donde ellos. El diálogo jóvenes-abuelos, niños-abuelos es fundamental para la sociedad, es fundamental para la Iglesia, es fundamental para la sanidad de la vida. Donde no hay diálogo entre jóvenes y viejos falta algo y crece una generación sin pasado, es decir sin raíces…. También como ancianos se puede, es más, se debe servir a la comunidad. Está bien que los ancianos cultiven todavía la responsabilidad de servir, venciendo a la tentación de ponerse a un lado…. Si los ancianos, en vez de ser descartados y apartados de la escena de los eventos que marcan la vida de la comunidad, fueran puestos en el centro de la atención colectiva, se verían animados a ejercer el valioso ministerio de la gratitud hacia Dios, que no se olvida de nadie. La gratitud de las personas ancianas por los dones recibidos de Dios en su vida, así como nos enseña la suegra de Pedro, devuelve a la comunidad la alegría de la convivencia, y confiere a la fe de los discípulos el rasgo esencial de su destino…. Por favor, hagamos que los viejos, que los abuelos, las abuelas estén cerca de los niños, de los jóvenes, para transmitir esta memoria de la vida, para transmitir esta experiencia de la vida, esta sabiduría de la vida. En la medida en que nosotros hacemos que los jóvenes y los viejos se conecten, en esta medida habrá más esperanza para el futuro de nuestra sociedad.” ( 14ª Catequesis del Papa Francisco sobre la vejez, 15 de junio 2022).
II.- En la fiesta de la Trinidad mencionábamos el silencio como camino para llegar a Dios. Un silencio que abre la puerta a la interioridad habitada, y al descubrimiento de que no vivimos solos, sino que estamos llamados a construir la fraternidad.
Padre
nuestro,
padre de todos,
líbrame del orgullo
de estar solo.
No vengo a la soledad
cuando vengo a la oración,
pues sé que, estando contigo,
con mis hermanos estoy;
y sé que, estando con ellos,
tú estás en medio, Señor.
No he venido a refugiarme
dentro de tu torreón,
como quien huye a un exilio
de aristocracia interior.
Pues vine huyendo del ruido,
pero de los hombres no.
Allí donde va un cristiano
no hay soledad, sino amor,
pues lleva toda la Iglesia
dentro de su corazón.
Y dice siempre "nosotros",
incluso si dice "yo". (Himno de la Liturgia de las Horas.)
III. Quienes han visitado Tierra Santa recordarán la hermosa iglesia que, cerca de Cafarnaúm, recuerda
que Jesús alimentó a una enorme multitud con unos panes y unos peces. A los
pies del altar se encuentra un famoso mosaico de fines del siglo V. Dos peces
flanquean un canastillo en el que pueden verse cuatro panes. ¿No eran cinco los
panes multiplicados por Jesús? Siempre hay alguien que observa y pregunta. Ante
el asombro de los peregrinos, el guía suele apuntar hacia la mesa del altar. No
falta nada. El quinto pan es el cuerpo de Cristo, que se parte y se reparte
como alimento para el camino y como signo de su entrega.




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