"Decid primero: paz a esta casa"
XIV Domingo TO CC. Lucas 10,1-12.17-20
Hemos vivido una semana de violencia en
nuestras fronteras, mientras los mandatarios de Europa se hacían una foto
institucional sobre una alfombra
sembrada de cadáveres de jóvenes africanos.
Y es que la violencia suele ir aliada con
la mentira, siempre y en todo lugar. Se identifica migración y terrorismo, olvidando
que mientras haya conflictos habrá refugiados, haya o no haya mafias.
El miedo a perder aquello que nos da
seguridad es el que crea los muros y las fronteras.
“No preguntes cuántos son los que murieron, tampoco cuántos han sido los heridos. “Centenares”, dicen. Cien arriba, cien abajo, ¿a quién importa? No preguntes cómo murieron. No preguntes si esas muertes fueron evitables. No preguntes por responsabilidades en ese crimen contra unos jóvenes africanos sin derechos y sin pan. No preguntes. La culpa es de los muertos. Los violentos son los muertos. Los responsables son los muertos. Las autoridades de los pueblos sólo pueden felicitarse de haber conseguido que los violentos estén muertos, que los sin derechos estén muertos, que los sin pan estén muertos”… "Nos han acostumbrado a ver al inmigrante como una amenaza y un peligro. La fe nos hace descubrir en él a un hijo de Dios. . (Santiago Agrelo, obispo emérito de Tánger (Marruecos).
Jesús envía por delante a un grupo
numeroso de discípulos como mensajeros
suyos del Reino, con una serie de instrucciones para el camino y la misión. Jesús pide a sus
discípulos que, al anunciar el reino de Dios, su primer mensaje sea para
ofrecer paz a todos: «Decid primero: paz a esta casa». Si la paz es acogida, se
irá extendiendo por doquier. De lo contrario, «volverá» de nuevo a ellos, pero
nunca ha de quedar encerrada en su corazón, pues la paz es un regalo de Dios
para todos. Los creyentes en Jesús de Nazaret debemos ser constructores de la
paz, de puentes, de espacios que fomentan el diálogo y la concordia. Pero nadie
da lo que no tiene. Primero debemos recuperar la paz interior, don del Espíritu
que tenemos que suplicar. El enemigo lo llevamos dentro. El peor enemigo de la
paz interior es el “ego” que afirma convencido: “esto es mío, yo llevo la
razón, y no la comparto con nadie”. La paz interior es don de Dios que tenemos
que suplicar cada día porque es un bien muy frágil.
“Cuando en las primeras comunidades cristianas se habla de paz, se es consciente de que es un don de Dios, de que en el origen de toda paz individual o social está la convicción de que todos somos hijos amados y bendecidos por Dios, a pesar de nuestros errores y contradicciones, todos podemos vivir reconciliados y en amistad con él. Esto es lo primero y decisivo: «Estamos en paz con Dios» (Romanos 5,1)… Esa paz es regalo de Dios, pero es también fruto de un trabajo no pequeño que puede prolongarse durante toda una vida. Acoger la paz de Dios, guardarla fielmente en el corazón, mantenerla en medio de los conflictos y contagiarla a los demás exige el esfuerzo apasionante pero no fácil de unificar y enraizar la vida en Dios. Si es verdadera paz de Dios se convierte en el mejor estímulo para vivir trabajando por una convivencia pacífica hecha entre todos y para el bien de todos”. (J.A. Pagola).
Jesús Mendoza Dueñas


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