"Vete y haz tu lo mismo"
“Vete y haz tú lo mismo” (Lucas 10,25-37)
"Que no existan verdugos, que no insistan;
rezas hoy con nosotros que rezamos.
Porque existen las víctimas, el llanto. Amén" (Himno liturgia de las horas).
Jesús anuncia el Reino con dichos y hechos, pero sobre todo con sus manos, manos que curan.
Jesús está siempre atento y cercano a las personas
que encuentra en su camino, leprosos, ciegos, cojos y lisiados. ¿Cuál es el
secreto de su actuar? La compasión.
Compasión significa “padecer con”, es decir, hacerse
cargo del otro, acompañar, curar al otro. Al final de nuestra vida, como dice
S. Juan de la Cruz, nos juzgarán por ello: del amor misericordioso y compasivo,
del amor samaritano que tiene ojos, oídos, manos y pies para el otro, sobre
todo el más débil y vulnerable.
El "Lunes de bailas", tomando un café y contemplando en un canal tv local la retransmisión de la misa en la ermita de la Soledad de Soria, reflexionaba alguno de los presentes sobre el sentido de las tradiciones festivas donde se mezcla la religión y la cultura. Afirmaba convencido que debemos respetar, saber guardar y transmitir nuestras tradiciones. Yo en silencio asentía y pensaba: la verdadera religión es la religión del corazón, del corazón compasivo: “compartir el pan con el hambriento, acoger al forastero, al pobre sin techo” (Isaías 58,7-12). Lo importante no es discutir sino actuar.
A veces, con los años, se nos pierde el
significado de las tradiciones. Por ejemplo, ¿qué significado tiene la celebración
del "Domingo Calderas" con todo su ritual? Pues compartir juntos mesa y mantel,
pero sin olvidar a los más pobres y forasteros.
Las fiestas las celebramos una vez al
año, si se puede, y hasta el año que viene. Pero la compasión que nos enseña
Jesús no es un sentimiento pasajero. Debe ser una actitud constante y
permanente.
La parábola del buen samaritano nos describe la actitud que hemos de promover, más allá de nuestras creencias y posiciones ideológicas o religiosas, para construir un mundo más humano: la mirada compasiva y la misericordia. Dicha mirada nos liberará del egoísmo y la indiferencia que nos permiten vivir con la conciencia tranquila y presuntamente inocente ante tantas víctimas de la injusticia y de la violencia. Nuestro actuar, con gestos concretos, ante ellas revelará el nivel de nuestra calidad humana. Jesús concluye la parábola con estas palabras. “Vete y haz tú lo mismo”.
Lo decisivo es saber mirar y ver, oír y escuchar, reaccionar y “acercarnos” (prójimo significa próximo) al que sufre para descubrir de cerca que es un ser necesitado que nos está llamando, sin miedo a mancharnos las manos, cargar con él, hacernos cargo de su situación. Y si es "con otros", mejor. El que sabe mirar siempre encontrará algún necesitado a su alrededor.
Cargar con la
realidad significa
conjugar todas estas acciones: mirar y
ver, compadecerse, acercarse, curar o cuidar del otro, y compartir finalmente
su destino. Y siempre en gratuidad efectiva y afectiva. La verdadera compasión invierte siempre a fondo perdido.
Pretender que otro mundo es posible, desde las víctimas
significa ponerse a su servicio, bajar de nuestra cabalgadura y asumir nuestro
rol de servicio con respecto a ellas. Son las víctimas las que deberían marcar
nuestros modos de vida, nuestros consumos, nuestras políticas. Y para ello hay
que empezar por escuchar lo que dicen o gritan: ¿qué esperan?, ¿por qué luchan?, ¿qué
callan?, ¿qué temen?
No es fácil escuchar la
voz de las víctimas. Es más fácil dirigir la atención hacia otro lado, rodeados de mil ruidos que nos envuelven y despistan.
“La cultura del bienestar nos vuelve
insensibles a los gritos de los demás, nos hace vivir en pompas de jabón, que
son bellas, pero no son nada, es más lleva a la globalización de la
indiferencia. ¿Quién de nosotros ha llorado por este hecho y por hechos como
éste? ¿Quién ha llorado por estas personas que estaban en la barca? ¿Por las
jóvenes mamás que llevaban a sus niños? ¿Por estos hombres que deseaban algo
para sostener a sus propias familias? ¡La globalización de la indiferencia
nos ha quitado la capacidad de llorar! (Papa Francisco en
Lampedusa)
Dicen que la primera tarea de la
iglesia no es realizar el culto, la liturgia, sino CURAR.
Iglesia somos todos: portadores de
salud, liberación, constructores de la paz. La mejor contribución que podemos
hacer a la sociedad y cultura.
"Cuando la mirada ante la realidad se torna en árida,
trátese con unas gotitas de misericordia que ablandan la retina del corazón.
Adminístrese con frecuencia, que la aspereza vital la sufre,
no solo el que ve, sino el observado" (José Beltrán, Vida Nueva)
"No somos de derechas, ni de izquierdas ni de centro. Somos partidarios del amor, que obliga a compartir y testimoniar"
PARA REFLEXIONAR
En el fondo, la pregunta fundamental no es quién es mi prójimo, sino cómo me hago yo prójimo (próximo) de quien me puede necesitar.
Sería bueno que nos preguntáramos: ¿quiénes son los buenos samaritanos hoy?
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