“Donde está vuestro corazón allí está vuestro tesoro”.

 "Donde está vuestro corazón allí está vuestro tesoro”.

19º D TO CC, Lucas 12,32-48

En el raso del campamento de Covaleda se celebra “Covaleda Fest”, donde peregrinarán, este fin de semana, miles de jóvenes y no tan jóvenes para consumir “música urbana” y abundante trago largo a precios astronómicos. Dicen los organizadores y promotores que tal evento dejará en la zona un millón de euros. Yo me pregunto ¿de dónde saca el dinero la juventud y en qué bolsillos se queda? “Poderosos caballero es don dinero". Pero, a  veces, el dinero lo estropea todo.


Podríamos seguir reflexionando una semana sobre este tema: “Poderoso caballero es don dinero”, que parece que todo lo puede. Jesús nos da pie para ello: “Vended vuestras posesiones y dad limosna. Acumulad aquello que no pierde valor, tesoros inagotables en el cielo, donde ni el ladrón se acerca, ni roe la polilla. Porque donde está vuestro corazón allí está vuestro tesoro”. Sería bueno preguntarnos: ¿a qué está apegado mi corazón? para saber cuál es realmente mi tesoro. (En esta reflexión me inspiro, una vez más, en los comentarios de José Luis Sicre SJ, y de J.A. Pagola al evangelio del domingo).

Gran parte de los cristianos de finales del siglo Iº, cuando Lucas escribe su evangelio, creían  cercana ya la vuelta del Señor. Pero pasaron años, décadas, y no volvía. El desánimo y el escepticismo  se fue difundiendo en las comunidades. Lucas está convencido de que el fin del mundo no es inminente. Antes habrá que extender el evangelio «hasta los confines de la tierra», como expone en los Hechos de los Apóstoles. Y  aprovecha la enseñanza de generaciones anteriores para exhortar a la vigilancia.

Lucas recoge en su evangelio unas palabras, llenas de afecto y cariño, dirigidas por Jesús a sus seguidores. Pudieran pasar desapercibidas, pero leídas hoy con atención en  nuestras parroquias y comunidades cristianas, nos descubren una sorprendente actualidad. Tal vez, es lo que necesitamos escuchar de Jesús en estos tiempos de crisis global y no fáciles para la fe.

“Mi pequeño rebaño”. Jesús mira con ternura al pequeño grupo de sus seguidores. Son pocos. Tienen vocación de minoría. No han de pensar en grandezas. Así los imagina Jesús siempre: como un poco de “levadura” oculto en la masa, una pequeña “luz” en medio de la oscuridad, un puñado de “sal” para poner sabor a la vida y evitar la corrupción que campea en tantos ambientes. “Tened ceñida la cintura para servir y la lámpara encendida para iluminar la casa, la convivencia”.

Después de siglos de “cristiandad”, de posible triunfalismo, los discípulos de Jesús hemos de aprender a vivir siendo minoría. Es un error añorar una Iglesia poderosa y fuerte. Es un engaño buscar poder mundano o pretender dominar la sociedad. Para muestra, un titular en la prensa religiosa de estos días: “Doce mil jóvenes peregrinos conquistan Santiago de Compostela” (PEJ). Por supuesto que ellos son el futuro, aunque el presente lo tienen difícil.  El evangelio no se impone por la fuerza. Lo contagian quienes viven al estilo de Jesús haciendo la vida más humana, con pequeños gestos de cercanía, hospitalidad, servicio humilde.


“No tengas miedo”. El miedo es uno de los peores enemigos de la persona, y hay varias clases de miedo. Los hay reales, y los hay imaginados. El miedo crea fantasmas. Es la gran preocupación de Jesús. No quiere ver a sus seguidores paralizados por el miedo ni hundidos en el desaliento. No han de perder nunca la confianza y la paz. También hoy somos un pequeño rebaño, pero podemos permanecer muy unidos a Jesús, el Pastor que nos guía y nos defiende. Él nos puede hacer vivir estos tiempos con paz, con confianza en el futuro, porque Él camina con nosotros.

“Vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino”. Jesús se lo recuerda una vez más. No han de sentirse huérfanos. Tienen a Dios como Padre. Él les ha confiado su proyecto del reino. Es su gran regalo, misión, tarea y responsabilidad: la de  hacer la vida más humana y la esperanza de encaminar la historia según los designios del Dios de la Vida.

“Vended vuestros bienes y dad limosna”. Los seguidores de Jesús son un pequeño rebaño, pero nunca han de ser una secta encerrada en sus propios intereses, y que todo lo quiere controlar. No vivirán de espaldas a las necesidades de nadie. Será comunidades de puertas abiertas, “en salida”, “hospital de campaña”. Compartirán sus bienes con los que necesitan ayuda y solidaridad. Darán limosna, es decir “misericordia”. Este es el significado original del término griego. Tengo por experiencia que la gente más humilde de nuestras comunidades es la más desprendida y generosa.


Los cristianos necesitaremos todavía algún tiempo para aprender a vivir en minoría en medio de una sociedad secular y plural, con alegría y respeto, pero contagiando esperanza y humanidad. Y hay algo, para empezar: transformar el clima que se vive en nuestras comunidades y hacerlo más evangélico.

Todos podemos aportar algo en la transmisión de la fe con nuestro testimonio, empezando por la familia, y en el día a día. Desde dentro, siendo fermento en la masa, sin complejos, sin huir de la realidad, sin condenar, sino abiertos a los problemas del mundo de hoy, cercanos a todos.

 

PARA LA REFLEXION PERSONAL Y COMUNITARIA

¿En los tiempos que nos toca vivir, cómo mantener encendida hoy la lámpara de la esperanza, para no caer en la frustración, cansancio, pesimismo, desaliento?

¿Cómo cuidar nuestra interioridad, el silencio interior, para estar atentos al Señor que está viniendo?

¿Cómo "ceñirnos la cintura" para servir a nuestros hermanos, especialmente a los más vulnerables?



Jesús Mendoza Dueñas


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