"Invita a quien no te puede pagar"

22º Domingo TO CC Lucas 14,1.7-14

La crisis global que estamos sufriendo, de salud, climática, económica, bélica, de esperanza nos debería obligar a revisar nuestra manera de vivir, nuestros valores, y a repensar otro modo alternativo de vivir más saludable, respetuoso con el medio ambiente y la justicia social.


Estos días en el raso de la Nava de Covaleda se ha realizado una acampada especial de familias, grupos ecologistas, pacifistas, asamblearios, venidos de toda España y sus regiones, que buscan formarse, reflexionar, diseñar estrategias de acción para participar en la sociedad y generar alternativas de vida más saludable. Lo primero que han hecho, para dar ejemplo, es acabar de limpiar el raso de los restos de basura que quedaban del “Covaleda Fest”. Han compartido formación,  mesa, fiesta y mantel en plan de igualdad. Desde fuera, esa es mi impresión personal. ¿Tal vez demasiado optimista y superficial?

Hoy el evangelio nos habla de mesa, comida compartida y mantel…

Es sábado, día festivo, Jesús está invitado a una comida de fiesta  en casa de un fariseo importante y lo primero que hace es curar a un enfermo para escándalo de muchos fariseos que le están espiando.  Jesús aprovecha para impartir las enseñanzas del Reino. En contra de protocolos al uso, de costumbres y cultura dominante, Jesús critica la actitud de algunos comensales que corren y se pelean por ocupar los primeros puestos en el banquete y sentencia: “todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”. Se entiende que esto sucede y sucederá a los ojos de Dios, que nos conoce por dentro, porque en esta sociedad nuestra, en muchos ambientes,  lo que domina es el postureo, la vanidad y las apariencias. Que cada uno saque sus consecuencias para su vida y su actitud ante Dios y los demás.


Y finalmente da un consejo al anfitrión de la casa: “Cuando des un banquete invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos (es decir, a los excluidos que habitan en la periferias existenciales y no cuentan); y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos”.

Jesús, que siempre nos sorprende y desconcierta por su libertad, nos está descubriendo una manera alternativa de actuar, de relacionarnos, de romper barreras, de humanizar y construir un mundo más justo según el proyecto de Dios Padre, con gratuidad y gratitud, por encima de normas sociales y ritos religiosos.

El Papa Francisco en el documento Fratelli tutti nos plantea: ¿Por qué si todos somos hermanos hay tantas desigualdades entre nosotros? ¿Por qué unos pocos viven con lujo insultante, mientras otros, la mayoría, apenas malviven o sobreviven con salarios de miseria? Si la familia humana entera es la “familia de Dios, ¿por qué no acabamos de encontrar caminos concretos para una fraternidad más visible?


“Nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana” (87).

El Papa considera conveniente proponer de nuevo esto al mundo, porque en este momento “ la historia da muestras de estar volviendo hacia atrás. Se encienden conflictos anacrónicos que se consideraban superados, resurgen nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos” (11). … “la marcha dura y lenta hacia un mundo unido y más justo sufre un nuevo y drástico retroceso” (16). Porque “impera una indiferencia cómoda, fría y globalizada… (30).

El tiempo que estamos  viviendo de crisis global, muy heridos emocionalmente como estamos, es momento de sumar, escuchar, dialogar, unir, ayudar, acompañar, perdonar. El bien común, el bienestar, la salud de la persona es lo primero. En una sociedad fragmentada tomemos conciencia de que todos somos hermanos, convecinos. De mi amor responsable depende la salud de mi vecino de enfrente. No lo olvidemos nunca, ni en la pandemia, ni en las desescaladas y vuelta a la, más bien, falsa normalidad. Abramos las ventanas y puertas: “todo va a ir bien”. Lo acabo de escuchar en la estación de autobuses en boca de un emigrante dando ánimos y dirigiéndose a una madre primeriza, embarazada. Creía en un futuro mejor.



Jesús Mendoza Dueñas


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