"Mientras hay tiempo..."

 26º Domingo TO CC Lucas 16,19-31

Escuchaba el lunes pasado, día para muchos de resaca de fiestas patronales, una conversación de unos estudiantes del Instituto sobre cómo organizar la excursión de fin de curso a Italia. Hablaban sobre la agencia y el hotel a contratar, y de las posibles fiestas a organizar, alguna posiblemente en un yate con trago y música incluidos, como hacen los ricos. Da la impresión de que no son conscientes de que estamos en crisis. Sueñan despiertos. “Los sueños sueños son”, como estudiamos en literatura, pero algunos  sueños son caros. Lo que no explicaban era quiénes y cómo iban a pagar los gastos. Me imagino que vendiendo bocadillos, haciendo rifas, y el resto lo completarán los padres y abuelos. Porque todo cuesta dinero. Yo me pregunto: ¿Qué juventud estamos formando y educando, desde la familia, el colegio, la comunidad eclesial? ¿Estamos educándoles en valores como la austeridad, el sacrificio, la resiliencia, la solidaridad bien entendida, frente a la cultura del descarte y la indiferencia?  ¿Son conscientes del futuro que les espera? ¿Tendrán trabajo cuando terminen la carrera a la que aspiran, cuando el fantasma del paro y la pobreza amenazan a tantos hogares? Porque el paro se ha convertido en algo tan “normal y cotidiano” que ya no nos escandaliza ni nos preocupa. Corremos el riesgo de  encerrarnos cada uno en nuestra burbuja y quedarnos ciegos e insensibles ante la frustración, la crisis familiar, la inseguridad y la desesperación de tantos hombres y mujeres. Y el futuro no está escrito en ningún lugar. Y nada sale gratis, que se lo pregunten a los abuelos de las residencias de ancianos. Pero intuimos que muchos con el agua hasta el cuello no llegarán a fin de mes, si es que llegan. Las colas del hambre siguen creciendo. Una de las muchachas de la conversación afirma: "Yo voy a ir de pobre todo el año para no gastar dinero". La pregunta obligada es: ¿qué significa ir de pobre?


No me considero profeta de calamidades ni de desgracias, pero creo que vivimos en  una sociedad clasista y en un mundo roto y  fracturado en clases sociales (baja, más baja, media,  media alta, alta y muy alta, y ricos cada vez más ricos), entre las que existen “abismos enormes”, fruto de la desigualdad social y de oportunidades, del uso egoísta de las riquezas, y de muchas injusticias… Todo ello no es fruto del azar o de la diosa fortuna, tiene sus causas.


La vida pasa y los conflictos, los problemas son siempre los mismos, y sacan lo mejor y lo peor de nosotros mismos. 
El relato evangélico de este domingo, parábola o “cuento” (para algunos expertos), no muy popular, del rico sin nombre y el pobre Lázaro (Lázaro es el único personaje de las parábolas de Jesús al que se le llama por su nombre, y que significa sorprendentemente “Dios ayuda”) es un ejemplo de esas desigualdades…. El cuento es aparentemente sencillo, pero en algunos aspectos no es tan sencillo como parece.  Dos personajes antagónicos, según el gusto de Lucas. Un rico que viste rico, en "Armani", y come en restaurantes cinco estrellas Michelin. El rico, contramodelo del discípulo auténtico, “tiene”, el pobre “es”. Los dos, parece, que mueren el mismo día, como su Majestad y mi amigo Alex. Desde este momento empieza a cambiar su suerte. El “cuento” nos plantea el desafío de escoger entre el “ser” o el “tener”. El desafío de “ver” y remediar a tiempo las necesidades del otro, mientras las cosas o situaciones pueden cambiar. Vivimos en un mundo , intercomunicado globalmente, pero somos incapaces, a veces, de ver y reconocer lo que tenemos delante de las narices. El objetivo del cuento no es enseñarnos sobre “el más allá”, sino provocar una reflexión sobre “el más acá”: cómo actuar (y en concreto cómo usar los bienes materiales) aquí y ahora. Y Jesús nos dice "a los pobres siempre los tendréis entre vosotros". Al final de la vida todo será  irreversible. Ya no se podrá elegir. Y los muertos muertos son aunque los paseen harto. El problema es que muchos que nos decimos cristianos ya no creemos en el más allá, en el cielo ni en el infierno.


“El tiempo para ayudar es tiempo regalado a Jesús, es amor que permanece: es nuestro tesoro en el cielo, que nos ganamos aquí en la tierra…. Que nos vuelva sensibles a los pobres, que no son un apéndice del Evangelio, sino una página central, siempre abierta ante nosotros”

“El Evangelio de este domingo nos ayuda a entender qué significa amar, sobre todo a evitar algunos peligros…… El rico, en verdad, no hace daño a nadie, no se dice que sea malo. Sin embargo, tiene una enfermedad peor que la de Lázaro, que estaba «cubierto de llagas»: este rico sufre una fuerte ceguera, porque no es capaz de ver más allá de su mundo, hecho de banquetes y ricos vestidos. No ve más allá de la puerta de su casa, donde yace Lázaro, porque no le importa lo que sucede fuera.

No ve con los ojos porque no siente con el corazón. En su corazón ha entrado la mundanidad que adormece el alma. La mundanidad es como un «agujero negro» que engulle el bien, que apaga el amor, porque lo devora todo en el propio yo. Entonces se ve sólo la apariencia y no se fija en los demás, porque se vuelve indiferente a todo. Quien sufre esta grave ceguera adopta con frecuencia un comportamiento «estrábico»: mira con deferencia a las personas famosas, de alto nivel, admiradas por el mundo, y aparta la vista de tantos Lázaros de ahora, de los pobres y los que sufren, que son los predilectos del Señor”. (Papa Francisco).



 

Jesús Mendoza Dueñas.

 

 

 

 

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