"Hoy ha llegado la salvación a esta casa"

 31º Domingo TO, CC Lucas 19,1-10 

¿Qué hacemos con los ricos o con los recaudadores de impuestos (Hacienda)? ¿Los mandamos al infierno?

Solo los encuentros personales en profundidad pueden cambiar la vida. Lo sabemos por experiencia. En los relatos evangélicos encontramos  diversos ejemplos de esos encuentros de diversos personajes con Jesús de Nazaret, el Profeta, el Maestro: la “Samaritana”, “los discípulos”, “María Magdalena”, “Mateo el recaudador de impuestos”, “Zaqueo, jefe de publicanos”.


El relato del encuentro de Zaqueo con Jesús nos lo demuestra una vez más. Zaqueo, siendo rico y explotador no es un caso perdido.

Dos búsquedas, dos miradas que se entrecruzan, la de Zaqueo y la de Jesús  para hacer posible el milagro de la conversión, de la salvación, que  se traduce en una vida más solidaria y justa, no en una declaración de buenas intenciones o deseos, o en especulaciones teóricas sobre lo que nos espera en el más allá. Jesús siempre se deja guiar por la fe en Dios Padre misericordioso, por encima de los prejuicios sociales («también Zaqueo es hijo de Abrahán»), y por su misión de buscar y salvar al que se ha perdido. La historia de Zaqueo recuerda las parábolas del hijo pródigo y de la oveja y la moneda perdidas. El final o resultado de la escena desborda todas las previsiones.

El episodio nos enseña también que la obra salvadora de Jesús puede sucederle “hoy” a cualquier persona que, en la escucha de la Palabra, se “baja pronto de su higuera” y “recibe” a Jesús en su casa, e inicia un nuevo camino espiritual que deja atrás los errores del pasado y se abre a un discipulado y seguimiento apostólico militante. No es suficiente con “invitar” a Jesús a comer, debe darse un cambio profundo en la vida, más allá de las normas, con repercusiones en el ámbito económico.

“El encuentro de Zaqueo con Jesús cambia su manera de mirar la vida: ya no piensa sólo en su dinero sino en el sufrimiento de los demás. Cambia su estilo de vida: hará justicia a los que ha explotado y compartirá sus bienes con los pobres.

Su compromiso es firme. En adelante pensará en los pobres: compartirá con ellos sus bienes. Recordará también a las víctimas de las que ha abusado: les devolverá con creces lo robado. Jesús ha introducido en su vida justicia y amor solidario” (J.A. Pagola).

Ser cristiano significa buscar a Jesús y encontrarnos con Él. Lo encuentra quien lo busca. Y lo busca quien lo desea profundamente.

Hay muchos caminos que conducen a Jesús. Pero no olvidemos que Él es siempre quien toma la iniciativa. Lo importante es no cerrarnos a la acción de Dios. Jesús toma la iniciativa: "Zaqueo, baja porque quiero hospedarme en tu casa". Hay momentos decisivos en los que Jesús pasa por nuestra vida porque quiere salvar lo que nosotros estamos echando a perder. No los hemos de dejar escapar.


No nos va a cambiar la participación puntual en un retiro espiritual “de moda” que conmueva nuestra emotividad, o en una peregrinación a un Santuario Mariano, o en una jornada juvenil tipo JMJ. El cambio tiene que ser un proceso interior, de encuentro profundo con Jesús. Cambio de actitudes y que se reflejará en las obras (y en el bolsillo). El verdadero cambio es un proceso interior, en el que no nos van a faltar obstáculos en el camino. Zaqueo era de baja estatura, primer obstáculo a superar: su limitación física. Los pecados de Zaqueo, su pasado, su mala fama, los prejuicios sociales, el qué dirán, grandes obstáculos para ver a Jesús, también han sido superados. El miedo al ridículo, o al riesgo de cambiar, otro obstáculo frecuente. El obstáculo mayor puede ser creerme convertido, justo, o peor todavía, desconfiar de la misericordia de Dios, que nada ni nadie me puede cambiar.

Y allí en Jericó sucedió algo que sucede todos los días desde entonces. Es el encuentro, el flechazo, la casa abierta, la mesa compartida, la palabra escuchada, la conversión ansiada, la salvación ofrecida.

¿Quiero cambiar? ¿Puedo cambiar?   Hoy el Señor, me llama por mi nombre y me dice, te dice: "Hoy quiero hospedarme en tu casa". Jesús te asegura, me asegura que  puedo cambiar.

El Señor está aquí, en nuestra casa y nos trae la salvación y el perdón de nuestros pecados y nos da fuerzas para superar los obstáculos físicos y morales que nos impiden reconocerlo. Ha venido a “salvar lo que estaba perdido”. Con Jesús todo es posible.

¿Deseamos, de verdad, encontrarnos con el Jesús que pasa cada día, y todos los días, cerca de nosotros, por los caminos de nuestra vida? 

¿Y yo, y tú qué cambio esperamos, qué tengo que entregar?





Jesús Mendoza Dueñas.



 

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