"Todo es gracia"
28º Domingo TO CC Lucas 17,11-19
¿Recordáis el evangelio del domingo
pasado? “Si tuvierais fe como un grano de mostaza…? “Señor, creo pero aumenta
mi fe”.
Hoy nos habla de agradecimiento. Una
actitud de primerísima calidad. “De bien nacidos es ser agradecidos”.
Solamente los humildes de corazón, como María, la del Magníficat, saben decir
de verdad gracias. Aunque vivimos en una cultura mercantilista que pone precio
a casi todo, como el impuesto al sol. Y donde la palabra “gracias” se ve con
sospecha. Sospecha de infantilismo, bobería, debilidad. A nadie se le regala
nada.
En la primera se me ocurre: en primer lugar, la vida que es don y todo lo que hace
posible esa vida vivida con dignidad. La familia, la amistad, la ternura y
alegría de los niños pequeños. La naturaleza que nos envuelva, la madre tierra,
la casa común, el sol, el aire, la lluvia, el paseo por el bosque.
Los talentos que Dios ha puesto en nuestras
manos (que nos exige vivir conscientes…)
A nivel de vivencia religiosa: el don de
creer que debemos suplicar y agradecer. El tesoro de la Palabra de Dios. La
salvación prometida y conquistada para todos por Jesús de Nazaret, que no tiene
precio, que no se puede comprar.
En la segunda: en primer lugar, mi persona, mi
tiempo, mis cuidados (hay todo un ejército invisible de cuidadores a los que hay que poner
o prestar voz), mis talentos, mi compañía, la capacidad de escucha que muchas
veces cura, mi buen humor, amabilidad, una sonrisa, contagiar alegría,
esperanza (en un mundo donde parece que solo abundan las malas noticias), interesarme
por los vecinos, por los amigos (¿si no lo hago ahora, cuándo será?). Ejercer la hospitalidad. Los
pequeños detalles de servicio gratuito que son como los hilos de un telar que
tejen un tapiz. Cuidar de la naturaleza que nos rodea y sirve.
En el camino de Jesús hacia Jerusalén se
cruzan unos enfermos de lepra enfermedad maldita, que condenaba a los enfermos
a la exclusión social, familiar, vecinal. De lejos le gritan, no les está
permitido acercarse. Jesús, probando su confianza, los envía a los sacerdotes
para que certifiquen su curación, cosa que ocurre en ese camino. Pero solo uno,
y además samaritano, extranjero, se vuelve hasta los pies de Jesús para dar gloria
a Dios, para agradecer, porque se siente, se reconoce salvado, no solamente
curado de la enfermedad. Por eso Jesús le dice, y solo él lo escucha: “Vete,
tu fe te ha salvado”.
La salvación que nos ofrece Jesús no
solamente es devolución de la salud física, corporal, es también devolución de
la dignidad perdida o robada, recuperación de la inclusión social, de la
autoestima, descubrimiento del sentido de la vida, de la alegría de vivir.
Jesús nos dice: “Dad gratis lo que habéis
recibido gratis” (Mt 10,8). San Pablo recuerda: “Dios ama al que da con alegría”.
Dime qué imagen tienes de Dios y te diré
cómo vives tu religión. Si la religión se convierte en una especie de contrato
con él: “Yo te ofrezco oraciones y sacrificios y Tú me aseguras tu protección.
Yo cumplo lo estipulado y Tú me recompensas”. Desaparecen así de la experiencia religiosa la alabanza y la acción de
gracias a Dios, fuente y origen de todo bien.
Hay quien dice: “Que recuperar la gratitud puede
ser el primer paso para sanar tu relación con Dios. Esta gratitud radical a
Dios genera en la persona una forma nueva de mirarse a sí misma, de
relacionarse con las cosas y de convivir con los demás” (J.A. Pagola).
“Todo
es gracia”.
Ahí tenemos por delante una hermosa y gran tarea para el día a día.
(Juramento hipocrático: “Prestaré
mis cuidados a cualquier persona que me lo pida”).
Jesús Mendoza Dueñas.




Comentarios
Publicar un comentario