"Está llegando el tiempo"
33 Tiempo ordinario CC (Lucas 21,5-19)
“Está llegando el
tiempo”. Escribió Lucas en su evangelio recordando las palabras de Jesús.
Escribir es rememorar (volver a recordar)
lo que nos gustaría olvidar para siempre a toda costa. Es mirar las cosas, la realidad
de frente.
Por otra parte, estos últimos días, en la
costa mediterránea, cerca de donde salen las pateras, los dignatarios
internacionales, líderes de todo el mundo, reunidos en asamblea en Egipto
afirman sobre el “Cambio climático”: “la
lucha por defender el planeta o el suicidio colectivo. Caminamos hacia el infierno climático y apretando el
acelerador. La humanidad tiene que elegir”. Con lenguaje apocalíptico se
describe así la tragedia que se avecina fruto del cambio climático que estamos provocando
irresponsablemente. “Está llegando el tiempo” de tomar decisiones ya. “Blá, blá,
blá….”.

Al norte y al sur, la guerra no deja espacio para la esperanza. Parece que gana la muerte. “Vita brevis”; “Finisterrae”. Todo tiene fecha de caducidad como….tu vida y la mía. En este mundo finito todo tiene fecha de caducidad. Nada es eterno.
Vamos en el mismo barco. Lo que sucede a
los demás nos sucede a nosotros. Rememorando la famosa película “La milla
verde”, hemos de reconocer que todos estamos en el mismo pasillo de la pena
de muerte. Para algunos condenados el pasillo es más corto que para otros. Nadie
se libra. Todos estamos condenados a muerte, aunque no sabemos el día ni la
hora, aunque lo presintamos. La muerte es la realidad más cierta de nuestra
existencia.
“El fin no
será enseguida”
Hablar del “fin del mundo” puede
resultar atractivo para los aficionados
a la ciencia ficción, para los anunciadores
de desastres ecológicos, para programas televisivos como 4º Milennio u
HorizonteX.
“El fin del
mundo”, de nuestro mundo, de nuestra historia es el tiempo presente que nos
toca vivir y que vamos tejiendo cada día. El pasado sólo existe en la memoria.
Y algunos han perdido la memoria.
“Mirad, que
nadie os engañe”
Hay
predicadores que parecen tener la bola de cristal y nos anuncian cada día el
final. Hay iglesias electrónicas que nos bombardean con la profecía de que "el tiempo está ya muy cerca".
Hay
sectas y fanáticos cuyo único mensaje es el del mundo se acaba.
La pregunta
obligada es ¿Cómo vivir este tiempo? ¿Cómo lo estamos viviendo? ¿Cómo damos
sentido a nuestra existencia? Pues no se trata de agregar años a la vida sino
de llenarla de sentido. “Solo los fuertes sobreviven” (Bruce Springsteen).
La grave
crisis generalizada que estamos sufriendo: pandemia, guerra, crisis energética,
de liderazgo, es para muchas personas tiempo de lamentos, de desaliento, de
desesperanza. De resignación para algunos y de huida para muchos.
“Con vuestra
perseverancia, salvaréis vuestras vidas”.
El evangelio
de este domingo nos descubre que el tiempo que nos toca vivir es ocasión para
dar testimonio de Jesús. Lo cual nos exige revisar nuestra vida, mirar a la
realidad con los ojos de Jesús: con esperanza,
compasión, confianza.
Jesús nos plantea con su mirada profunda y
profética qué tiene y qué no tiene futuro en el proyecto y designios de Dios. Y esto es algo muy importante para
analizar y reflexionar. Y según ello, saber orientar nuestra vida con esperanza que no sea engañosa.
Una esperanza que no defrauda porque se
cimienta en la fidelidad del Dios de Jesús que cumple lo que promete. Una
esperanza que no nos hace desentendernos de los problemas del mundo en el que
vivimos, todo lo contrario, nos da fuerzas para perseverar en la lucha por un
mundo mejor según el proyecto de Jesús.
La crisis encierra de positivo que nos
empuja a ser más solidarios y a optar por una alegre y sana austeridad.
Como discípulos estamos llamados a conformar nuestra vida según el modelo de
Jesús. Compartir con él la misión y el destino, poniendo nuestra confianza
total en Jesús, en Dios, “solo Dios basta”. De él recibiremos
la asistencia necesaria. La
fuerza de su Espíritu que nos ha prometido “Yo estaré con vosotros todos los días”,
nos garantiza la capacidad de resistir en la persecución, de perseverar para
dar fruto en el día a día, en las pruebas cotidianas y en la persecución si
llega. Es el “permanecer en Cristo” de que habla Juan: “Quien dice que permanece en él
debe vivir como vivió él” (1 Jn 2,6).
“Considerad que la paciencia de Dios es
nuestra salvación” (2 Pe 3,12-18).



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