"El Emmanuel, Dios con nosotros"
4º Domingo de Adviento CA
Hola, hermanos y hermanas. Ya casi estamos en Navidad… nos queda muy poco. ¿Recordáis que el domingo pasado hablábamos de la importancia de la paciencia que va de la mano de la esperanza? Dicen que el silencio hace madurar la espera, pero que el amor no gusta de esperar. ¿Qué tal llevamos esa espera de la Navidad? Los más pequeños y los jóvenes estarán soñando con las vacaciones ¿Qué tenemos programado? ¿Ya hemos escrito la carta a los Reyes Magos de Oriente? Por estas fechas, mi padre, cartero real, tenía trabajo extra.
Es que en Navidades se juntan muchas cosas. ¿Qué Navidad queremos? ¿Participaremos en las celebraciones religiosas, programadas por la parroquia? El viernes pasado montamos la representación del Belén en el presbiterio de nuestra parroquia de Covaleda y Don Pedro anda muy liado para ultimar el de Duruelo, aunque el Niño Dios todavía no ha nacido. Antes, el sábado 20 y el domingo 21 subirán los montañeros a colocar un tradicional belén en la cumbre del Urbión, el domingo predicen una gran nevada. Espero que no se pierdan en el camino.
En España, muchos esperamos, dentro de unos días, que nos toque la lotería de Navidad, el día bautizado como “de la salud”, para tapar agujeros o iniciar un largo viaje de vacaciones y fugarnos del pueblo.
José Luis Sicre SJ, experto biblista, en el comentario semanal al evangelio del domingo nos invita a todos, creyentes y no creyentes, descreídos y paganos, a reconocer o recordar que ya nos ha tocado la auténtica lotería, la que tocó y sigue tocando todos los días y en todas partes del mundo. Transcribo, "copia y pega en cursiva", fragmentos de su reflexión.
“El premio no son millones de euros. Es un premio mucho mayor: una persona. Al principio puede resultar decepcionante. Con este premio no se puede comprar un gran chalé, ni un coche de último modelo. No podemos permitirnos un crucero de lujo ni costear una operación en el mejor hospital del mundo. Pero es un premio personal, que redime nuestro pasado y garantiza nuestro futuro. Las lecturas dedican pocas frases a describir a esa persona: desciende del rey David, nace de una muchacha virgen. Pero, cosa extraña, recibe dos nombres, y cada uno de ellos expresa un regalo de Dios.
Primer premio: “Se llamará “Emmanuel”, que significa “El Dios con nosotros”, el Dios cercano, amigo, “com-pañero”, el que comparte su pan para el camino.
El segundo premio: La salvación (Mateo 1,18-24).
La promesa anunciada por los profetas "se cumple en el nacimiento de Jesús. Este viene del "Espíritu Santo" y José le pondrá ese nombre «porque él salvará a su pueblo de los pecados». No salvará de los asirios, ni de los romanos, ni de Putin, sino del poder del pecado y de la muerte, entregando su vida por todos. Y Mateo añade: «Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el profeta». Ya no hay que seguir esperando. Ha salido el segundo premio, tan importante como el primero".
Los afortunados del premio: todos (Romanos 1,1-7).
El primer premio de la lotería, de la diosa fortuna siempre caprichosa, es un único número, y los beneficiarios, si no se devolvió, unos pocos afortunados. Ojalá esté bien repartido.
"El regalo no se limita a unos pocos, todos lo reciben. Es lo que dice Pablo a los romanos. El regalo no es solo para los judíos, también para los paganos. Lo reciben no solo en Jerusalén o Belén, también en Roma. Allí, entre los paganos, se ha difundido el evangelio y se sienten «amados por Dios y llamados a formar parte de su pueblo santo». Igual que nosotros, al cabo de veintiún siglos, debemos sentir la alegría de haber sido beneficiados por Dios” (José Luis Sicre SJ).
El Papa Francisco en un tweet del 23 de diciembre de 2013 afirmaba: “La Navidad suele ser una fiesta ruidosa: nos vendría bien estar un poco en silencio, para oír la voz del Amor”. Cada año, por estas fechas, insiste en “no dejarnos llevar por el estruendo del consumismo”.
No les vendría mal a nuestros políticos, aunque sea por unos pocos dias, guardar un poco de silencio, que en estos días andan en un “tiki-taka” sin fin, intercambiándose insultos y reproches. Que guarden también silencio, por Navidad, en Ucrania y Gaza los cañones y misiles. No los olvidemos mientras nos atracamos de turrón.
Navidad significa creer en el Amor, es decir, dejarnos amar por Dios. A principio de año subirán de nuevo los precios del agua, del pan, de la luz, del gas, de los alquileres.... Esperemos que se multiplique nuestra capacidad de amar, de compasión.
No olvidemos que "vino a los suyos y los suyos no lo recibieron". El mundo no se enteró de que había nacido el Salvador, que plantó su tienda en medio de nosotros. Y es que el signo de un niño frágil como todos los niños nos desconcierta. ¿Qué significa que Jesús nació en los márgenes existenciales y no en un palacio de Roma o de Jerusalén?

No olvidemos que los verdaderos protagonistas del Misterio de la Navidad (no son los villancicos, ni el gordo de la Navidad, ni la nieve) fueron y son: Jesús, María y José, en cuyo espejo nos debemos mirar.
Me quiero detener, por hoy, en José: el hombre justo, que encarna el papel de ser guardián y defensor de la Familia de Nazaret. El Evangelio le concede muy poco protagonismo. El evangelio lo nombra cuatro veces y luego se olvida de él. Se dice de él que era hombre bueno, justo, humilde, responsable, señor de su casa, guardián del hogar de Nazaret. El hombre justo en la Biblia es aquel que permanece, persevera fielmente anclado en la fe en Dios, a pesar de todos los pesares, aunque se quede solo. No habló mucho pero acoge, obedece y cumple la misión para la que Dios le había elegido. Y eso que lo que le toca no es la lotería, sino un drama: María está embarazada y él no tiene ni arte ni parte. Nos podemos imaginar el disgusto, los celos, la preocupación y su dolor. ¿Con quién compartiría la noticia? El Evangelio dice que decide separarse en secreto. Sabe situarse en un segundo plano, pero tuvo un papel importante que jugar. El caso es que sin su presencia hasta la vida misma de Jesús habría sido más que sospechosa e inaceptable. Y la vida de María habría sido imposible en su Nazaret natal. Lo que a veces parece un gran problema se convierte en una bendición.
Si Dios se ha hecho vecino nuestro, nos ha dejado signos de su presencia. Hay que vivir abiertos a Dios para percibirlos. Hay que ser humildes para podernos apropiar de lo que Dios nos ofrece. No podemos ser felices del todo si no aprendemos a leer los signos de los tiempos como huellas, acontecimiento de Dios en nuestra existencia que nos quieren decir algo importante. Hay días en que no entendemos sus planes e imaginamos que Dios nos ha dado la espalda, que está ausente.
El Evangelio de San Mateo se abre con este anuncio del “Dios con nosotros” y se termina con la promesa de Jesús de seguir presente en sus discípulos: “Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo”. Demos gracias a Dios.
¡FELICES FIESTAS DE NAVIDAD!
Jesús Mendoza Dueñas

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