"Lavar los pies"

En la tarde del Jueves Santo, el responsable de la comunidad cristiana que preside la celebración, sea sacerdote, obispo o laico, recordando el gesto insólito de servicio humilde de Jesús y sus palabras (“Os he dado ejemplo para que hagáis vosotros lo mismo”) se arrodilla y lava los pies a varias personas que representan a toda la comunidad, pero sobre todo a los más pobres y a los que más sufren. El papa Francisco lo suele celebrar en una cárcel de Roma. En el 2013 lavó los pies de dos mujeres, una musulmana para escándalo de algunos, por saltarse las “normas litúrgicas”. 


Recuerdo mi primer Jueves Santo en el valle del Chira en Perú. En el barrio de San Miguel me tocó lavar los pies a varias personas de aquella comunidad, adultos y niños. Recordaré para siempre la sensación de tocar aquellos pies de campesino, acostumbrados a trabajar descalzos en la chacra, o los de los “churres” acostumbrados a jugar fulbito también descalzos. Pies curtidos y agrietados como corteza rugosa y dura de algarrobo. La toalla de secar aquellos pies iba tomando color a tierra según avanzaba en la tarea. Nunca lo olvidaré. También recuerdo el lavatorio de los pies de algunos enfermos en el sanatorio de Trillo, en la semana santa de 1979, que compartí con la comunidad de los padres franciscanos y madres franciscanas de la Inmaculada, que servían a los enfermos de lepra.

En San Pedro Manrique lavamos los pies de hombres, mujeres y niños pertenecientes a las cofradías de semana santa. Algunos son pies de pasadores de la hoguera de San Juan, pero son pies perfumados para la ocasión. En Covaleda lavamos los pies de los niños de catequesis, pies  delicados y “sonrientes”.


En esta semana santa post-pandemia, de crisis y tantas cruces ¿nos atreveremos a lavar los pies errantes de los desahuciados; los pies cansados de tantos jóvenes en busca de trabajo; los pies heridos y sangrantes de los africanos que saltan la valla de Ceuta y Melilla; los pies de los niños famélicos que malviven por debajo del umbral de la pobreza; los pies del “carrilero” transeúnte que buscan cobijo? Estos pies no están asegurados en millones como los pies de Cristiano y Messi. Hay que tener valor para besar esos pies no perfumados de la humanidad sufriente. El gesto es un auténtico sacramento que hay que celebrar sin miedo a mancharnos las manos. Es uno de los gestos mejor guardados por la Iglesia samaritana de todos los tiempos, pero que hay que actualizar aquí y allá. Así también se evangeliza. Aunque la toalla quede sucia y maloliente, irrecuperable, será icono sagrado del Cristo sufriente. Es un gesto que resume lo que ha sido la vida de Jesús: entrega y servicio a los pobres, a los enfermos,  a los pecadores, a los despreciados, a los desahuciados de aquella sociedad, a las mujeres oprimidas, a todos los necesitados. Se ha desvivido por ofrecer a todos, en nombre del Dios de la Vida, acogida, curación, esperanza y perdón. Según el relato de san Juan, lo hizo para dar ejemplo a todos y hacernos saber que sus seguidores deberían vivir en actitud de servicio mutuo. No es fácil entenderlo. El mismo Pedro, de entrada, no lo entendía.


El Papa Francisco en un nuevo Twitter afirmaba: “Tocar la miseria humana es tocar la carne de Jesús. Jesús nos enseña a no avergonzarnos de tocar la miseria humana, de tocar su carne en los hermanos que sufren”. (EG 270) ( jueves 10 de abril de 2014).

Deberíamos arrodillarnos también para pedir perdón a los hermanos que pasan hambre, en el viacrucis interminable de la humanidad sufriente. El problema es que se han vuelto invisibles por nuestra insensibilidad. Invisibles son los pobres que sufren la violencia en Siria, en república Centroafricana y en otros países del África olvidada. El gesto del Maestro de abajarse a lavar los pies de los discípulos revela también que Dios camina entre nosotros, sus pies recorren nuestros caminos de barro y esperanza.


Me escribe mi amigo Juan "el Mudo" SJ, misionero en Piura-Perú, comentando un artículo que le mandé:

Jesús: Aunque ya no es hora y estoy un poco cansado. Si lo dejo para después no te escribo. Lo mereces ya que tienes el "espíritu" que te ayuda a dar pasos. Hoy he estado haciendo el comentario de la "palabra viva" para el  próximo domingo. Me sorprendía el peso que tienen para la gente y para el mismo pueblo de Dios los ritos: la bendición de los ramos, hacer la crucecita, ponerla en la casa para que nos guarde...acompañar al Señor en las procesiones y las diferentes  etapas de la pasión... tocar, caminar hasta el cansancio,... creo que de manera muy sencilla se identifican con el sufriente porque tienen la experiencia; saben que es de ellos. Yo siento un temor, seguro porque estoy afuera, de que no toquemos el sufrimiento y entonces no sabemos lo que es buscar la salud del cuerpo y del espíritu... a veces pienso si no necesitamos de ritos más sencillos de la gente sencilla que toquen el corazón y sientan que por ahí va el tajo. Quiero celebrar la eucaristía en el penal de Sullana, el jueves, con las mujeres de ahí. Siento que  algo nuevo corre por ese mundo, y otros muchos que están cercanos a la vida de la gente marginada que nos hace más humanos y más cercanos y más buenos. Parecería que un poco tarde voy viendo eso pero así lo siento. Como dice tu amiga la de "la cuaresma" creo que hace falta la palabra encarnada que dice mucho en el mundo de hoy, como siempre. Jesús, que con tu amigo y los amigos y amigas con los que estarás cerca sigue la "veta" que tienes de comunicar lo hondo con letras sencillas y que  los tercermundistas también necesitamos que alienten nuestro cansancio y poca fe. Un gran abrazo y FELIZ PASCUA. Juan    

Jesús Mendoza



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