"Transfiguración del Señor"
TRANSFIGURACION DEL SEÑOR (Mateo 17,1-9)
“Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y
a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto”.
“Grandes cosas acontecen cuando los
hombres y las montañas se encuentran. Eso no ocurre entre el barullo de las
calles” (William Blake).
Antes se subía a la montaña para buscar
leña, subir ganados, o para atisbar los movimientos de los enemigos que se
acercan por las llanuras (Atalayas).
Hoy se escalan las montañas para hacer
deporte (“Covaleda Extrem”) o
disfrutar del privilegio de la naturaleza virgen. Subir a la montaña significa
para muchos volver a respirar aire limpio, reencontrarse con el silencio
perdido, que es reparador, alejarse de las prisas de cada día, la posibilidad de encontrarse con uno mismo.
También para buscar y encontrarse con Dios. No es extraño que muchas religiones
hayan elevado santuarios, ermitas en lo alto de los montes (Virgen del Castillo, Lomos de
Orio…).
El lenguaje bíblico usa el simbolismo de la montaña como "morada" de Dios y lugar de su revelación.
También Jesús se retiró más de una vez con
sus discípulos a lo alto de una montaña.
El centro del relato de la transfiguración
es la voz de Dios que proclama, revela a Jesús como el hijo amado a quien hay
que escuchar: “escuchadlo”.
“Somos hijos amados y bendecidos de Dios
Padre”.
No es fácil escuchar esta voz interior. Tenemos que aprender a reconocerlo como
Jesús.
Es un camino, un proceso, como el de
Jesús.
¿Cómo reconocerlo?
“En el camino un alto hacemos, es el Señor
quien nos convida, aquí comemos y bebemos el pan y el vino de la vida”. En el camino de
Emaús los caminantes reconocieron a Jesús en el partir y compartir el pan con
ellos. La Eucaristía es encuentro con Jesús vivo, que se ha hecho alimento para
el camino. "En el camino te encontré...".
Llegamos a convertirnos en “hijos
amados y bendecidos”, únicos e irrepetibles: 1º cuando nos dejamos
coger, tomar de sus manos, el Buen Pastor, que camina por delante, que nos lleva en sus brazos. 2º Cuando partidos, rotos y heridos asumimos el dolor
y la entrega de la vida. 3º Cuando entregados nos damos, servimos a los demás.

El primer mandamiento de la Ley de Dios es
ESCUCHAR (Deuteronomio 6,4-9). ESCUCHAR
para SEGUIRLO.
A veces nos da miedo el SEGUIMIENTO, pero
Jesús, como a los discípulos, nos levanta y nos dice: “No temas, soy yo”.
“Estoy a la puerta y llamo”, venimos meditando
estos domingos estas palabras de Jesús (Apoc 3,20).
Si nos volvemos sordos, Él no se calla,
nos seguirá llamando. Si vivimos abiertos a Él, Él nos acoge. Si nos sentimos
hundidos o cansados Él nos levanta. Si le hablamos Él nos escucha.
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“ESCUCHA, APRENDE, PRACTICA, ENSEÑA”.
El tiempo de verano, de vacaciones es muy
bueno para ejercitar el arte de escuchar, para subir a la montaña.
Tómate un día entero de desierto, sin tfno, ni tv, levánta el rostro de la pantalla y repite varias veces en tu interior: “Soy hijo amado, bendecido de Dios” Y escúchale a Él: “No tengas miedo, soy yo”.
TOMATE EN SERIO SUS PALABRAS.
SUBE A LA MONTAÑA
PARA BAJAR DESPUES Y TRANSFIGURAR ESTE MUNDO INJUSTO, HERIDO, ROTO Y DESIGUAL”.
Jesús Mendoza Dueñas.
TRES
TIENDAS
Hagamos
tres tiendas
para
resguardarnos
del
miedo a no poder,
de
la indecisión de no saber,
del
vértigo de caer.
Hagamos
tres tiendas,
aquí,
donde
el afecto es cálido,
la
fe es segura,
el
evangelio amable.
¿Para
qué regresar
a
la tierra hostil
donde
deambulan
quienes
ni creen
ni
dejan creer?
Hagamos
tres tiendas
aquí,
donde
tu voz es caricia,
y
la mesa está puesta
para
todos.
No puede ser.
No
hay tienda, refugio
ni
defensa
para
quien hace
de
la justicia bandera,
del
perdón, camino,
de
la cruz, escuela.
Es
la intemperie la tierra
donde
ha de gestarse el Reino.
¿De
qué sirve la calidez
de
una piedad íntima
si
luego, fuera,
en
las calles, en la brega,
se
ignora al prójimo
y
se trivializa el amor?
¿De
qué la devoción fácil
que
no conduce a las fronteras
donde
se encuentran los extraños,
donde
se siembran preguntas
y germinan respuestas?
- José María Rodríguez
Olaizola, SJ
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