Jesús cura nuestra sordera y mutismo
23º Domingo TO CB, Marcos 7,31-37
No podemos vivir sin la TV
en casa, sin el móvil, enganchados a las redes sociales. Nos aterra el
silencio. Tenemos miedo a quedarnos a solas con nosotros mismos para escuchar
el sonido interior de lo más profundo de nuestro ser. El silencio nos revela
nuestro misterio y nos produce vértigo existencial, porque nos podemos encontrar con los fantasmas interiores del
miedo, del sentimiento de culpa que no sabemos controlar. “En el
océano de emociones que hay en el interior de uno mismo, rara vez hay calma”.
Dicen que para vivir en
paz lo primero que hace falta es aprender a escuchar. Vivimos en un entorno muy
ruidoso por fuera y con muchas prisas por dentro, que hace realmente muy
difícil que nos prestemos atención unos a otros. “Vamos a tanta velocidad que no descubrimos el valor de la vida”. Más
que una técnica que pueda dominarse, escuchar es sobre todo una actitud que se
aprende cuando se vive en un espacio humano en el que hay afecto.
El relato evangélico es
bien conocido. Le presentan a
Jesús un sordo que, a consecuencia de su sordera, apenas puede
hablar. Su vida es una desgracia. Solo
se oye a sí mismo. No puede escuchar a sus familiares y vecinos. No
puede conversar con sus amigos. Tampoco puede escuchar las parábolas de Jesús
ni entender su mensaje. Vive encerrado en su propia soledad.
No fue fácil curarlo. Jesús
lo toma consigo y se concentra en su trabajo sanador. No es fácil. El sordomudo
no colabora, y Jesús hace un último esfuerzo. Respira profundamente, lanza un
fuerte suspiro mirando al cielo en busca de la fuerza de Dios y, luego, grita
al enfermo: «¡Ábrete!».
Aquel hombre sale de su
aislamiento y, por vez primera, descubre lo que es vivir escuchando a los demás
y conversando abiertamente con todos. La gente queda admirada: Jesús lo hace
todo bien, como el Creador, «hace oír a los sordos y hablar a los
mudos».
Estos relatos de sanación
son una invitación a dejarnos trabajar por Jesús, para abrir bien los ojos y
los oídos a su persona y su palabra. Unos discípulos «sordos» a su mensaje
serán incapaces de anunciar el evangelio
a los demás. Las curaciones de sordos, narradas por los evangelistas,
pueden ser leídas como «relatos de
conversión» que nos invitan a dejarnos curar por Jesús de sorderas y
resistencias que nos impiden escuchar su llamada al seguimiento.
Vivir abiertos o cerrados
al evangelio de Jesús es un asunto de
suma importancia. Si vivimos sordos al
mensaje de Jesús, si no entendemos su proyecto, si no captamos su amor a
los que sufren, nos encerraremos en nuestros problemas y no escucharemos los de
la gente. Y entonces no sabremos anunciar la Buena Noticia de Jesús.
Es urgente que los
cristianos escuchemos también hoy esta llamada de Jesús. No son momentos
fáciles para su Iglesia. Se nos pide actuar con lucidez y responsabilidad.
Sería funesto vivir hoy
sordos a su llamada, desoír sus palabras de vida, no escuchar su Buena Noticia,
no captar los signos de los tiempos,
vivir encerrados en nuestra sordera.
NO GRITES TANTO, NO HABLES
TANTO, ESCUCHA, GUARDA SILENCIO PARA ESCUCHARLE A EL.
Jesús Mendoza Dueñas



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