Jornada Mundial de los pobres
33º Domingo TO CB Domingo mundial de los pobres: “La oración del pobre sube hasta Dios” (Sirácida 21,5).
Las imágenes que nos muestras los medios de comunicación y redes sociales del desastre de la DANA parecen de ciencia ficción, son escatológicas, es decir, el paisaje de destrucción parece el fin del mundo. Los apocalipsis venden. Las alcantarillas colapsadas. Parece un barco que no dirige nadie. La victoria de Donald Trump dicen que puede ser una catástrofe para la humanidad en la cuestión climática. Y ¿Ucrania, Gaza, Ucracia, Gaza? ¿Cuándo terminarán estas guerras, y otras tantas silenciadas?
Imágenes y acontecimientos que nos invitan a la reflexión ¿Dejarnos llevar por el caos o aprender de él? ¿Qué mundo, civilización, cultura estamos construyendo? ¿Hasta cuándo dejaremos de agredir al planeta tierra, la casa común que nos cobija? ¿Dónde queda la esperanza? ¿Cómo se reconstruye un corazón destrozado? ¿De qué nos sirve hacer inmensos progresos tecnológicos si no somos capaces de solucionar la peor Dana, la peor guerra, la más inhumana: el hambre en el mundo?
En la serie televisiva “Juego de tronos”: dos de los protagonistas dialogan entre ellos: “Todo hombre debe morir, pero primero tiene que vivir”. Y solo se vive una vez aquí en este planeta tierra, nuestra casa común. Yo añadiría: todo ser humano tiene que aprender a vivir. Primer mandamiento.
Y saber vivir significa tres cosas: Ser tú mismo, ser ahora, estar aquí. Para lo cual hay que estar despiertos.
Es importante saber lo que tenemos que hacer en cada momento: hacer el bien. Saber estar donde hay que estar: donde nos necesiten, sin escurrir el bulto. Y creer en quien no nos va a fallar: Cristo, el Señor.
Este es el mensaje de la lecturas de este domingo: estar despiertos para descubrir e interpretar los signos de los tiempos, las señales de Dios en nuestra historia. Lo que ocurre es que vivimos acelerados como para ver los signos.
El P. Francisco afirma también: “Habrá un día en el que tú te iras. Darás un último paso, el día en que el Señor venga a tomarte de la mano para ir con Él. Tu muerte es irte con el Señor”.
(Las lecturas de este penúltimo domingo del Tiempo Ordinario parecen trasladarnos siempre a un mundo de ciencia ficción, difícil de ser tomado en serio. Sin embargo, los tres evangelios sinópticos contienen este discurso de Jesús sobre el fin del mundo. Lo cual significa que, para los primeros cristianos, era algo esencial: un mensaje de esperanza y consuelo en medio de las persecuciones.) El discurso apocalíptico, que no lo hemos de entender en sentido literal, sino tratando de descubrir la fe contenida en esas imágenes y símbolos que hoy nos pueden resultar extraños, quiere ofrecer algunas pistas o convicciones que han de alimentar nuestra esperanza.

Primera convicción. El «sol» que señala la sucesión de los años se apagará. La «luna» que marca el ritmo de los meses ya no brillará. No habrá días y noches, no habrá tiempo. Además, «las estrellas caerán del cielo», la distancia entre el cielo y la tierra se borrará, ya no habrá espacio. ¿Qué se nos quiere decir? La historia apasionante de la humanidad llegará un día a su fin. Esta vida no es para siempre. Un día llegará la Vida definitiva, sin espacio ni tiempo. Viviremos en el Misterio de Dios.

Tercera convicción: Jesús viene a «reunir a sus elegidos», los que esperan con fe su salvación. Jesús traerá consigo la salvación de Dios. Llega con el poder grande y salvador del Padre. No se presenta con aspecto amenazador. El evangelista evita hablar aquí de juicios y condenas.
Cuarta convicción. Las palabras de Jesús «no pasarán». No perderán su fuerza salvadora. Han de seguir alimentando la esperanza de sus seguidores y el aliento de los pobres. No caminamos hacia la nada y el vacío. Nos espera el abrazo con Dios.
Quiero terminar como empecé: primer mandamiento VIVIR, segundo: “Escucha Israel”, ESCUCHAR, No lo olvidemos. Tercero AMAR: “A los pobres los tendréis siempre entre vosotros”. ¿Escuchamos su grito? ¿Sabemos orar por ellos y con ellos de manera coherente? 1 Jn 3, 17: “Si uno tiene bienes del mundo y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿Cómo va a estar en él el amor de Dios?” Y la caridad empieza por los que más cerca tenemos.
"No hay modo de caminar junto a quienes están en el barro sin salpicarnos por él".
Jesús Mendoza Dueñas


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